/ lunes 12 de abril de 2021

Manipulación del PRIAN es perversa

Al inicio del milenio, tuve el pésimo gusto de votar por el PAN, inducido o arrollado por el cúmulo de corrientes de opinión, de que había llegado la hora de darle una lección al PRI.

La que consistía en sacarlo de Palacio Nacional y ponerlo de una vez por todas de patitas en la calle. El objetivo se cumplió, pero jamás vimos en la calle las patitas del que había sido la razón de trastocar nuestra ideología, mucho menos acabado el dueño de dichas extremidades, que tocó la tentación de rebajar nuestra dignidad y nos condujera a votar por el partido de los reaccionarios, que desafortunadamente ahora se nutre de aquellos que se alzaban como sus legítimos competidores y que ahora montados en sus quejidos y lloridos tratan de reivindicar la vergüenza histórica del cambio prometido.

Lo que sí vimos con demasiada claridad es que toda la cáfila del PRI permaneció adentro, donde sus patitas no sólo se amacizaron, sino quedaron bien paradas y la voluntad del pueblo burlada y en medio de la calle con sus intenciones revertidas.

Ante dicha afrenta propiciada por el engaño, el pueblo tuvo que soportar el abuso del que fuera víctima por el que prometió sacar al PRI de Los Pinos y que una vez consumada la hazaña, Fox, no sólo amarró al PRI de ellos, sino lo nombró socio para exentarlo de todos los robos, fraudes y asesinatos que pesaban sobre él y que el estado absorbiera los costos y riesgos.

Quizás el jueguito del toma y daca hubiera continuado sin problemas, pero cuando vieron la actitud valiente y seria de un tercero en discordia, dieron por terminada la simulación de la rivalidad y optaron por atrincherarse cual viles aves de rapiña, para defender el hueso que en público habían disputado, pero que en privado compartían lo que entre garras y picos alcanzaban a destazar por su cuenta en la arena carroñera.

Ahora el destazadero se ha tornado a destajo en contra del peligro que representa el presidente para sus atrocidades. De ahí las acusaciones perversas en su contra para manipular la voluntad de aquellos que pueden volver a pisar la trampa que les han tendido y que una vez atrapados en ella, reprueben al responsable de los males empresariales y cual ovejas descarriadas, hambrientas y sedientas regresen a su redil.

Superados los acontecimientos, el olor ovejuno percibirá que, aún perdura vacante el puesto de aquel que cargaba las maletas y portafolios de los pillastres; vacante aún el punto de aquel que repartía el dinero por votos y se quedaba con la mitad; vacante aún la bodega del líder hampón que distribuía las despensas las cuales no escapaban a la ordeña; vacante aún la silla que los mequetrefes mendigan en los eventos de campaña para hacerse notar ante la chusma y al que no deben perder de vista el día de la elecciones.

Regresarán aquellos que siempre han sido mozos de los empresarios y políticos, a quienes les urge retomar las riendas del poder y superar la pesadilla de haberlas perdido. Les urge asaltar la cámara de diputados y retomar el palo del mando, porque compartirlo con otros representa un muro de contención y lo que ellos requieren es uno de decoración para que sus intereses luzcan limpios de suspicacias.

No hay marcha atrás. La suerte está echada y no pararán en su codicia electoral, hasta doblar al presidente y obligarlo a que les facilite los medios para sabotearlo y derrotarlo. Están engallados, no cederán hasta que el ejecutivo doble las manos y sólo las alce cuando se trate de aprobar sus latrocinios. Ya no hay razón que les detenga para crear un escenario legislativo, que beneficie a la rapiña, licitaciones a modo, privatizaciones oscuras y endeudamiento público para saciar intereses privados.

En su propaganda de campaña sólo muestran el patrón de su avaricia, donde exigen el retorno de la degradación y a la que están dispuestos a contribuir. Exigen alto al combate a la corrupción y darle de garrotes al que se le ha ocurrido combatirla. Añoran el país del pillaje institucionalizado y sus candidatos darán buenas cuentas de su promoción; pero de sus resultados no están tan seguros.

Al inicio del milenio, tuve el pésimo gusto de votar por el PAN, inducido o arrollado por el cúmulo de corrientes de opinión, de que había llegado la hora de darle una lección al PRI.

La que consistía en sacarlo de Palacio Nacional y ponerlo de una vez por todas de patitas en la calle. El objetivo se cumplió, pero jamás vimos en la calle las patitas del que había sido la razón de trastocar nuestra ideología, mucho menos acabado el dueño de dichas extremidades, que tocó la tentación de rebajar nuestra dignidad y nos condujera a votar por el partido de los reaccionarios, que desafortunadamente ahora se nutre de aquellos que se alzaban como sus legítimos competidores y que ahora montados en sus quejidos y lloridos tratan de reivindicar la vergüenza histórica del cambio prometido.

Lo que sí vimos con demasiada claridad es que toda la cáfila del PRI permaneció adentro, donde sus patitas no sólo se amacizaron, sino quedaron bien paradas y la voluntad del pueblo burlada y en medio de la calle con sus intenciones revertidas.

Ante dicha afrenta propiciada por el engaño, el pueblo tuvo que soportar el abuso del que fuera víctima por el que prometió sacar al PRI de Los Pinos y que una vez consumada la hazaña, Fox, no sólo amarró al PRI de ellos, sino lo nombró socio para exentarlo de todos los robos, fraudes y asesinatos que pesaban sobre él y que el estado absorbiera los costos y riesgos.

Quizás el jueguito del toma y daca hubiera continuado sin problemas, pero cuando vieron la actitud valiente y seria de un tercero en discordia, dieron por terminada la simulación de la rivalidad y optaron por atrincherarse cual viles aves de rapiña, para defender el hueso que en público habían disputado, pero que en privado compartían lo que entre garras y picos alcanzaban a destazar por su cuenta en la arena carroñera.

Ahora el destazadero se ha tornado a destajo en contra del peligro que representa el presidente para sus atrocidades. De ahí las acusaciones perversas en su contra para manipular la voluntad de aquellos que pueden volver a pisar la trampa que les han tendido y que una vez atrapados en ella, reprueben al responsable de los males empresariales y cual ovejas descarriadas, hambrientas y sedientas regresen a su redil.

Superados los acontecimientos, el olor ovejuno percibirá que, aún perdura vacante el puesto de aquel que cargaba las maletas y portafolios de los pillastres; vacante aún el punto de aquel que repartía el dinero por votos y se quedaba con la mitad; vacante aún la bodega del líder hampón que distribuía las despensas las cuales no escapaban a la ordeña; vacante aún la silla que los mequetrefes mendigan en los eventos de campaña para hacerse notar ante la chusma y al que no deben perder de vista el día de la elecciones.

Regresarán aquellos que siempre han sido mozos de los empresarios y políticos, a quienes les urge retomar las riendas del poder y superar la pesadilla de haberlas perdido. Les urge asaltar la cámara de diputados y retomar el palo del mando, porque compartirlo con otros representa un muro de contención y lo que ellos requieren es uno de decoración para que sus intereses luzcan limpios de suspicacias.

No hay marcha atrás. La suerte está echada y no pararán en su codicia electoral, hasta doblar al presidente y obligarlo a que les facilite los medios para sabotearlo y derrotarlo. Están engallados, no cederán hasta que el ejecutivo doble las manos y sólo las alce cuando se trate de aprobar sus latrocinios. Ya no hay razón que les detenga para crear un escenario legislativo, que beneficie a la rapiña, licitaciones a modo, privatizaciones oscuras y endeudamiento público para saciar intereses privados.

En su propaganda de campaña sólo muestran el patrón de su avaricia, donde exigen el retorno de la degradación y a la que están dispuestos a contribuir. Exigen alto al combate a la corrupción y darle de garrotes al que se le ha ocurrido combatirla. Añoran el país del pillaje institucionalizado y sus candidatos darán buenas cuentas de su promoción; pero de sus resultados no están tan seguros.