/ jueves 17 de octubre de 2019

Camarillas gobernantes, casi una regla en práctica política de nuestro país

Un asunto que revela prácticas antidemocráticas de los gobernantes de Estados Unidos es el de Donald Trump y toda su camarilla; quienes le son leales hasta que él los traiciona, o hasta que les pide, una y otra vez, realizar acciones fuera de norma o ilegales, y lo abandonan, o él los despide.

Son prácticas allá, que hasta la llegada de Trump eran poco comunes y poco toleradas. El último caso semejante es tal vez el de Richard Nixon. El de Clinton fue por razones más de tipo personal, mentir bajo juramento, que de camarillas de funcionarios leales hasta la ignominia.

Acá en México esas prácticas son casi ‘normales’; el uso del poder que da el gobierno, para beneficio personal y grupal. Llegan, muchos de nuestros gobernantes, con camarillas de ‘leales’ que piensan que es correcto serlo hasta el servilismo. Correcto es para ellos atender u obedecer instrucciones para realizar prácticas ilegales para beneficio del gobernante en ‘jefe’ o de la misma camarilla: “Es la normalidad” y ésta resulta impune.

Acá los que se niegan a ello, son ‘incómodos’, son marginados, y son relegados a cargos fuera del centro del poder, en donde se ejerce éste en forma irregular para beneficios de grupo y “del jefe”.

A los ‘incómodos’, si tienen aceptación pública, se les deja en cargos en los que es conveniente tener gente de “cara limpia”, pero se les aleja del círculo íntimo, del círculo en donde se cocinan con recursos públicos los asuntos “de alta política”, en donde está la gente que será luego propuesta para cargos de elección popular, para perpetuar al grupo en el poder y en los beneficios que en México éste concede.

Por ello, por esas lealtades grupales, en nuestro país no es fácil ver que los gobernantes que se van luciendo tremenda cola que les pisen, sean enjuiciados, castigados con cárcel. Como no se llega para asegurar un gobierno absolutamente legal y limpio, mejor no buscarle tres pies al gato y no pisarle la cola, pues no vaya a ser que sobreviva en el equipo del nuevo gobernante un leal del gobernante y del equipo saliente, que luego “ponga dedo” (equivalente a dar el chiflido de denuncia o “wistleblower mexica”).

Queremos creer que poco a poco esta realidad “normalizada” de México, que es altamente corrupta, está cambiando por una práctica legal y no corrupta del ejercicio del gobierno.

Se han creado instituciones para asegurar ese proceso de legalidad en el ejercicio de los gobernantes; lamentablemente vemos como esas instituciones autónomas no cumplen a cabalidad con sus funciones y no es extraño que acaben siendo controladas por el gobierno, mediante sus múltiples y sutiles, pero corruptas, formas de hacerlo.

Terminan, estas instituciones autónomas, por ser un panteón para el descanso casi eterno de ex ‘Santones’ que fueron muy ‘leales’ a diversos gobernantes, y que en su ‘autonomía’ seguirán siéndolo. Nunca serán leales ante los ciudadanos, eso no es rentable en la realidad burocrática que aún prevalece.

Desde la sociedad no se perciben en México mayores avances ni mayor voluntad política para limpiar nuestros gobiernos de prácticas corruptas ‘colegiadas’, como las que hoy asombran, espantan y ocupan, a ciudadanos e instituciones en los Estados Unidos.

Un asunto que revela prácticas antidemocráticas de los gobernantes de Estados Unidos es el de Donald Trump y toda su camarilla; quienes le son leales hasta que él los traiciona, o hasta que les pide, una y otra vez, realizar acciones fuera de norma o ilegales, y lo abandonan, o él los despide.

Son prácticas allá, que hasta la llegada de Trump eran poco comunes y poco toleradas. El último caso semejante es tal vez el de Richard Nixon. El de Clinton fue por razones más de tipo personal, mentir bajo juramento, que de camarillas de funcionarios leales hasta la ignominia.

Acá en México esas prácticas son casi ‘normales’; el uso del poder que da el gobierno, para beneficio personal y grupal. Llegan, muchos de nuestros gobernantes, con camarillas de ‘leales’ que piensan que es correcto serlo hasta el servilismo. Correcto es para ellos atender u obedecer instrucciones para realizar prácticas ilegales para beneficio del gobernante en ‘jefe’ o de la misma camarilla: “Es la normalidad” y ésta resulta impune.

Acá los que se niegan a ello, son ‘incómodos’, son marginados, y son relegados a cargos fuera del centro del poder, en donde se ejerce éste en forma irregular para beneficios de grupo y “del jefe”.

A los ‘incómodos’, si tienen aceptación pública, se les deja en cargos en los que es conveniente tener gente de “cara limpia”, pero se les aleja del círculo íntimo, del círculo en donde se cocinan con recursos públicos los asuntos “de alta política”, en donde está la gente que será luego propuesta para cargos de elección popular, para perpetuar al grupo en el poder y en los beneficios que en México éste concede.

Por ello, por esas lealtades grupales, en nuestro país no es fácil ver que los gobernantes que se van luciendo tremenda cola que les pisen, sean enjuiciados, castigados con cárcel. Como no se llega para asegurar un gobierno absolutamente legal y limpio, mejor no buscarle tres pies al gato y no pisarle la cola, pues no vaya a ser que sobreviva en el equipo del nuevo gobernante un leal del gobernante y del equipo saliente, que luego “ponga dedo” (equivalente a dar el chiflido de denuncia o “wistleblower mexica”).

Queremos creer que poco a poco esta realidad “normalizada” de México, que es altamente corrupta, está cambiando por una práctica legal y no corrupta del ejercicio del gobierno.

Se han creado instituciones para asegurar ese proceso de legalidad en el ejercicio de los gobernantes; lamentablemente vemos como esas instituciones autónomas no cumplen a cabalidad con sus funciones y no es extraño que acaben siendo controladas por el gobierno, mediante sus múltiples y sutiles, pero corruptas, formas de hacerlo.

Terminan, estas instituciones autónomas, por ser un panteón para el descanso casi eterno de ex ‘Santones’ que fueron muy ‘leales’ a diversos gobernantes, y que en su ‘autonomía’ seguirán siéndolo. Nunca serán leales ante los ciudadanos, eso no es rentable en la realidad burocrática que aún prevalece.

Desde la sociedad no se perciben en México mayores avances ni mayor voluntad política para limpiar nuestros gobiernos de prácticas corruptas ‘colegiadas’, como las que hoy asombran, espantan y ocupan, a ciudadanos e instituciones en los Estados Unidos.