/ jueves 19 de mayo de 2022

Justicia, una virtud divina

No hay un solo tipo de justicia, para muchos existen por lo menos dos. Está la justicia de los hombres, que es imperfecta, pero siempre mejorable y una justicia divina, en principio perfecta, pero en ocasiones inasible e incomprensible, por lo que no siempre estos dos tipos de justicia van de la mano.

Desde tiempos remotos, la personificación de la justicia en diferentes divinidades antiguas se tradujo a partir del medievo en la justicia divina, es decir, el poder de Dios para impartir esta virtud.

Los designios de las divinidades no son siempre explícitos y la teodicea o justicia divina no suele tener lugar al mismo tiempo que la humana, sobre todo, si tomamos en cuenta que la justicia divina fue pensada por los humanos como una solución al problema de la injusticia terrenal.

Esta justicia se ha representado tomando como referencia la visualidad propia de la justicia humana, compartiendo algunos atributos y sus significados, pero también añadiendo algunos propios que la distinguen de esta. Aunque su representación se originó en el medievo, su presencia se incrementó a partir de la Edad Moderna como consecuencia de la secularización de la justicia.

El origen, la continuidad y variación de su imagen a lo largo de la historia también ha sido de interés para numerosos estudios, aunque con especial interés por la “ceguera” de la justicia.

En la antigua Grecia, Platón incluyó la justicia como uno de los pilares fundamentales que debía poseer toda ciudad, mientras que Aristóteles profundizó más en el término de justicia definiéndola como la virtud del alma que se manifiesta en la distribución de las cosas según el mérito propio de cada uno.

Durante la Edad Media, San Ambrosio la explicó como la virtud que da a cada uno lo suyo; San Agustín la enalteció como virtud al servicio de Dios, mediante la cual el hombre es regido para acercarse al bien, mientras que Santo Tomás de Aquino, la definió como la virtud humana que hace bueno el acto humano y bueno al hombre mismo y ya que la justicia rectifica las operaciones humanas, es notorio que hace buena la obra del hombre.

Además de las consideraciones filosóficas, la impartición de justicia fue identificada mediante diferentes divinidades, lo que se mantuvo en la Edad Media y con la adaptación del pensamiento antiguo al cristianismo, este concepto fue asociado a Dios por su capacidad de impartirla, donde Dios y la justicia eran iguales y la justicia humana tenía que estar inspirada en la divina.

Con ello, surgieron también imágenes de la justicia divina, como la que surgió en el medievo, cuando se visualizó mediante una balanza sostenida por la Dextera Domini que desciende desde el Cielo.

La balanza fue entonces, el primer atributo y principal de la justicia, ya que constituye una metáfora visual del equilibrio que la caracteriza, luego, también se le agregó una espada, como instrumento de ejecución de la justicia divina y la luz solar, como representación de la verdad.

Además del sol, la justicia divina suele situarse sobre un globo terráqueo ya que esta virtud reina en el mundo, honor que le concede el estar coronada y así, se alza entre las nubes como la más poderosa de las virtudes mientras sostiene, encadenados, a los siete pecados capitales.

Para muchas religiones la justicia divina existe en el más allá y que después de la muerte Dios juzgará por sus acciones a todos, con consecuencias para algunos el castigo en el infierno y otros la gloria del paraíso celestial. No esperemos a ese momento, seamos justos ahora en la Tierra para entonces, poder ganar el cielo.

No hay un solo tipo de justicia, para muchos existen por lo menos dos. Está la justicia de los hombres, que es imperfecta, pero siempre mejorable y una justicia divina, en principio perfecta, pero en ocasiones inasible e incomprensible, por lo que no siempre estos dos tipos de justicia van de la mano.

Desde tiempos remotos, la personificación de la justicia en diferentes divinidades antiguas se tradujo a partir del medievo en la justicia divina, es decir, el poder de Dios para impartir esta virtud.

Los designios de las divinidades no son siempre explícitos y la teodicea o justicia divina no suele tener lugar al mismo tiempo que la humana, sobre todo, si tomamos en cuenta que la justicia divina fue pensada por los humanos como una solución al problema de la injusticia terrenal.

Esta justicia se ha representado tomando como referencia la visualidad propia de la justicia humana, compartiendo algunos atributos y sus significados, pero también añadiendo algunos propios que la distinguen de esta. Aunque su representación se originó en el medievo, su presencia se incrementó a partir de la Edad Moderna como consecuencia de la secularización de la justicia.

El origen, la continuidad y variación de su imagen a lo largo de la historia también ha sido de interés para numerosos estudios, aunque con especial interés por la “ceguera” de la justicia.

En la antigua Grecia, Platón incluyó la justicia como uno de los pilares fundamentales que debía poseer toda ciudad, mientras que Aristóteles profundizó más en el término de justicia definiéndola como la virtud del alma que se manifiesta en la distribución de las cosas según el mérito propio de cada uno.

Durante la Edad Media, San Ambrosio la explicó como la virtud que da a cada uno lo suyo; San Agustín la enalteció como virtud al servicio de Dios, mediante la cual el hombre es regido para acercarse al bien, mientras que Santo Tomás de Aquino, la definió como la virtud humana que hace bueno el acto humano y bueno al hombre mismo y ya que la justicia rectifica las operaciones humanas, es notorio que hace buena la obra del hombre.

Además de las consideraciones filosóficas, la impartición de justicia fue identificada mediante diferentes divinidades, lo que se mantuvo en la Edad Media y con la adaptación del pensamiento antiguo al cristianismo, este concepto fue asociado a Dios por su capacidad de impartirla, donde Dios y la justicia eran iguales y la justicia humana tenía que estar inspirada en la divina.

Con ello, surgieron también imágenes de la justicia divina, como la que surgió en el medievo, cuando se visualizó mediante una balanza sostenida por la Dextera Domini que desciende desde el Cielo.

La balanza fue entonces, el primer atributo y principal de la justicia, ya que constituye una metáfora visual del equilibrio que la caracteriza, luego, también se le agregó una espada, como instrumento de ejecución de la justicia divina y la luz solar, como representación de la verdad.

Además del sol, la justicia divina suele situarse sobre un globo terráqueo ya que esta virtud reina en el mundo, honor que le concede el estar coronada y así, se alza entre las nubes como la más poderosa de las virtudes mientras sostiene, encadenados, a los siete pecados capitales.

Para muchas religiones la justicia divina existe en el más allá y que después de la muerte Dios juzgará por sus acciones a todos, con consecuencias para algunos el castigo en el infierno y otros la gloria del paraíso celestial. No esperemos a ese momento, seamos justos ahora en la Tierra para entonces, poder ganar el cielo.