Esperanza
Terminó un año en el que se produjeron acontecimientos como la pandemia, la cual puso a prueba, entre otros, a los liderazgos políticos en el manejo que le dieron a la crisis, a los sistemas de salud en el mundo y con ello a la garantía de los derechos humanos a la vida y a la protección de la salud, a la ciencia y sus avances, así como a los seres humanos en cuanto a su capacidad de resistir y adaptarse ante la adversidad.
Comienza un año en el que se arrastra un problema de salud que constituye una tragedia para miles de familias por haber sufrido la pérdida de un ser querido, pero también por quedarse sin los ingresos que habitualmente percibían, ya que no tuvieron otra alternativa que cerrar sus negocios, además que otras personas quedaron desempleadas.
No obstante, a finales del año pasado, surgieron luces de esperanza que nos permitirán encontrar el camino que nos lleve al final del túnel, pues con las vacunas autorizadas se está llevando a cabo la inmunización de las personas. Ojalá que también se produzcan medicamentos que logren combatir con eficacia la Covid-19, que ha sido la causa de muchas defunciones.
Entonces, ahora el problema es de distribución de las vacunas, que en dicho proceso no se utilicen criterios políticos, que se lleve a cabo sin discriminación y que llegue a tiempo a todas las personas.
La humanidad entera hemos visto la muerte de cerca, una vez más, pero ahora por una pandemia y ello nos lleva a adoptar una actitud filosófica para reflexionar sobre nuestro ser, sobre la finitud de la vida; acerca de la maravilla de nuestro cuerpo, pero también de sus pobrezas; sobre la importancia de nuestros pensamientos, pero también de nuestras acciones; sobre la interconexión que tenemos entre todos los seres humanos.
Tan sólo por dar un ejemplo, me referiré a la maravilla de nuestro cuerpo, respecto al cual en ciertas épocas se prohibió hablar del mismo; también ha estado sujeto a litigios importantes, además ha sido objeto de reflexiones muy interesantes de bioética.
Nuestro cuerpo es, utilizo la metáfora empleada por Joe Dispenza, una fábrica de proteínas, y, precisamente, una de las vacunas lo que hace es que, en lugar de introducir virus debilitado en nuestro cuerpo, transmitirá instrucciones, a modo de mensajero, para que nosotros mismos produzcamos proteínas virales que defiendan al organismo. De ahí que utilizo como título la palabra “esperanza”, por la confianza que tengo en que la ciencia controlará y luego a erradicará la pandemia.
Invito a quienes den lectura a este artículo a pensar positivamente, pues tal como lo demuestra la epigenética, a través de pensamientos positivos se logra reescribir una nueva expresión de proteínas que cambia para bien nuestro cuerpo, de tal manera que, como el científico antes mencionado afirma, nos podemos convertir en ingenieros epigenéticos de nuestras propias células. ¡Feliz año nuevo!
