/ viernes 25 de junio de 2021

Los amarres

Un famoso profesional de la mercadotecnia político-electoral afirma: “En política no hay traiciones, sólo amarres”. Así que, de acuerdo a esta premisa, las y los políticos locales cuando los dejen “colgados de la brocha” no piensen que hubo traición, sólo fueron amarres en lo oscurito de las cúpulas del poder y de los partidos.

Haberlo dicho antes. De hoy en adelante nada de traiciones, sólo amarres. También dejaremos de recomendar la obra maestra del cine del director Francis Ford Coppola, la famosa trilogía El Padrino, que para muchos “es el retrato hablado” de las traiciones que ha habido en la clase política mexicana por tener el poder.

Como esta columna no es un ensayo sobre las traiciones históricas de la clase política desde la revolución mexicana y la posrevolución, sólo mencionaremos algunos casos emblemáticos. Por ejemplo: Victoriano Huerta no traicionó a Francisco I. Madero y terminó asesinándolo, Huerta sólo hizo amarres cuando el embajador de Estados Unidos en esa época, Henrry Lane Wilson.

El tema del general Emiliano Zapata, fue emboscado por Jesús María Guajardo Martínez, quien privó de la vida al caudillo del sur, claro que eso no fue una traición, fueron amarres con Venustiano Carranza. Lo mismo los crímenes en Huitzilac, Morelos, donde perdieron la vida, entre otros, el general Francisco R. Serrano; fueron amarres. El mismo asesinato de Álvaro Obregón, y no se diga los amarres que se hicieron para en una emboscada asesinar al general Francisco Villa en Parral, Chihuahua. El general J. Agustín Castro se encargó de los amarres de estos hechos.

Si usted piensa que en política no hay traiciones, está en su derecho. La historia política reciente de México nos da otros ejemplos: ¿Recuerda usted las frases de Carlos Salinas de Gortari, “no se hagan bolas”, “ni los veo ni los oigo”? Se dieron en el contexto de la sucesión presidencial. Todos daban por hecho que el candidato sería Manuel Camacho Solís, y al final fue Luis Donaldo Colosio.

Camacho Solís por supuesto que se sintió traicionado por Carlos Salinas, y no creemos que esa decisión se le pueda considerar como los famosos amarres. Y ya encarrerado el gato, ¿Quién hizo los amarres para asesinar a Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas? Claro que su muerte fue una traición y un complot que le costó la vida, y a esto, con la pena, pero no se le puede llamar amarres.

¿Y en nuestra clase política local ha habido amarres o traiciones? Uno de los casos más emblemáticos, hablando de mujeres y de traiciones, es el de Carlos Herrera Araluce. Parafraseando el corrido: Un día catorce de diciembre, como me duele esa fecha, a don Carlos Herrera lo esperaba una asamblea. Don Carlos ya se sentía con la candidatura en la bolsa y desde tiempo atrás, el jefe político del PRI y del Estado le había asegurado: “Tú eres el candidato, la asamblea del catorce de diciembre sólo será un requisito para guardar las formas del partido”. Pero entró la famosa operación llamada “Las Águilas”. Los delegados fueron llevados a Mazatlán y a otras partes, y el “mero día de la boda” don Carlos Herrera no fue traicionado, sólo se hicieron amarres para sacarlo de la jugada.

Leticia Herrera Ale podría darnos más información, ya que vivió ese episodio.

Otro actor político que “ya volvió de donde andaba” es Adán Soria Ramírez, que por haber amarres y no traiciones, tuvo unos días de pesadilla por acusaciones de supuestos delitos en su contra. Conclusión: Una cosa son los amarres y otra son las traiciones. El caso de Luly Martínez, ahí no hubo traiciones: sólo “amarres perros”. Esto pasó en el distrito federal 03. La sociedad sí sabe diferenciar muy bien una cosa de la otra.

Un famoso profesional de la mercadotecnia político-electoral afirma: “En política no hay traiciones, sólo amarres”. Así que, de acuerdo a esta premisa, las y los políticos locales cuando los dejen “colgados de la brocha” no piensen que hubo traición, sólo fueron amarres en lo oscurito de las cúpulas del poder y de los partidos.

Haberlo dicho antes. De hoy en adelante nada de traiciones, sólo amarres. También dejaremos de recomendar la obra maestra del cine del director Francis Ford Coppola, la famosa trilogía El Padrino, que para muchos “es el retrato hablado” de las traiciones que ha habido en la clase política mexicana por tener el poder.

Como esta columna no es un ensayo sobre las traiciones históricas de la clase política desde la revolución mexicana y la posrevolución, sólo mencionaremos algunos casos emblemáticos. Por ejemplo: Victoriano Huerta no traicionó a Francisco I. Madero y terminó asesinándolo, Huerta sólo hizo amarres cuando el embajador de Estados Unidos en esa época, Henrry Lane Wilson.

El tema del general Emiliano Zapata, fue emboscado por Jesús María Guajardo Martínez, quien privó de la vida al caudillo del sur, claro que eso no fue una traición, fueron amarres con Venustiano Carranza. Lo mismo los crímenes en Huitzilac, Morelos, donde perdieron la vida, entre otros, el general Francisco R. Serrano; fueron amarres. El mismo asesinato de Álvaro Obregón, y no se diga los amarres que se hicieron para en una emboscada asesinar al general Francisco Villa en Parral, Chihuahua. El general J. Agustín Castro se encargó de los amarres de estos hechos.

Si usted piensa que en política no hay traiciones, está en su derecho. La historia política reciente de México nos da otros ejemplos: ¿Recuerda usted las frases de Carlos Salinas de Gortari, “no se hagan bolas”, “ni los veo ni los oigo”? Se dieron en el contexto de la sucesión presidencial. Todos daban por hecho que el candidato sería Manuel Camacho Solís, y al final fue Luis Donaldo Colosio.

Camacho Solís por supuesto que se sintió traicionado por Carlos Salinas, y no creemos que esa decisión se le pueda considerar como los famosos amarres. Y ya encarrerado el gato, ¿Quién hizo los amarres para asesinar a Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas? Claro que su muerte fue una traición y un complot que le costó la vida, y a esto, con la pena, pero no se le puede llamar amarres.

¿Y en nuestra clase política local ha habido amarres o traiciones? Uno de los casos más emblemáticos, hablando de mujeres y de traiciones, es el de Carlos Herrera Araluce. Parafraseando el corrido: Un día catorce de diciembre, como me duele esa fecha, a don Carlos Herrera lo esperaba una asamblea. Don Carlos ya se sentía con la candidatura en la bolsa y desde tiempo atrás, el jefe político del PRI y del Estado le había asegurado: “Tú eres el candidato, la asamblea del catorce de diciembre sólo será un requisito para guardar las formas del partido”. Pero entró la famosa operación llamada “Las Águilas”. Los delegados fueron llevados a Mazatlán y a otras partes, y el “mero día de la boda” don Carlos Herrera no fue traicionado, sólo se hicieron amarres para sacarlo de la jugada.

Leticia Herrera Ale podría darnos más información, ya que vivió ese episodio.

Otro actor político que “ya volvió de donde andaba” es Adán Soria Ramírez, que por haber amarres y no traiciones, tuvo unos días de pesadilla por acusaciones de supuestos delitos en su contra. Conclusión: Una cosa son los amarres y otra son las traiciones. El caso de Luly Martínez, ahí no hubo traiciones: sólo “amarres perros”. Esto pasó en el distrito federal 03. La sociedad sí sabe diferenciar muy bien una cosa de la otra.