/ miércoles 3 de abril de 2019

El valor de no dejar de aprender

Ante los cambios que presenta el mundo laboral, las personas requieren estar más preparadas para el cambio repentino que se da en el entorno, donde los estudios universitarios fueron sólo el principio.

Muchas veces, cuanto más avanzado está la persona en su carrera profesional, más fácil será recaer en el error de creer que lo ha logrado y que tiene todas las habilidades necesarias para tener éxito, por lo que existe una tendencia a centrar toda la energía en hacer el trabajo y suponer que el resto se resolverá por sí solo, lo que representa un gran error.

De acuerdo a diversas investigaciones, se llegó a la conclusión de que, al igual que el ejercicio cambia los músculos, el aprendizaje produce cambios fisiológicos en el cerebro, por lo que nunca debemos dejar de aprender.

El acto de aprender es tan importante como lo que aprendemos, por lo que creer que se puede mejorar y hacer cosas en el futuro que están más allá de las posibilidades actuales es apasionante y enriquecedor.

Sin embargo, el tiempo es limitado y debemos dedicarnos a aprender las habilidades que nos proporcionarán el mayor beneficio posible.

La inteligencia emocional es la habilidad para reconocer y comprender las emociones en uno mismo y en los demás, y la habilidad para utilizar este conocimiento para controlar el comportamiento y las relaciones interpersonales, sobre todo, porque no sólo eleva la cuenta bancaria, sino que también nos hará personas más felices y menos estresadas.

El tiempo es otro factor que debemos tomar en cuenta, y uno de los principales enemigos que interfiere con la gestión eficaz del tiempo es la “tiranía de lo urgente”, es que la tendencia de las pequeñas cosas urgentes a interponerse en el camino de lo importante y pasamos tanto tiempo apagando incendios que nunca logramos hacer el trabajo real.

Por eso, aprender a administrar el tiempo de manera eficaz nos deja tiempo para desempeñarnos en nuestro máximo nivel, y lo podemos hacer todos los días de nuestras vidas.

También requerimos de escuchar, porque muchas veces, creemos que estamos escuchando, pero en realidad estamos planeando lo que vamos a decir después, y la verdadera escucha implica centrarse únicamente en lo que la otra persona está diciendo, con comprensión de los aportes de la otra persona.

Hablamos para ofrecer comentarios, explicar instrucciones y comunicar plazos, porque más allá de las palabras habladas, existe información muy valiosa que se puede interpretar a través del tono de voz, el lenguaje corporal y lo que no se dice. Así, no tener los oídos y los ojos abiertos, podría dejarnos fuera de la conversación.

Los límites es otro factor que debemos considerar, porque cuanta más dificultad tengamos para decir que no, es más probable que suframos estrés, agotamiento e incluso depresión. De hecho, para muchas personas, decir que no es un gran desafío, por lo que decir no a un compromiso nuevo honra los compromisos existentes y brinda la oportunidad de cumplirlos con éxito. Cuando aprendemos a decir que no, nos liberamos de obstáculos innecesarios y dejamos tiempo libre y energía para las cosas importantes de la vida.

Así, debemos aprender también a usar nuestra iniciativa, esa habilidad que nos lleva lejos en la vida, que en el mundo real tiene obstáculos que se interponen en el camino. Existe una gran diferencia entre saber qué hacer y tener miedo para hacerlo, hay que tomar riesgos y salir de la zona de confort.

Seguir aprendiendo nos lleva lejos y sobre todo, nos da la oportunidad de ser nosotros mismos, con nuestra curiosidad y nuestras motivaciones, para descubrir aquello que la vida nos muestra, para entender entonces, nuestro verdadero valor.

Ante los cambios que presenta el mundo laboral, las personas requieren estar más preparadas para el cambio repentino que se da en el entorno, donde los estudios universitarios fueron sólo el principio.

Muchas veces, cuanto más avanzado está la persona en su carrera profesional, más fácil será recaer en el error de creer que lo ha logrado y que tiene todas las habilidades necesarias para tener éxito, por lo que existe una tendencia a centrar toda la energía en hacer el trabajo y suponer que el resto se resolverá por sí solo, lo que representa un gran error.

De acuerdo a diversas investigaciones, se llegó a la conclusión de que, al igual que el ejercicio cambia los músculos, el aprendizaje produce cambios fisiológicos en el cerebro, por lo que nunca debemos dejar de aprender.

El acto de aprender es tan importante como lo que aprendemos, por lo que creer que se puede mejorar y hacer cosas en el futuro que están más allá de las posibilidades actuales es apasionante y enriquecedor.

Sin embargo, el tiempo es limitado y debemos dedicarnos a aprender las habilidades que nos proporcionarán el mayor beneficio posible.

La inteligencia emocional es la habilidad para reconocer y comprender las emociones en uno mismo y en los demás, y la habilidad para utilizar este conocimiento para controlar el comportamiento y las relaciones interpersonales, sobre todo, porque no sólo eleva la cuenta bancaria, sino que también nos hará personas más felices y menos estresadas.

El tiempo es otro factor que debemos tomar en cuenta, y uno de los principales enemigos que interfiere con la gestión eficaz del tiempo es la “tiranía de lo urgente”, es que la tendencia de las pequeñas cosas urgentes a interponerse en el camino de lo importante y pasamos tanto tiempo apagando incendios que nunca logramos hacer el trabajo real.

Por eso, aprender a administrar el tiempo de manera eficaz nos deja tiempo para desempeñarnos en nuestro máximo nivel, y lo podemos hacer todos los días de nuestras vidas.

También requerimos de escuchar, porque muchas veces, creemos que estamos escuchando, pero en realidad estamos planeando lo que vamos a decir después, y la verdadera escucha implica centrarse únicamente en lo que la otra persona está diciendo, con comprensión de los aportes de la otra persona.

Hablamos para ofrecer comentarios, explicar instrucciones y comunicar plazos, porque más allá de las palabras habladas, existe información muy valiosa que se puede interpretar a través del tono de voz, el lenguaje corporal y lo que no se dice. Así, no tener los oídos y los ojos abiertos, podría dejarnos fuera de la conversación.

Los límites es otro factor que debemos considerar, porque cuanta más dificultad tengamos para decir que no, es más probable que suframos estrés, agotamiento e incluso depresión. De hecho, para muchas personas, decir que no es un gran desafío, por lo que decir no a un compromiso nuevo honra los compromisos existentes y brinda la oportunidad de cumplirlos con éxito. Cuando aprendemos a decir que no, nos liberamos de obstáculos innecesarios y dejamos tiempo libre y energía para las cosas importantes de la vida.

Así, debemos aprender también a usar nuestra iniciativa, esa habilidad que nos lleva lejos en la vida, que en el mundo real tiene obstáculos que se interponen en el camino. Existe una gran diferencia entre saber qué hacer y tener miedo para hacerlo, hay que tomar riesgos y salir de la zona de confort.

Seguir aprendiendo nos lleva lejos y sobre todo, nos da la oportunidad de ser nosotros mismos, con nuestra curiosidad y nuestras motivaciones, para descubrir aquello que la vida nos muestra, para entender entonces, nuestro verdadero valor.