/ lunes 6 de diciembre de 2021

Me fui al Zócalo

Ni acarreado ni pagado, simplemente apasionado de la 4T, aunque me cueste y haga sufrir a aquellos que repudian al Peje y por ende a los que padecemos la pejemanía, que nos ha hecho acreedores a los peores estigmas que van desde holgazanes hasta limosneros. Así que, bajo todos los riesgos de la denigración funesta, que vierte la ira de la impotencia contra los chairos, mi alma y yo, emprendimos el vuelo hacia la ciudad de México, pese a que un amigo trató de persuadirme de que no lo hiciera; argumentando las epidemias y hambrunas del apocalipsis.

Pamplinas en las que nunca he creído, porque desde joven comprendí que bajo dichas amenazas, los ensotanados han hecho su negocio. Así que puse oídos sordos a sus dichos y ante sus necedades guardé silencio, lo que le dio seguridad como a la serpiente, creyendo que le obedecería.

Sin embargo, me dio la clave y me picó la cresta para que me engallara e hiciera exactamente lo contrario, dado que partí de todas las ofensas en que han incurrido los de la oposición; a quienes les arde y duele que apoyemos al presidente y que ahora ya no por él, sino por amor propio, vamos a seguir golpeando para que sigan exhibiendo el perro rabioso que llevan dentro.

Y no hay que dar tregua, ahora que ha llegado el momento de hablarles de tú a tú y hacerles entender que el poder radica en nuestro movimiento, cuya fuerza crece y sigue empujando, hasta hacerlos reventar de impotencia, porque aquellas masas a las que robaron tanto tiempo, nunca pensaron que les marcarían el alto y les quitarían la llave del tesoro para entregarla al más odiado de sus enemigos.

Al más perseguido y ahora el más vapuleado, pero que sus picos chuecos y sus largas uñas no le han quitado una sola pluma al gallo, porque el día primero de este mes que inicia, fui testigo presencial de aquel inmenso ejército de arrastrados, término que empleo Vicente Fox para calificarlos y que en el sentido estricto de la semántica no tiene desperdicio, porque efectivamente los que estuvimos ahí, obedecía al gran arrastre que tiene nuestro líder. De ahí que en nosotros no aplica el rastrerismo denigrante que el ex presidente practicó ante los priistas, para que le ayudaran a robar.

Como tampoco aplica le expresión vulgar con la que remató: “ser chairo es tragar camote”. El doble sentido que su inocencia atribuye a dicha expresión tan elegante, sin duda que se estaba refiriendo al tubérculo que deglutió sin masticar, cuando le retiraron la pensión millonaria.

La guerra está declarada entre ilustres e ignorantes, donde llevan mano los primeros para derrotar de lengua a los segundos y ahí está también el jefe Diego, cortando cartucho y disparando el gatillo, contra los que asistieron al Zócalo, a quienes bajo el auspicio de una sentencia tildó de reses, expresión que lo catapultó como ícono de la ganadería, donde seguramente sus dotes de abigeo, ya no dan para meter en su muladar a tan apreciado hato.

No cabe duda que la senectud y la pérdida de la razón son pésimas consejeras, porque quién ha olvidado la frivolidad y la dantesca corrupción del mandato de Fox, que se distinguió por los despilfarros y la desaparición de los excedentes petroleros. Pero para no desentonar en ese contexto de honores al pillaje, no se queda atrás el jefe Diego, quien ha hecho su multimillonaria fortuna a base de transas y maniobras, donde la joya de la corona es Playa Punta Diamante, que a la mala despojó a sus legítimos dueños.

Para concluir hay que mencionar también de pasadita a los críticos y analistas, que a tabla rasa estigmatizan a los seguidores de AMLO de acarreados; pero pecan de deshonestos, cuando omiten reconocer que esas grandes concentraciones también fueron víctimas de la carnada de la despensa, para que adoraran a sus ídolos y lo que no les perdonan es que en sus barbas los hayan arrojado al basurero. Pero más allá del dolor de los analistas, está el de los empresarios que han tenido que tragarse el desprecio de los trabajadores, cuando se pasan por el arco del triunfo las órdenes que les dan para que voten por el PRIAN.

Ni acarreado ni pagado, simplemente apasionado de la 4T, aunque me cueste y haga sufrir a aquellos que repudian al Peje y por ende a los que padecemos la pejemanía, que nos ha hecho acreedores a los peores estigmas que van desde holgazanes hasta limosneros. Así que, bajo todos los riesgos de la denigración funesta, que vierte la ira de la impotencia contra los chairos, mi alma y yo, emprendimos el vuelo hacia la ciudad de México, pese a que un amigo trató de persuadirme de que no lo hiciera; argumentando las epidemias y hambrunas del apocalipsis.

Pamplinas en las que nunca he creído, porque desde joven comprendí que bajo dichas amenazas, los ensotanados han hecho su negocio. Así que puse oídos sordos a sus dichos y ante sus necedades guardé silencio, lo que le dio seguridad como a la serpiente, creyendo que le obedecería.

Sin embargo, me dio la clave y me picó la cresta para que me engallara e hiciera exactamente lo contrario, dado que partí de todas las ofensas en que han incurrido los de la oposición; a quienes les arde y duele que apoyemos al presidente y que ahora ya no por él, sino por amor propio, vamos a seguir golpeando para que sigan exhibiendo el perro rabioso que llevan dentro.

Y no hay que dar tregua, ahora que ha llegado el momento de hablarles de tú a tú y hacerles entender que el poder radica en nuestro movimiento, cuya fuerza crece y sigue empujando, hasta hacerlos reventar de impotencia, porque aquellas masas a las que robaron tanto tiempo, nunca pensaron que les marcarían el alto y les quitarían la llave del tesoro para entregarla al más odiado de sus enemigos.

Al más perseguido y ahora el más vapuleado, pero que sus picos chuecos y sus largas uñas no le han quitado una sola pluma al gallo, porque el día primero de este mes que inicia, fui testigo presencial de aquel inmenso ejército de arrastrados, término que empleo Vicente Fox para calificarlos y que en el sentido estricto de la semántica no tiene desperdicio, porque efectivamente los que estuvimos ahí, obedecía al gran arrastre que tiene nuestro líder. De ahí que en nosotros no aplica el rastrerismo denigrante que el ex presidente practicó ante los priistas, para que le ayudaran a robar.

Como tampoco aplica le expresión vulgar con la que remató: “ser chairo es tragar camote”. El doble sentido que su inocencia atribuye a dicha expresión tan elegante, sin duda que se estaba refiriendo al tubérculo que deglutió sin masticar, cuando le retiraron la pensión millonaria.

La guerra está declarada entre ilustres e ignorantes, donde llevan mano los primeros para derrotar de lengua a los segundos y ahí está también el jefe Diego, cortando cartucho y disparando el gatillo, contra los que asistieron al Zócalo, a quienes bajo el auspicio de una sentencia tildó de reses, expresión que lo catapultó como ícono de la ganadería, donde seguramente sus dotes de abigeo, ya no dan para meter en su muladar a tan apreciado hato.

No cabe duda que la senectud y la pérdida de la razón son pésimas consejeras, porque quién ha olvidado la frivolidad y la dantesca corrupción del mandato de Fox, que se distinguió por los despilfarros y la desaparición de los excedentes petroleros. Pero para no desentonar en ese contexto de honores al pillaje, no se queda atrás el jefe Diego, quien ha hecho su multimillonaria fortuna a base de transas y maniobras, donde la joya de la corona es Playa Punta Diamante, que a la mala despojó a sus legítimos dueños.

Para concluir hay que mencionar también de pasadita a los críticos y analistas, que a tabla rasa estigmatizan a los seguidores de AMLO de acarreados; pero pecan de deshonestos, cuando omiten reconocer que esas grandes concentraciones también fueron víctimas de la carnada de la despensa, para que adoraran a sus ídolos y lo que no les perdonan es que en sus barbas los hayan arrojado al basurero. Pero más allá del dolor de los analistas, está el de los empresarios que han tenido que tragarse el desprecio de los trabajadores, cuando se pasan por el arco del triunfo las órdenes que les dan para que voten por el PRIAN.