/ miércoles 7 de agosto de 2019

Dos décadas sin Sabines

Desde hace dos décadas Jaime Sabines ya no está con nosotros, pero sus versos siguen siendo el santo y seña de innumerables hablantes del español y las reproducciones de sus recitales subidos a YouTube se cuentan entre los sitios favoritos de los jóvenes.

Jaime Sabines nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas un 25 de marzo de 1926, como escritor fue muy productivo; si bien difundió su poesía desde los 18 años, con Horal, su primer poemario, comenzó en 1950 una serie de publicaciones que culminaría hasta pocos años antes de su muerte.

De Horal, ese pequeño libro escrito en 1949, Jaime Sabines había desechado 46 poemas. Varios días pasó en la imprenta corrigiendo los versos, según consta en una carta que el poeta dirigió a Josefa Rodríguez, Chepita, quien se convertiría en la mujer de toda su vida.

“Los amorosos” fue el último poema incluido en esta primera edición de Horal y lo que no apadrinó ningún notable, ni impulsó premio literario alguno, ni tuvo el apoyo de alguna beca, poema que lo catapultó y le caracterizó durante toda su vida.

De esta manera, los grandes poemas crepitan como el fuego y los escuchamos consumir lo que llevan dentro, por lo que su fuerza combustible nos alumbra, nos quema, nos hace mirarla con ese asombro antiguo con el que miraron las llamas los primeros hombres y nos dicen tantas cosas tan ciertas que no sabemos nombrarlas.

Esa manera de calificar a los amantes le valió el reconocimiento y el recuerdo de los amantes de la poesía, de los lectores que se enamoraron de sus letras, del maestro Sabines, quien, a 20 años, no deja de estar presente en los labios de quien los menciona, “los amorosos callan, el amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable…”. Pocos hay quienes no concluyan uno de estos versos inmortales.

En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura.

El poeta chiapaneco reconoció la importancia del estudio técnico para su evolución como escritor, para encontrar su propia personalidad, sin dejar de inspirarse en Neruda o Lorca, entre sus otras fuertes influencias. Su amor por su padre quedó plasmado en un poema que el mismo autor consideró su mejor obra ‘Algo sobre la muerte del mayor Sabines’, un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida.

Vinieron luego Nuevo Recuento de Poemas (1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas Sueltos (1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo Sobre la Muerte del Mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento.

Su obra, que fue traducida a varias lenguas, fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer, causa por la que falleció en 1999.

También se dedicó a la política en su estado natal Chiapas, además de comerciante de telas, pero tras un reconocimiento estatal como poeta en Chiapas, se dedicó más a la escritura.

De esta manera, la única exterminad posible a la que pueden aspirar los poetas son sus lectores y viven en cada lectura, en cada verso en el que alguien escucha en sus arquitecturas verbales el rumor de la sangre, y cuando un poeta se convierte en la voz de la tribu es difícil que muera, por lo que dar una nueva vista a la obra de este escritor nos puede trasladar nuevamente a recrear la intensidad del amor.

Desde hace dos décadas Jaime Sabines ya no está con nosotros, pero sus versos siguen siendo el santo y seña de innumerables hablantes del español y las reproducciones de sus recitales subidos a YouTube se cuentan entre los sitios favoritos de los jóvenes.

Jaime Sabines nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas un 25 de marzo de 1926, como escritor fue muy productivo; si bien difundió su poesía desde los 18 años, con Horal, su primer poemario, comenzó en 1950 una serie de publicaciones que culminaría hasta pocos años antes de su muerte.

De Horal, ese pequeño libro escrito en 1949, Jaime Sabines había desechado 46 poemas. Varios días pasó en la imprenta corrigiendo los versos, según consta en una carta que el poeta dirigió a Josefa Rodríguez, Chepita, quien se convertiría en la mujer de toda su vida.

“Los amorosos” fue el último poema incluido en esta primera edición de Horal y lo que no apadrinó ningún notable, ni impulsó premio literario alguno, ni tuvo el apoyo de alguna beca, poema que lo catapultó y le caracterizó durante toda su vida.

De esta manera, los grandes poemas crepitan como el fuego y los escuchamos consumir lo que llevan dentro, por lo que su fuerza combustible nos alumbra, nos quema, nos hace mirarla con ese asombro antiguo con el que miraron las llamas los primeros hombres y nos dicen tantas cosas tan ciertas que no sabemos nombrarlas.

Esa manera de calificar a los amantes le valió el reconocimiento y el recuerdo de los amantes de la poesía, de los lectores que se enamoraron de sus letras, del maestro Sabines, quien, a 20 años, no deja de estar presente en los labios de quien los menciona, “los amorosos callan, el amor es el silencio más fino, el más tembloroso, el más insoportable…”. Pocos hay quienes no concluyan uno de estos versos inmortales.

En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura.

El poeta chiapaneco reconoció la importancia del estudio técnico para su evolución como escritor, para encontrar su propia personalidad, sin dejar de inspirarse en Neruda o Lorca, entre sus otras fuertes influencias. Su amor por su padre quedó plasmado en un poema que el mismo autor consideró su mejor obra ‘Algo sobre la muerte del mayor Sabines’, un poema casi narrativo en el que el padre del poeta se constituye en protagonista del mundo y de la vida.

Vinieron luego Nuevo Recuento de Poemas (1977), otro volumen antológico que recoge el material anterior, y Poemas Sueltos (1983). Todos estos textos, así como una segunda parte de Algo Sobre la Muerte del Mayor Sabines, fueron recogidos en la edición de 1987 de Nuevo recuento.

Su obra, que fue traducida a varias lenguas, fue galardonada con varios premios como el de literatura otorgado por el gobierno del estado de Chiapas (1959), el Xavier Villaurrutia, instituido en honor del gran escritor mexicano (1972) y el Elías Sourasky de 1982. En 1983 recibió el Premio Nacional de las Letras. Sus últimos años estuvieron marcados por una larga lucha contra el cáncer, causa por la que falleció en 1999.

También se dedicó a la política en su estado natal Chiapas, además de comerciante de telas, pero tras un reconocimiento estatal como poeta en Chiapas, se dedicó más a la escritura.

De esta manera, la única exterminad posible a la que pueden aspirar los poetas son sus lectores y viven en cada lectura, en cada verso en el que alguien escucha en sus arquitecturas verbales el rumor de la sangre, y cuando un poeta se convierte en la voz de la tribu es difícil que muera, por lo que dar una nueva vista a la obra de este escritor nos puede trasladar nuevamente a recrear la intensidad del amor.