La irrupción al capitolio por los partidarios de Trump motivó desgarre de vestiduras. No fue intento de golpe de Estado, tampoco atentado contra la democracia norteamericana.
La agresiva protesta para impedir la declaración del triunfo de Joe Biden, proviene de varias causas. En su particular modo de conducirse D, Trump sí incitó a la protesta, no a la rebelión, pueril es pensar en eso.
La competencia económica para los EE.UU. con China ha reducido su crecimiento y sus mercados, compran más de lo que venden. Paralelamente el neoliberalismo de los últimos 40 años propicio bajas en el gasto de programas sociales, y de políticas fiscales a favor de la gran industria y debilitamiento del erario.
Con menores apoyos al desempleo y la salud la percepción de marginación fue creciendo en sectores populares. En el imaginario colectivo de los norteamericanos existe la idea de que ya no es el país de las oportunidades, del ejemplo a seguir en democracia y derechos ciudadanos. Idea que toma forma rápidamente, creen que ya no se les teme como poderío militar y económico.
Sería bueno ver de nuevo la película del Guasón o Joquer, que pone de relieve la exclusión y desigualdad social. La ultima película que captó el interés nacional en medio de aprobación y rechazo.
Conceptos que forman la idea que ya no hay lugar para la inmigración, que ya no hay más empleos. Los EE.UU. país metropolitanos por su misma capacidad económica tiene una sociedad muy informada, de tal manera que el contar con la mayor cobertura en cibernética no impide que la noticia política y social se lea en periódicos impresos de alto tiraje, con periodistas convertidos en patólogos sociales. Su menor influencia en el intercambio comercial mundial y el auge de la robótica en la producción les abonan pensar que pierden honor y el respeto al imperio.
Sin las condiciones anteriores D. Trump nunca hubiera llegado. Es efecto directo del malestar social, inconformidad superior al prejuicio racista. Hay que puntualizar, no es ni populista, no es racista, tampoco fascista, un elemento clave de esos regímenes políticos, es el combate al capital extranjero, postura que nunca existió como no existe en López Obrador. No es político, con su lenguaje vulgar, grosero, mentiroso y mitómano le dio voz a muchos inconformes, y que serán más fuertes en adelante.
Trump perdió por sus exabruptos, por su prepotencia y despedir a inteligentes que lo ayudaron a ganar en el 2015 ejemplo Steve Bauman, y por banalizar el peligro de la pandemia. Se quejó de un fraude que nunca vio. El que Facebook y Twitter le bloquearan sus comunicaciones para muchos comprueba la alianza para derrotarlo por el GAFAM: Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft. Los de la cibercracia contaron con operadores en B. Obama, H. Clinton o J, Bush. Se sumaron Halliburton, Black Rock, y otros del gran capitán que pelean por sus ganancias en perjuicio de las naciones, la esencia del neoliberalismo. Allí están las declaraciones de Julián Assange, Edward Snowden y de Elon Musk, dueño de Tesla y el más rico del mundo.
Al respecto López Obrador se salió por la tangente, criticó a Facebook por cancelarle la cuenta Trump por ser un ataque a la libertad de expresión y a la verdadera democracia, lo cual es cierto. Dicen que la actitud del presidente ante Biden, contraria a la que tiene con el pelirrojo, es por un consejo de medir a Biden porque es tibio. De ser cierto es una mala jugada.