/ domingo 4 de junio de 2023

Exsurge

Otra violencia es posible

Hay acontecimientos que son muestras de los muchos rostros que tiene la violencia que sigue azotando nuestro país y el mundo. Nos afecta a todos, en cada momento de nuestra historia individual y colectiva. Y seremos también todos los que tengamos que involucrarnos para ir fomentando un ambiente libre de violencia. En efecto, una sociedad carente de paz es signo de que se ha roto el respeto para los demás —asesinatos, agresiones, etc.— y para uno mismo —suicidio—. Y quizás se deba a que hay una gran ausencia de valores humanos y una ausencia de Dios.

Un antiguo proverbio chino sostiene que «no hay paz en el mundo sin paz entre los pueblos; no hay paz entre los pueblos si no hay paz en la familia; no hay paz en la familia sin paz en mí, y no hay paz en mí sin paz con Dios». Jesús resucitado se manifestaba precisamente con este saludo a los discípulos: «la paz con ustedes» (Jn 20,19). Es tiempo de construir paz.

Hay que comenzar por la propia persona, a través del manejo de las propias emociones, de una sana autoestima, de una buena educación, fomentando la cultura y la espiritualidad, manejando la ira para reconducirla hacia la bondad. Sabiendo perdonar y dando el primer paso hacia la reconciliación.

Luego mirar hacia la familia. Una sana relación con la pareja, donde, a pesar de las discusiones, se busque que al final de la jornada siempre se hagan las paces. Una buena educación de los hijos, evitando lenguajes y conductas agresivas, enseñando valores como la amistad y la sencillez, construyendo lazos que unan, promoviendo el servicio de buena gana, fomentando la oración.

Cosas tan básicas como la elección de buena música evitan actitudes violentas. ¿Por qué siguen fascinando tanto los narcocorridos que encumbran como héroes a personas violentas? ¿Por qué llaman tanto la atención canciones que promueven la infidelidad o los comportamientos dañinos? Y lo mismo podríamos aplicar a esa nueva camada de series televisivas con títulos que ya insinúan vicios. Y no hay que asustarnos, pero sí hay que pensar. ¿Por qué apruebo y hasta promuevo este tipo de manifestaciones en mi familia mientras reniego de la realidad social? Una cosa lleva a la otra y así se va fomentando el espiral de violencia en el que nos encontramos inmersos.

Hay que promover, también, una relación de respeto hacia los demás. Puede haber cosas en las que no esté de acuerdo, pero la violencia jamás será una herramienta adecuada para solucionarlo. Independientemente de ideologías, condiciones socioeconómicas, género o religión, estamos llamados al respeto y al diálogo. También a saber aceptar las críticas y a tener una voz que resuene en contra de la injusticia y la opresión.

Basta de tratar de solucionar todo a través de la imposición y la violencia. Basta de asesinatos y agresiones. Promovamos una cultura de paz a través de las buenas costumbres, las virtudes, la educación, la cultura y la espiritualidad. Que no haya un solo periodista, obrero, madre de familia, sacerdote, profesor, etc., que sea asesinado. Antes bien, que la paz de cada uno se irradie a la familia, el círculo de amigos y, en última instancia, a toda la sociedad.

Otra violencia es posible: la del amor. Con ella construyamos la civilización de la fraternidad y la solidaridad. Parece utópico, pero si no nos lanzamos decididamente hacia ello permaneceremos siempre en la mediocridad o la pasividad. Nunca jamás los unos contra los otros, sino los unos con los otros y por los otros. Twitter: @Noesov

Otra violencia es posible

Hay acontecimientos que son muestras de los muchos rostros que tiene la violencia que sigue azotando nuestro país y el mundo. Nos afecta a todos, en cada momento de nuestra historia individual y colectiva. Y seremos también todos los que tengamos que involucrarnos para ir fomentando un ambiente libre de violencia. En efecto, una sociedad carente de paz es signo de que se ha roto el respeto para los demás —asesinatos, agresiones, etc.— y para uno mismo —suicidio—. Y quizás se deba a que hay una gran ausencia de valores humanos y una ausencia de Dios.

Un antiguo proverbio chino sostiene que «no hay paz en el mundo sin paz entre los pueblos; no hay paz entre los pueblos si no hay paz en la familia; no hay paz en la familia sin paz en mí, y no hay paz en mí sin paz con Dios». Jesús resucitado se manifestaba precisamente con este saludo a los discípulos: «la paz con ustedes» (Jn 20,19). Es tiempo de construir paz.

Hay que comenzar por la propia persona, a través del manejo de las propias emociones, de una sana autoestima, de una buena educación, fomentando la cultura y la espiritualidad, manejando la ira para reconducirla hacia la bondad. Sabiendo perdonar y dando el primer paso hacia la reconciliación.

Luego mirar hacia la familia. Una sana relación con la pareja, donde, a pesar de las discusiones, se busque que al final de la jornada siempre se hagan las paces. Una buena educación de los hijos, evitando lenguajes y conductas agresivas, enseñando valores como la amistad y la sencillez, construyendo lazos que unan, promoviendo el servicio de buena gana, fomentando la oración.

Cosas tan básicas como la elección de buena música evitan actitudes violentas. ¿Por qué siguen fascinando tanto los narcocorridos que encumbran como héroes a personas violentas? ¿Por qué llaman tanto la atención canciones que promueven la infidelidad o los comportamientos dañinos? Y lo mismo podríamos aplicar a esa nueva camada de series televisivas con títulos que ya insinúan vicios. Y no hay que asustarnos, pero sí hay que pensar. ¿Por qué apruebo y hasta promuevo este tipo de manifestaciones en mi familia mientras reniego de la realidad social? Una cosa lleva a la otra y así se va fomentando el espiral de violencia en el que nos encontramos inmersos.

Hay que promover, también, una relación de respeto hacia los demás. Puede haber cosas en las que no esté de acuerdo, pero la violencia jamás será una herramienta adecuada para solucionarlo. Independientemente de ideologías, condiciones socioeconómicas, género o religión, estamos llamados al respeto y al diálogo. También a saber aceptar las críticas y a tener una voz que resuene en contra de la injusticia y la opresión.

Basta de tratar de solucionar todo a través de la imposición y la violencia. Basta de asesinatos y agresiones. Promovamos una cultura de paz a través de las buenas costumbres, las virtudes, la educación, la cultura y la espiritualidad. Que no haya un solo periodista, obrero, madre de familia, sacerdote, profesor, etc., que sea asesinado. Antes bien, que la paz de cada uno se irradie a la familia, el círculo de amigos y, en última instancia, a toda la sociedad.

Otra violencia es posible: la del amor. Con ella construyamos la civilización de la fraternidad y la solidaridad. Parece utópico, pero si no nos lanzamos decididamente hacia ello permaneceremos siempre en la mediocridad o la pasividad. Nunca jamás los unos contra los otros, sino los unos con los otros y por los otros. Twitter: @Noesov

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