/ jueves 6 de junio de 2019

Los priistas que se quedaron le ganaron a los que se fueron

“Pa’ los toros del jaral, los caballos de allá mismo”

Por irónico que parezca, el PRI tuvo dos candidatos en la pasada contienda electoral en el municipio de Durango: Arturo Yáñez y Otniel García Navarro. Cada uno de ellos representando intereses y grupos distintos. Otniel al grupo de Herrera Caldera, y “La Guadaña”, por las circunstancias al grupo de Ismael Hernández Deras, que se la jugó junto con Enrique Benítez Ojeda hasta el final.

No perdió Morena, perdieron los que se fueron del PRI pensando que con Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República los haría ganadores en automático.

Parafraseando a Juan Gabriel, ya vieron que no fue así. Hoy, a unos días de las elecciones, vemos que los números no mienten. “La izquierda que unida jamás sería vencida”, representada por Gonzalo y Otniel obtuvieron entre los dos 42 mil votos, lejos de José Ramón Enríquez con 50 mil, y muy lejos del presidente municipal electo Jorge Salum del Palacio, con 72 mil votos.

Hay que recordarlo: En Durango la izquierda no existe, o que sí hay es la izquierda oportunista, electorera, de café, de copas o burocrática, pero eso sí, se pueden contar con los dedos de una mano a los de “izquierda” que se hicieron ricos prometiendo terminar con los pobres de Durango, y hoy viven en zonas residenciales y propiedades aquí y en la Ciudad de México. Si pierden una elección no les pasa nada, tienen para vivir como “fifís” toda la vida.

Sin duda hay un PRI perdedor y otro ganador, pero también los números siguen siendo el lenguaje de la política. Debemos tomar con pinzas las palabras de Enrique Benítez: “somos la segunda fuerza política del estado”. Alguien dijo por ahí que el PRI había renacido de las cenizas, y por supuesto Juan Gabriel está vivo. Si el PRI no ganó los dos municipios más importantes del Estado, donde vive la mayoría del millón seiscientos de los habitantes, los demás municipios donde ganó el PRI, como por ejemplo Peñón Blanco, Cuencamé, Tepehuanes o Pánuco de Coronado, entre otros, el número de gobernados es muy poco.

La verdadera fuerza política radica en el número de gobernados, y no en la cantidad de municipios que se ganan, donde, por cierto, en algunos de ellos bastan sólo 4 mil votos para ser presidente municipal.

El PRI, aún tomando como ciertas las declaraciones de Enrique Benítez, se quedó muy lejos de ser competitivo para 2022. Si regresan al Bicentenario, les va a costar, como dijo el clásico, sangre, sudor y lágrimas. Con su derrota, José Ramón Enríquez sigue estando en la jugada, y no se diga Jorge Salum del Palacio con su victoria.

Y ya encarrerado el gato, Gonzalo Yáñez, sí sueña con ser gobernador, si es pasión, que se le borre. El PRI con estos resultados no está muerto, sigue de parranda, y no debe ser ciego para ver la realidad.

“Pa’ los toros del jaral, los caballos de allá mismo”

Por irónico que parezca, el PRI tuvo dos candidatos en la pasada contienda electoral en el municipio de Durango: Arturo Yáñez y Otniel García Navarro. Cada uno de ellos representando intereses y grupos distintos. Otniel al grupo de Herrera Caldera, y “La Guadaña”, por las circunstancias al grupo de Ismael Hernández Deras, que se la jugó junto con Enrique Benítez Ojeda hasta el final.

No perdió Morena, perdieron los que se fueron del PRI pensando que con Andrés Manuel López Obrador como presidente de la República los haría ganadores en automático.

Parafraseando a Juan Gabriel, ya vieron que no fue así. Hoy, a unos días de las elecciones, vemos que los números no mienten. “La izquierda que unida jamás sería vencida”, representada por Gonzalo y Otniel obtuvieron entre los dos 42 mil votos, lejos de José Ramón Enríquez con 50 mil, y muy lejos del presidente municipal electo Jorge Salum del Palacio, con 72 mil votos.

Hay que recordarlo: En Durango la izquierda no existe, o que sí hay es la izquierda oportunista, electorera, de café, de copas o burocrática, pero eso sí, se pueden contar con los dedos de una mano a los de “izquierda” que se hicieron ricos prometiendo terminar con los pobres de Durango, y hoy viven en zonas residenciales y propiedades aquí y en la Ciudad de México. Si pierden una elección no les pasa nada, tienen para vivir como “fifís” toda la vida.

Sin duda hay un PRI perdedor y otro ganador, pero también los números siguen siendo el lenguaje de la política. Debemos tomar con pinzas las palabras de Enrique Benítez: “somos la segunda fuerza política del estado”. Alguien dijo por ahí que el PRI había renacido de las cenizas, y por supuesto Juan Gabriel está vivo. Si el PRI no ganó los dos municipios más importantes del Estado, donde vive la mayoría del millón seiscientos de los habitantes, los demás municipios donde ganó el PRI, como por ejemplo Peñón Blanco, Cuencamé, Tepehuanes o Pánuco de Coronado, entre otros, el número de gobernados es muy poco.

La verdadera fuerza política radica en el número de gobernados, y no en la cantidad de municipios que se ganan, donde, por cierto, en algunos de ellos bastan sólo 4 mil votos para ser presidente municipal.

El PRI, aún tomando como ciertas las declaraciones de Enrique Benítez, se quedó muy lejos de ser competitivo para 2022. Si regresan al Bicentenario, les va a costar, como dijo el clásico, sangre, sudor y lágrimas. Con su derrota, José Ramón Enríquez sigue estando en la jugada, y no se diga Jorge Salum del Palacio con su victoria.

Y ya encarrerado el gato, Gonzalo Yáñez, sí sueña con ser gobernador, si es pasión, que se le borre. El PRI con estos resultados no está muerto, sigue de parranda, y no debe ser ciego para ver la realidad.