Sin éxitos gubernamentales que presumir, López Obrador se prepara en lo que sí sabe hacer: Una elección usando todos los recursos gubernamentales y una gran propaganda que busque desprestigiar a la oposición y a quienes se perfilan como sus candidatos.
Usará, no lo dudemos, los aparatos de inteligencia del Estado mexicano, las fiscalías de los estados ahora gobernados por Morena, la unidad de inteligencia financiera y por supuesto el aparato gubernamental y todos los recursos humanos y financieros que sean necesarios, no será una elección en competencia democrática, sino una gubernamental y clientelar.
Ya desde ahora el presidente y sus huestes explotan el miedo de los beneficiarios de programas sociales a que se quedarán sin ellos si la oposición gana, una mentira más porque bien sabemos que ya dichos programas son de carácter constitucional y nadie podrá eliminarlos, al contrario bien se haría en reglamentar que para no perder su poder adquisitivo se vayan mínimamente aumentando conforme la tasa de inflación reportada por un órgano constitucional autónomo como lo es Banco de México.
Pero también hay que señalar que para repartir es necesario que la economía crezca y de eso no ha existido nada en este gobierno; al contrario, si decíamos que en los últimos sexenios de este milenio el crecimiento fue mediocre porque fue en promedio del 2%, ni de eso podrá presumir López Obrador, Morena y sus candidatos, ya que en lo que va de su sexenio el promedio no alcanza ni al 1%.
Ahora bien, también hay que decir que no basta crecer sino además el sentido del crecimiento, que la riqueza generada sea repartida entre los miembros de la sociedad, es decir que sea inclusivo, que sea sustentable, y que sea con un sentido de hacia dónde queremos orientar ese crecimiento, es decir qué tipo de desarrollo queremos para nuestro país en el marco del capitalismo actual y obvio frente a eso López y su partido no alcanza a visualizarlo, ya que para ellos sólo el reparto de dinero con un sentido clientelar es lo que les importa con tal de mantener el poder, así ha sido en este sexenio el recorte presupuestal, la desaparición de programas y dependencias para dedicarlo a este objetivo y seguramente el macro endeudamiento, si, el endeudamiento que el presidente se niega a reconocer que ha hecho y se propone hacer además el próximo año que llegará a más de 2 billones 306 mil millones de pesos.
El crujir de las finanzas públicas se hace ya escuchar porque además existe la crisis estructural que venía arrastrando y el incremento descomunal de la deuda de Pemex en el obradorato amén de la “bomba” de las pensiones que sin duda con el crecimiento económico que se espera el próximo año en medio de una incertidumbre y contexto internacional difícil, independientemente del resultado electoral el dinero público no alcanza ni estará destinado a emprender proyectos de desarrollo que potencien el crecimiento del PIB o que se piense que en el corto plazo se sanearan las finanzas, sino que el único objetivo es ganar las elecciones de parte de Morena, es decir destinar el gasto público al clientelismo político.
Por ello el gasto social alcanzará la cifra de 3 billones 756 mil millones de pesos y no tengamos la duda de que sin ética o decoro se usará para ganar voluntades electorales.
Con un país en manos de la delincuencia por la omisión o complicidad gubernamental o las dos cosas, el comportamiento de los ciudadanos estará entonces condicionado por ese enmarque y sin duda la campaña de propaganda y en no pocos casos las amenazas a los beneficiarios con recursos públicos por medios de los programas sociales estará presente en la que será la elección más grande de nuestra historia, así que frente a ello la ingenuidad no debe de caber en la oposición de que se enfrenta a una elección con un adversario que ha usado (hasta entre ellos según lo ha denunciado Marcelo Ebrard) y más que nunca usará el próximo año.