/ martes 19 de febrero de 2019

“Más papistas que el Papa”: Guarderías Infantiles

El “libre mercado” no es perfecto y falla en la asignación de recursos que son importantes para satisfacer necesidades vitales para una nación. Los economistas más destacados, desde los clásicos, hasta Keynes, Alfred Müller-Armack, Musgrave, Galbraith, o Krugman, proponen -en diferentes grados y maneras- cómo el gobierno de una nación debe intervenir para corregir esas fallas.

Tras años de liberalismo a ultranza –neo liberalismo- (reducción de la intervención de los gobiernos en la economía, libre comercio, reducción de regulaciones a empresas e inversionistas, etc.) , en Estados Unidos, en México, y en el mundo, ahora muchos piensan que proponer algún grado de intervención del gobierno en la actividad económica, es “socialismo puro”. Nada más equivocado.

Se olvida cómo mediante la aplicación de una política económica basada en el paradigma de Keynes, -gasto público deficitario en recesión y superavitario en crecimiento (cíclicamente balanceado), obras públicas intensivas en uso de mano de obra (carreteras, ferrocarriles, hidroeléctricas ), transferencias unilaterales o subsidios, entre otras herramientas– fue más fácil salir de la recesión económica de finales de los años treintas del siglo XX, y luego potenciar el impulso económico intrínseco de las economías europeas de la post guerra, a partir de 1945, con el Plan Marshall.

Richard Abel Musgrave reconoce dos tipos de necesidades que el mercado falla en satisfacer; las necesidades públicas y las necesidades sociales preferentes.

Las primeras –necesidades púbicas- son aquellas que son fundamentales para el interés nacional y de los ciudadanos; como la seguridad nacional, la seguridad pública interna, la impartición de la justicia, y ahora, la prevención de la contaminación.

Si se dejara al “libre mercado”; libertad de entrar y salir de un marcado específico, para producir o comprar; una empresa que se encargara de proveer la seguridad de la nación, o la seguridad de los ciudadanos al interior del país, tendría grandes dificultades para vender sus servicios a través del mercado.

Cómo cobraría en caso de guerra si no es gobierno, pues paguen o no paguen los ciudadanos, todos recibirían el servicio de defensa nacional o de seguridad pública, aunque no hubiesen pagado un centavo; si alguien no paga y recibe el servicio, al final todos terminarán por no pagar nada.

Los soldados encargados de la defensa no podrían andar pidiendo recibo de pago a los ciudadanos defendidos. Lo mismo pasaría a las empresas que se dedicaran a impartir justicia o a prevenir la contaminación. El mercado no podría excluir del servicio a los que no lo pagaran.

Imagínense a la víctima de un asesino serial que no haya pagado por el servicio de impartición de justicia; o un ciudadano renuente a pagar por sus descargas residuales; dejarlos sin servicio sería un gran daño para todo el conglomerado social.

En el caso de los mercenarios modernos, hoy muy usados por gobiernos de corte neoliberal, es el gobierno quien los contrata para ofrecer, parcialmente, el servicio de seguridad nacional o pública. Pero es el gobierno, con su poder legal para recaudar impuestos o derechos, quien toma el dinero de los ciudadanos y paga a estas empresas mercenarias.

Los ejércitos, los tribunales de justicia, las lagunas de oxidación, los sistemas de descargas de aguas residuales, tienen que ser organizados, dirigidos, controlados y financiados por los gobiernos, para poder cubrir, en tiempo y forma, esas necesidades que son de interés público. Eso no es socialismo; es capitalismo simple y llano.

Luego están las necesidades sociales preferentes. Éstas, según las define Musgrave, son aquellas que sí pueden ser prestadas a través del mercado. Sólo que suele pasar, con demasiada frecuencia, que los ciudadanos, o ahora las empresas, no retiran del mercado esos satisfactores en el tiempo, y la forma o cantidad, que la nación requiere para sus objetivos.

Tal es el caso de la educación y la salud pública. Se han agregado, la alimentación y cuidados de los infantes, la recreación, el deporte, la cultura, y hasta la investigación y desarrollo de tecnología.

La fortaleza de una nación se afinca en la buena educación de sus ciudadanos, en una población saludable, en su capacidad para desarrollar ciencia y tecnología. Ello se convierte en objetivos del gobierno y, la educación, en obligación de los ciudadanos y del mismo gobierno.

En una nación como la nuestra, las familias, las personas, tal vez no asignen una cantidad suficiente de recursos para esos objetivos, sobre todo el de la educación, pues esos ingresos los utilizan para otras necesidades que satisfacen necesidades particulares, pero no necesidades preferentes; como la educación, o en el caso de las empresas, investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.

Como el mercado falla en satisfacer estas necesidades, en tiempo y forma suficientes y deseables, el gobierno obliga a los particulares educar a sus hijos. Y para cumplir con las metas deseadas por la sociedad, sin depender de la buena voluntad o decisión de los ciudadanos, provee educación gratuita, que el gobierno paga con los impuestos de todos; además hace de la educación, una obligación.

En el caso de los cuidados de los infantes, no me extraña que haya sido el mismo secretario de Hacienda y Crédito Público del gobierno federal, Carlos Urzúa Macías, matemático por el ITESM (mi Alma Mater), con posterior doctorado en economía, quien formulara la propuesta de asignar esos recursos, no a las guarderías, sino a los padres de familia, para que éstos luego los asignen -vía el mercado- contratando el servicio de cuidado infantil. Con la recomendación de que puedan ser los abuelos los responsables de estos cuidados.

No me extraña, pues no siendo economista desde la licenciatura, que es matemático, y luego doctorado en economía, tal vez su formación sea en econometría, un tanto lejano a la economía real del ciudadano.

Sin duda muchas de esas transferencias unilaterales, al parecer sin obligación de contraparte, podrán terminar gastándose en los abonos del carro, en completar para la renta, o en las caguamas del futbol; en todo, menos en pagar a una buena guardería o a una persona capacitada, por el cuidado de los infantes. Al flamante secretario de Hacienda se le pasó de noche que los mercados fallan en lograr una eficiente y correcta asignación de los recursos.

Se han publicado ya los supuestos horrores, desde malos cuidados, muertes por bronco aspiración, y fraudes, cometidos en las guarderías infantiles. No lo dudo. Eso pasa en un gobierno federal que hace lustros, por tantos recortes presupuestales, ha dejado de ejercer la función de supervisión, por falta de personal.

No se supervisa el correcto cumplimiento de la ley y de las normas, ni de los compromisos que se derivan de concesiones públicas; como ejemplo menciono el caso de los compromisos de exploración o explotación minera. Para qué hablar de la norma de lavado de tanques o cilindros de gas L.P.

Los mercados fallan, pues los consumidores o los productores se alejan del comportamiento ideal que se les concede en los modelos o paradigmas económicos. Por ello es de eficiencia capitalista, no socialista, la buena regulación de los mercados por parte de los gobiernos; la correcta intervención gubernamental para corregir oportunamente esas fallas; la supervisión honesta, eficiente y oportuna.

Por ello son importantes los comisionados a la Comisión Federal de Competencia Económica, COFECE. Por ello es importante la PROFECO, con delegado al frente. Por ello es importante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Por ello es importante que estos organismos estén integrados con gente capacitada, experta en esos temas y, sí, desde luego, totalmente honestos y transparentes: Incorruptibles.

Pero qué mal hace el nuevo gobierno federal ventilando todo lo malo, y dejando todo en absoluta impunidad. Esas conferencias mañaneras están haciendo un daño grave al presidente y a su gobierno. Se labora “como las mulas de arar”; viendo el corto plazo, el siguiente surco, lo inmediato. Y así se trabaja, en la inmediatez.

Al margen de la situación real de las guarderías, la decisión –desde la inmediatez- de transferir al ciudadano el dinero público para contratar el cuidado materno infantil, ha sido un “machetazo a caballo de espadas” para el nuevo gobierno federal. En su confianza en el funcionamiento de los mercados, han resultado “más papistas que el Papa”. Y eso podría ser virtuoso, con buenas decisiones.

Deseo que a este nuevo gobierno federal le vaya muy bien, pues quiero que haya justicia social, que se logre una mejor y más justa distribución de los ingresos nacionales. Que se fortalezca la soberanía nacional. Que termine el cáncer de la corrupción. Que se gobierne mejor. Pero para lograrlo, también los mercados tienen que funcionar muy bien, supervisarse y regularse muy bien.

El “libre mercado” no es perfecto y falla en la asignación de recursos que son importantes para satisfacer necesidades vitales para una nación. Los economistas más destacados, desde los clásicos, hasta Keynes, Alfred Müller-Armack, Musgrave, Galbraith, o Krugman, proponen -en diferentes grados y maneras- cómo el gobierno de una nación debe intervenir para corregir esas fallas.

Tras años de liberalismo a ultranza –neo liberalismo- (reducción de la intervención de los gobiernos en la economía, libre comercio, reducción de regulaciones a empresas e inversionistas, etc.) , en Estados Unidos, en México, y en el mundo, ahora muchos piensan que proponer algún grado de intervención del gobierno en la actividad económica, es “socialismo puro”. Nada más equivocado.

Se olvida cómo mediante la aplicación de una política económica basada en el paradigma de Keynes, -gasto público deficitario en recesión y superavitario en crecimiento (cíclicamente balanceado), obras públicas intensivas en uso de mano de obra (carreteras, ferrocarriles, hidroeléctricas ), transferencias unilaterales o subsidios, entre otras herramientas– fue más fácil salir de la recesión económica de finales de los años treintas del siglo XX, y luego potenciar el impulso económico intrínseco de las economías europeas de la post guerra, a partir de 1945, con el Plan Marshall.

Richard Abel Musgrave reconoce dos tipos de necesidades que el mercado falla en satisfacer; las necesidades públicas y las necesidades sociales preferentes.

Las primeras –necesidades púbicas- son aquellas que son fundamentales para el interés nacional y de los ciudadanos; como la seguridad nacional, la seguridad pública interna, la impartición de la justicia, y ahora, la prevención de la contaminación.

Si se dejara al “libre mercado”; libertad de entrar y salir de un marcado específico, para producir o comprar; una empresa que se encargara de proveer la seguridad de la nación, o la seguridad de los ciudadanos al interior del país, tendría grandes dificultades para vender sus servicios a través del mercado.

Cómo cobraría en caso de guerra si no es gobierno, pues paguen o no paguen los ciudadanos, todos recibirían el servicio de defensa nacional o de seguridad pública, aunque no hubiesen pagado un centavo; si alguien no paga y recibe el servicio, al final todos terminarán por no pagar nada.

Los soldados encargados de la defensa no podrían andar pidiendo recibo de pago a los ciudadanos defendidos. Lo mismo pasaría a las empresas que se dedicaran a impartir justicia o a prevenir la contaminación. El mercado no podría excluir del servicio a los que no lo pagaran.

Imagínense a la víctima de un asesino serial que no haya pagado por el servicio de impartición de justicia; o un ciudadano renuente a pagar por sus descargas residuales; dejarlos sin servicio sería un gran daño para todo el conglomerado social.

En el caso de los mercenarios modernos, hoy muy usados por gobiernos de corte neoliberal, es el gobierno quien los contrata para ofrecer, parcialmente, el servicio de seguridad nacional o pública. Pero es el gobierno, con su poder legal para recaudar impuestos o derechos, quien toma el dinero de los ciudadanos y paga a estas empresas mercenarias.

Los ejércitos, los tribunales de justicia, las lagunas de oxidación, los sistemas de descargas de aguas residuales, tienen que ser organizados, dirigidos, controlados y financiados por los gobiernos, para poder cubrir, en tiempo y forma, esas necesidades que son de interés público. Eso no es socialismo; es capitalismo simple y llano.

Luego están las necesidades sociales preferentes. Éstas, según las define Musgrave, son aquellas que sí pueden ser prestadas a través del mercado. Sólo que suele pasar, con demasiada frecuencia, que los ciudadanos, o ahora las empresas, no retiran del mercado esos satisfactores en el tiempo, y la forma o cantidad, que la nación requiere para sus objetivos.

Tal es el caso de la educación y la salud pública. Se han agregado, la alimentación y cuidados de los infantes, la recreación, el deporte, la cultura, y hasta la investigación y desarrollo de tecnología.

La fortaleza de una nación se afinca en la buena educación de sus ciudadanos, en una población saludable, en su capacidad para desarrollar ciencia y tecnología. Ello se convierte en objetivos del gobierno y, la educación, en obligación de los ciudadanos y del mismo gobierno.

En una nación como la nuestra, las familias, las personas, tal vez no asignen una cantidad suficiente de recursos para esos objetivos, sobre todo el de la educación, pues esos ingresos los utilizan para otras necesidades que satisfacen necesidades particulares, pero no necesidades preferentes; como la educación, o en el caso de las empresas, investigación y desarrollo de nuevas tecnologías.

Como el mercado falla en satisfacer estas necesidades, en tiempo y forma suficientes y deseables, el gobierno obliga a los particulares educar a sus hijos. Y para cumplir con las metas deseadas por la sociedad, sin depender de la buena voluntad o decisión de los ciudadanos, provee educación gratuita, que el gobierno paga con los impuestos de todos; además hace de la educación, una obligación.

En el caso de los cuidados de los infantes, no me extraña que haya sido el mismo secretario de Hacienda y Crédito Público del gobierno federal, Carlos Urzúa Macías, matemático por el ITESM (mi Alma Mater), con posterior doctorado en economía, quien formulara la propuesta de asignar esos recursos, no a las guarderías, sino a los padres de familia, para que éstos luego los asignen -vía el mercado- contratando el servicio de cuidado infantil. Con la recomendación de que puedan ser los abuelos los responsables de estos cuidados.

No me extraña, pues no siendo economista desde la licenciatura, que es matemático, y luego doctorado en economía, tal vez su formación sea en econometría, un tanto lejano a la economía real del ciudadano.

Sin duda muchas de esas transferencias unilaterales, al parecer sin obligación de contraparte, podrán terminar gastándose en los abonos del carro, en completar para la renta, o en las caguamas del futbol; en todo, menos en pagar a una buena guardería o a una persona capacitada, por el cuidado de los infantes. Al flamante secretario de Hacienda se le pasó de noche que los mercados fallan en lograr una eficiente y correcta asignación de los recursos.

Se han publicado ya los supuestos horrores, desde malos cuidados, muertes por bronco aspiración, y fraudes, cometidos en las guarderías infantiles. No lo dudo. Eso pasa en un gobierno federal que hace lustros, por tantos recortes presupuestales, ha dejado de ejercer la función de supervisión, por falta de personal.

No se supervisa el correcto cumplimiento de la ley y de las normas, ni de los compromisos que se derivan de concesiones públicas; como ejemplo menciono el caso de los compromisos de exploración o explotación minera. Para qué hablar de la norma de lavado de tanques o cilindros de gas L.P.

Los mercados fallan, pues los consumidores o los productores se alejan del comportamiento ideal que se les concede en los modelos o paradigmas económicos. Por ello es de eficiencia capitalista, no socialista, la buena regulación de los mercados por parte de los gobiernos; la correcta intervención gubernamental para corregir oportunamente esas fallas; la supervisión honesta, eficiente y oportuna.

Por ello son importantes los comisionados a la Comisión Federal de Competencia Económica, COFECE. Por ello es importante la PROFECO, con delegado al frente. Por ello es importante la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris). Por ello es importante que estos organismos estén integrados con gente capacitada, experta en esos temas y, sí, desde luego, totalmente honestos y transparentes: Incorruptibles.

Pero qué mal hace el nuevo gobierno federal ventilando todo lo malo, y dejando todo en absoluta impunidad. Esas conferencias mañaneras están haciendo un daño grave al presidente y a su gobierno. Se labora “como las mulas de arar”; viendo el corto plazo, el siguiente surco, lo inmediato. Y así se trabaja, en la inmediatez.

Al margen de la situación real de las guarderías, la decisión –desde la inmediatez- de transferir al ciudadano el dinero público para contratar el cuidado materno infantil, ha sido un “machetazo a caballo de espadas” para el nuevo gobierno federal. En su confianza en el funcionamiento de los mercados, han resultado “más papistas que el Papa”. Y eso podría ser virtuoso, con buenas decisiones.

Deseo que a este nuevo gobierno federal le vaya muy bien, pues quiero que haya justicia social, que se logre una mejor y más justa distribución de los ingresos nacionales. Que se fortalezca la soberanía nacional. Que termine el cáncer de la corrupción. Que se gobierne mejor. Pero para lograrlo, también los mercados tienen que funcionar muy bien, supervisarse y regularse muy bien.