/ martes 6 de junio de 2023

Requerimos una actualidad más justa

La juventud actual se encuentra ante el dilema de escoger entre la vagancia y sus obligaciones. De un lado el deber, la razón y la conciencia y, del otro, ser vagabundo, vicioso, holgazán, criminal.

He aquí el gran esfuerzo de los padres de familia del cultivo de la idoneidad desde pequeños para infundirles paulatinamente una grata y justificada subordinación a los argumentos del mejor comportamiento.

Vivimos una actualidad que nos divide entre adultos que la vida misma con sus altibajos a veces feroces, nos concierta o nos obliga a enderezar el camino para entendernos y tratar de concebir a los demás aun en sus actos reprobados, con el afán de favorecerlos a través de la indulgencia. Por la otra parte, mancebos inexorables que no aceptan subordinación alguna y se aferran a su fuero que se presta a sus intereses para no acatar decisiones importantes que contradicen su futuro en detrimento de importantes determinaciones.

Al paso que vamos, nosotros tal como padres nos estamos haciendo daño y, permitiendo que nuestros jóvenes se forjen un destino nocivo para su existencia progresiva. No permitamos que esto suceda y antes de que el mal más avance, enfrentémonos al problema con toda nuestra autoridad de padres de familia y, no permitamos que nuestros hijos se amparen a ciertos criterios para sacudirse responsabilidades.

Un derecho es la facultad de exigir respeto a nuestra dignidad humana, donde debe reinar la paz del alma. Podemos también decir que de nada sirven las leyes si no se castiga como corresponde a los delincuentes. La confianza en sí mismo es el secreto del justo. Los grandes hombres no nacen, se hacen. El cuidado debido a los pobres es incumbencia de toda la sociedad. Si la autoridad no tiene orejas para escuchar, no tiene cabeza para gobernar.

La juventud actual se encuentra ante el dilema de escoger entre la vagancia y sus obligaciones. De un lado el deber, la razón y la conciencia y, del otro, ser vagabundo, vicioso, holgazán, criminal.

He aquí el gran esfuerzo de los padres de familia del cultivo de la idoneidad desde pequeños para infundirles paulatinamente una grata y justificada subordinación a los argumentos del mejor comportamiento.

Vivimos una actualidad que nos divide entre adultos que la vida misma con sus altibajos a veces feroces, nos concierta o nos obliga a enderezar el camino para entendernos y tratar de concebir a los demás aun en sus actos reprobados, con el afán de favorecerlos a través de la indulgencia. Por la otra parte, mancebos inexorables que no aceptan subordinación alguna y se aferran a su fuero que se presta a sus intereses para no acatar decisiones importantes que contradicen su futuro en detrimento de importantes determinaciones.

Al paso que vamos, nosotros tal como padres nos estamos haciendo daño y, permitiendo que nuestros jóvenes se forjen un destino nocivo para su existencia progresiva. No permitamos que esto suceda y antes de que el mal más avance, enfrentémonos al problema con toda nuestra autoridad de padres de familia y, no permitamos que nuestros hijos se amparen a ciertos criterios para sacudirse responsabilidades.

Un derecho es la facultad de exigir respeto a nuestra dignidad humana, donde debe reinar la paz del alma. Podemos también decir que de nada sirven las leyes si no se castiga como corresponde a los delincuentes. La confianza en sí mismo es el secreto del justo. Los grandes hombres no nacen, se hacen. El cuidado debido a los pobres es incumbencia de toda la sociedad. Si la autoridad no tiene orejas para escuchar, no tiene cabeza para gobernar.