/ miércoles 8 de mayo de 2024

Números

La estrella de pop del momento, Taylor Swift, ha estado recientemente en el ojo del debate público, y esta vez no por su talento o por su tan rentable noviazgo con un jugador de fútbol americano. Resulta que alguien, con el uso de la tecnología, logró rastrear los vuelos que hace la cantante en su jet privado. ¿Qué de novedoso tiene que alguien que cuya fortuna es de mil millones de dólares, use ese medio de transporte de manera regular para sus asuntos personales? Pues que esos viajes suponen altas emisiones de carbono. Para decirlo rápido: sus vuelos contaminan mil veces más de lo que lo hace una persona promedio. Más allá de la habitual indignación y posterior tema de pleito del día en las redes sociales, queda claro que el asunto no es sobre ella en particular, sino que se refiere a cómo el estilo de vida de un porcentaje pequeño de la población el mundo contamina más que el resto. No se necesita ser la cara más famosa del mundo para usar un jet privado como si fuera uber. Miles de personas anónimas en el mundo de los negocios tienen un estilo de vida igual de nocivo para el medio ambiente, mientras no cesan las campañas que nos incitan a la mayoría a cambiar nuestros hábitos de vida, por el bien del mundo. Además, hay que hablar de las empresas y países más tóxicos (nunca mejor dicho). Porque no es válido escandalizarse por la forma de vivir de sujetos particulares cuando se desvive por defender a un político con un programa industrial y por tanto ambiental de los años setenta. (Me refiero a Trump, que recuerde usted que probablemente regrese al poder en noviembre).

De lo que se trata es de ver las cosas en su justa proporción. Seis países en el mundo contaminan más que el resto junto. Eso no implica, claro, desatendernos de la ínfima parte del trabajo que nos toca. Sí, pero a condición de dimensionar bien dónde está el problema y quienes son los principales responsables del desastre. Sumar bien.

Todo esto para hablar del INAI. Me explico. El presidente y su candidata quieren desaparecer ese y otros órganos autónomos el estado con el pretexto de que son onerosos para el erario público. Y con el ingrediente de la casa: desprestigiar a los funcionarios de esos organismos pintándolos como burócratas millonarios que sangran las arcas del estado. El sueldo anual de un comisionado del INAI es de un millón trescientos mil pesos. El sobrecosto de la refinería de dos bocas será de ocho mil millones de pesos, hasta ahorita. Ocho mil años de sueldo del funcionario. Y esa refinería, que debería estar lista hace dos años, según promesas del gobierno, no ha refinado ni media gota. El desfalco en Segalmex, el caso de corrupción más grande de este sexenio, es de aproximadamente nueve mil millones de pesos (más que la estafa maestra del peñismo). Nueve mil quinientos años de sueldo. La última: la megafarmacia del bienestar, ejemplo claro de cómo funciona el cerebro de un hombre de juicio rudimentario y cerrado a las ideas ajenas cuando quiere resolver un problema, en este caso el de la escasez de medicamentos, costó tres mil seiscientos millones de pesos. Tres mil seiscientos años de sueldo.

No se trata de defender a ciegas y a priori a cualquier órgano autónomo del estado, sino de darse cuenta que no es por ahorrar por lo que se les quiere desaparecer. Lo que busca es discrecionalidad en la ejecución de sus delirios improductivos, vía la opacidad estilo castrense que tanto le gusta. Un último dato. Para recabar información sobre la aludida estafa maestra, los periodistas acudieron al INAI con más de quinientas solicitudes de información, mismas que fueron ejecutadas y ayudaron a exponer la corrupción. Nada que agregar.

La estrella de pop del momento, Taylor Swift, ha estado recientemente en el ojo del debate público, y esta vez no por su talento o por su tan rentable noviazgo con un jugador de fútbol americano. Resulta que alguien, con el uso de la tecnología, logró rastrear los vuelos que hace la cantante en su jet privado. ¿Qué de novedoso tiene que alguien que cuya fortuna es de mil millones de dólares, use ese medio de transporte de manera regular para sus asuntos personales? Pues que esos viajes suponen altas emisiones de carbono. Para decirlo rápido: sus vuelos contaminan mil veces más de lo que lo hace una persona promedio. Más allá de la habitual indignación y posterior tema de pleito del día en las redes sociales, queda claro que el asunto no es sobre ella en particular, sino que se refiere a cómo el estilo de vida de un porcentaje pequeño de la población el mundo contamina más que el resto. No se necesita ser la cara más famosa del mundo para usar un jet privado como si fuera uber. Miles de personas anónimas en el mundo de los negocios tienen un estilo de vida igual de nocivo para el medio ambiente, mientras no cesan las campañas que nos incitan a la mayoría a cambiar nuestros hábitos de vida, por el bien del mundo. Además, hay que hablar de las empresas y países más tóxicos (nunca mejor dicho). Porque no es válido escandalizarse por la forma de vivir de sujetos particulares cuando se desvive por defender a un político con un programa industrial y por tanto ambiental de los años setenta. (Me refiero a Trump, que recuerde usted que probablemente regrese al poder en noviembre).

De lo que se trata es de ver las cosas en su justa proporción. Seis países en el mundo contaminan más que el resto junto. Eso no implica, claro, desatendernos de la ínfima parte del trabajo que nos toca. Sí, pero a condición de dimensionar bien dónde está el problema y quienes son los principales responsables del desastre. Sumar bien.

Todo esto para hablar del INAI. Me explico. El presidente y su candidata quieren desaparecer ese y otros órganos autónomos el estado con el pretexto de que son onerosos para el erario público. Y con el ingrediente de la casa: desprestigiar a los funcionarios de esos organismos pintándolos como burócratas millonarios que sangran las arcas del estado. El sueldo anual de un comisionado del INAI es de un millón trescientos mil pesos. El sobrecosto de la refinería de dos bocas será de ocho mil millones de pesos, hasta ahorita. Ocho mil años de sueldo del funcionario. Y esa refinería, que debería estar lista hace dos años, según promesas del gobierno, no ha refinado ni media gota. El desfalco en Segalmex, el caso de corrupción más grande de este sexenio, es de aproximadamente nueve mil millones de pesos (más que la estafa maestra del peñismo). Nueve mil quinientos años de sueldo. La última: la megafarmacia del bienestar, ejemplo claro de cómo funciona el cerebro de un hombre de juicio rudimentario y cerrado a las ideas ajenas cuando quiere resolver un problema, en este caso el de la escasez de medicamentos, costó tres mil seiscientos millones de pesos. Tres mil seiscientos años de sueldo.

No se trata de defender a ciegas y a priori a cualquier órgano autónomo del estado, sino de darse cuenta que no es por ahorrar por lo que se les quiere desaparecer. Lo que busca es discrecionalidad en la ejecución de sus delirios improductivos, vía la opacidad estilo castrense que tanto le gusta. Un último dato. Para recabar información sobre la aludida estafa maestra, los periodistas acudieron al INAI con más de quinientas solicitudes de información, mismas que fueron ejecutadas y ayudaron a exponer la corrupción. Nada que agregar.