/ jueves 23 de julio de 2020

A prevenir daños por la falta de lluvias

La sequía es un fenómeno natural meteorológico de lento desarrollo que se origina por la ausencia de lluvias, lo que lo convierte en uno de los peores enemigos de la humanidad, ya que nos afecta gravemente por la falta de agua. Igualmente es considerado como uno de los desastres naturales que más daños produce en el ámbito económico.

Asimismo, es uno de los fenómenos naturales que más daños ha causado a la población mundial y forma parte del clima, por lo que todos los lugares del planeta están expuestos a su eventual ocurrencia, incluso las zonas distintivamente lluviosas.

Sus efectos van desde aquellos de carácter físico a corto plazo como la escasez o falta de agua para las actividades cotidianas y ambientales al originar daños en la flora y fauna silvestres, hasta los impactos sociales y económicos de gran alcance como son pérdidas de la producción agrícola, pecuaria, forestal, pesquera, desempleo, conflictos por el agua, entre otros.

La sequía no es un problema reciente en México, pues esta ha sido una dificultad frecuente y persistente durante toda nuestra historia, desde la época prehispánica. Para nuestros pueblos originarios la sequía fue una de las peores adversidades que perturbaba la agricultura y la vida de los habitantes provocando hambre, migración y muerte, y algunos especialistas sostienen que fue la causa de la desaparición de algunas civilizaciones precolombinas como la maya o la teotihuacana.

Durante la época colonial y en el periodo independiente, la sequía estuvo presente en diferentes momentos de la historia del país y provocó escasez de granos, carestía de alimentos, crisis agrícolas y hambrunas, por lo que las sequías ocurridas en los años previos a los movimientos de Independencia de 1810 y de Revolución de 1910, influyeron en su desencadenamiento.

Actualmente, nuestro país no está exento de padecer las acometidas de las sequías con cierta periodicidad, como lo muestra la sequía ocurrida durante los años 2011 y 2012, la cual, por sus efectos negativos en los diversos sectores socioeconómicos, fue considerada como la más grave de las últimas siete décadas, pero estamos a punto de padecer otra similar con consecuencias similares.

De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, esta sequía afectó más de 80% del territorio nacional y causó pérdidas superiores a 16 mil millones de pesos tan solo en el sector agropecuario; además, provocó serios problemas de desabasto de agua en las comunidades rurales de las regiones más áridas y vulnerables del país.

La falta de precipitaciones pluviales de los últimos meses puede provocar mayor aridez del terreno y un aumento de incendios, muerte de animales y plantas, así como falta de alimentos y agua para consumo de los seres vivos que puede traer como consecuencia enfermedades.

Para evitar sus graves efectos debemos entender el mundo en el que vivimos y comenzar a tomar medidas, porque la sequía es un peligro natural que puede ocasionar graves impactos en los distintos sectores socioeconómicos de un estado o una nación.

La sequía es capaz de perturbar drásticamente las actividades humanas, el desarrollo social y el ambiente, de lo cual ningún país por desarrollado que sea, puede librarse por completo, y en ese caso, México ha sufrido los efectos adversos de las sequías de manera frecuente y persistente.

Mucho podemos hacer si comenzamos a realizar una labor en lo individual, como proteger todas las fuentes de agua naturales y artificiales, reforestar con plantas nativas para mantener la flora, cuidar el consumo del vital líquido, no dejar llaves abiertas y ahorrar en el consumo del hogar, mientras que en el campo, se pueden utilizar sistemas de regadío que permitan una mejor utilización del agua, evitar quemar árboles o vegetación, ya que dejan el terreno reseco.

De la misma manera, hay que mantener estrictas medidas sanitarias como eliminación de excrementos, basura y control de insectos, para evitar la contaminación del agua y con ello, el surgimiento de posibles enfermedades.

Aunque en la actualidad contamos con mayor conocimiento científico y desarrollo tecnológico para hacer frente a la sequía, lo cierto es que estas herramientas no constituyen por sí mismas la solución al problema, sino que, más bien, son complementarias de otras acciones y estrategias de corte político, económico y social, con una labor de todos. Tengamos en cuenta que el agua se agota, si no la cuidamos nos puede faltar a futuro.

La sequía es un fenómeno natural meteorológico de lento desarrollo que se origina por la ausencia de lluvias, lo que lo convierte en uno de los peores enemigos de la humanidad, ya que nos afecta gravemente por la falta de agua. Igualmente es considerado como uno de los desastres naturales que más daños produce en el ámbito económico.

Asimismo, es uno de los fenómenos naturales que más daños ha causado a la población mundial y forma parte del clima, por lo que todos los lugares del planeta están expuestos a su eventual ocurrencia, incluso las zonas distintivamente lluviosas.

Sus efectos van desde aquellos de carácter físico a corto plazo como la escasez o falta de agua para las actividades cotidianas y ambientales al originar daños en la flora y fauna silvestres, hasta los impactos sociales y económicos de gran alcance como son pérdidas de la producción agrícola, pecuaria, forestal, pesquera, desempleo, conflictos por el agua, entre otros.

La sequía no es un problema reciente en México, pues esta ha sido una dificultad frecuente y persistente durante toda nuestra historia, desde la época prehispánica. Para nuestros pueblos originarios la sequía fue una de las peores adversidades que perturbaba la agricultura y la vida de los habitantes provocando hambre, migración y muerte, y algunos especialistas sostienen que fue la causa de la desaparición de algunas civilizaciones precolombinas como la maya o la teotihuacana.

Durante la época colonial y en el periodo independiente, la sequía estuvo presente en diferentes momentos de la historia del país y provocó escasez de granos, carestía de alimentos, crisis agrícolas y hambrunas, por lo que las sequías ocurridas en los años previos a los movimientos de Independencia de 1810 y de Revolución de 1910, influyeron en su desencadenamiento.

Actualmente, nuestro país no está exento de padecer las acometidas de las sequías con cierta periodicidad, como lo muestra la sequía ocurrida durante los años 2011 y 2012, la cual, por sus efectos negativos en los diversos sectores socioeconómicos, fue considerada como la más grave de las últimas siete décadas, pero estamos a punto de padecer otra similar con consecuencias similares.

De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática, esta sequía afectó más de 80% del territorio nacional y causó pérdidas superiores a 16 mil millones de pesos tan solo en el sector agropecuario; además, provocó serios problemas de desabasto de agua en las comunidades rurales de las regiones más áridas y vulnerables del país.

La falta de precipitaciones pluviales de los últimos meses puede provocar mayor aridez del terreno y un aumento de incendios, muerte de animales y plantas, así como falta de alimentos y agua para consumo de los seres vivos que puede traer como consecuencia enfermedades.

Para evitar sus graves efectos debemos entender el mundo en el que vivimos y comenzar a tomar medidas, porque la sequía es un peligro natural que puede ocasionar graves impactos en los distintos sectores socioeconómicos de un estado o una nación.

La sequía es capaz de perturbar drásticamente las actividades humanas, el desarrollo social y el ambiente, de lo cual ningún país por desarrollado que sea, puede librarse por completo, y en ese caso, México ha sufrido los efectos adversos de las sequías de manera frecuente y persistente.

Mucho podemos hacer si comenzamos a realizar una labor en lo individual, como proteger todas las fuentes de agua naturales y artificiales, reforestar con plantas nativas para mantener la flora, cuidar el consumo del vital líquido, no dejar llaves abiertas y ahorrar en el consumo del hogar, mientras que en el campo, se pueden utilizar sistemas de regadío que permitan una mejor utilización del agua, evitar quemar árboles o vegetación, ya que dejan el terreno reseco.

De la misma manera, hay que mantener estrictas medidas sanitarias como eliminación de excrementos, basura y control de insectos, para evitar la contaminación del agua y con ello, el surgimiento de posibles enfermedades.

Aunque en la actualidad contamos con mayor conocimiento científico y desarrollo tecnológico para hacer frente a la sequía, lo cierto es que estas herramientas no constituyen por sí mismas la solución al problema, sino que, más bien, son complementarias de otras acciones y estrategias de corte político, económico y social, con una labor de todos. Tengamos en cuenta que el agua se agota, si no la cuidamos nos puede faltar a futuro.