/ lunes 15 de febrero de 2021

Dominémonos a sí mismos

Es deber de los padres de familia explicar a sus hijos adolescentes las verdades fundamentales sobre la vida y sus obligaciones ante la familia y la sociedad.

Mediante el buen ejemplo enseñemos a nuestros hijos que su bienestar espiritual es lo más importante en la vida. Infundámosles el respeto a las personas, a la ley, al orden, a la propiedad ajena y la debida atención a nuestros deberes. El importante valor de ser humanos no está en rendirse sin luchar ante los problemas y dificultades, sino en enfrentarse con decisión y esperanza en busca de mejores soluciones. Inculquemos a nuestros hijos el sentido de responsabilidad y se conviertan en personas dignas, comprometidas y justas.

Si queremos vivir bien sintamos en verdad el auténtico sentido de la humildad, no la deshonremos; pues radica en perdonar a quienes nos han agraviado y, aun así, tratar de convivir con ellos sinceramente. Eduquemos a los hijos en la buena competitividad y correcto proceder, ganen, pierdan o empaten. Que aprendan a reír pero también a llorar, que avancen hacia el futuro tomando en cuenta las experiencias del pasado. Todo un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, humilde y magnánimo en la victoria.

Una persona educada es cortés, amable, pero jamás rastrera; en cambio un individuo vulgar es descortés y servil. Las buenas obras que se hacen para ayudar a los indigentes son fruto del amor y la bondad. La verdadera base de la educación es la habilidad y la buena voluntad de servir, cooperar con los demás y, esto se logra con dulzura y amor al prójimo. Seamos fieles en el cumplimiento de nuestros deberes, realicemos nuestro trabajo con disposición y entrega, sabiendo que nuestro futuro depende de él.

Ser hombre es comprender que la vida no es algo hecho sino que es la oportunidad para hacer lo debido y lo mejor posible. La amistad (verdadera por supuesto), es el más noble y humilde de los sentimientos que crece al amparo del desinterés, encontrando sitio junto al amor porque la amistad es afición. Además, no se conquista, no se impone; se cultiva como una planta, se abona con pequeños detalles de cortesía, de ternura y de lealtad; se riega con las aguas salidas con voluntad y afecto silencioso. La amistad todo lo allana: No importa las distancias ni las diferencias de niveles sociales, de los años o de las culturas.

Olvidemos los errores del pasado y luchemos por las grandes esperanzas del futuro. El mundo necesita seres humanos que conozcan su deber en el hogar, en el trabajo y que cumplan con honestidad. Existen personas pobres que con amabilidad brindan sonrisas; que sufren y en cambio muestran alegría; que son incomprendidas y saben comprender; personas bondadosas que a todos tienen algo que dar; personas perseguidas que saben perdonar. Démonos tiempo para reír es la música del alma. Agradezcamos todos los favores, lo mismo pequeños que grandes.

El amor es, entre todos los sentimientos del alma, el que más se parece a la eternidad y el que más nos acerca a ella. El amor, a los jóvenes los hace vivir, a los adultos soñar y, a los ancianos suspirar. Mostremos a nuestros hijos el buen camino pero por medio del ejemplo. Se necesita valor para vivir honradamente con nuestros recursos si podemos hacerlo y no a expensas de otros. El no tener tolerancia ante las evidentes debilidades de los demás es también injusto. Por supuesto que es un grave error considerar que todas nuestras acciones son perfectas. Por último huyamos de la chismografía y no nos mezclemos en asuntos personales y privados. Seamos íntegros, correctos, sinceros y leales.

Es deber de los padres de familia explicar a sus hijos adolescentes las verdades fundamentales sobre la vida y sus obligaciones ante la familia y la sociedad.

Mediante el buen ejemplo enseñemos a nuestros hijos que su bienestar espiritual es lo más importante en la vida. Infundámosles el respeto a las personas, a la ley, al orden, a la propiedad ajena y la debida atención a nuestros deberes. El importante valor de ser humanos no está en rendirse sin luchar ante los problemas y dificultades, sino en enfrentarse con decisión y esperanza en busca de mejores soluciones. Inculquemos a nuestros hijos el sentido de responsabilidad y se conviertan en personas dignas, comprometidas y justas.

Si queremos vivir bien sintamos en verdad el auténtico sentido de la humildad, no la deshonremos; pues radica en perdonar a quienes nos han agraviado y, aun así, tratar de convivir con ellos sinceramente. Eduquemos a los hijos en la buena competitividad y correcto proceder, ganen, pierdan o empaten. Que aprendan a reír pero también a llorar, que avancen hacia el futuro tomando en cuenta las experiencias del pasado. Todo un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota, humilde y magnánimo en la victoria.

Una persona educada es cortés, amable, pero jamás rastrera; en cambio un individuo vulgar es descortés y servil. Las buenas obras que se hacen para ayudar a los indigentes son fruto del amor y la bondad. La verdadera base de la educación es la habilidad y la buena voluntad de servir, cooperar con los demás y, esto se logra con dulzura y amor al prójimo. Seamos fieles en el cumplimiento de nuestros deberes, realicemos nuestro trabajo con disposición y entrega, sabiendo que nuestro futuro depende de él.

Ser hombre es comprender que la vida no es algo hecho sino que es la oportunidad para hacer lo debido y lo mejor posible. La amistad (verdadera por supuesto), es el más noble y humilde de los sentimientos que crece al amparo del desinterés, encontrando sitio junto al amor porque la amistad es afición. Además, no se conquista, no se impone; se cultiva como una planta, se abona con pequeños detalles de cortesía, de ternura y de lealtad; se riega con las aguas salidas con voluntad y afecto silencioso. La amistad todo lo allana: No importa las distancias ni las diferencias de niveles sociales, de los años o de las culturas.

Olvidemos los errores del pasado y luchemos por las grandes esperanzas del futuro. El mundo necesita seres humanos que conozcan su deber en el hogar, en el trabajo y que cumplan con honestidad. Existen personas pobres que con amabilidad brindan sonrisas; que sufren y en cambio muestran alegría; que son incomprendidas y saben comprender; personas bondadosas que a todos tienen algo que dar; personas perseguidas que saben perdonar. Démonos tiempo para reír es la música del alma. Agradezcamos todos los favores, lo mismo pequeños que grandes.

El amor es, entre todos los sentimientos del alma, el que más se parece a la eternidad y el que más nos acerca a ella. El amor, a los jóvenes los hace vivir, a los adultos soñar y, a los ancianos suspirar. Mostremos a nuestros hijos el buen camino pero por medio del ejemplo. Se necesita valor para vivir honradamente con nuestros recursos si podemos hacerlo y no a expensas de otros. El no tener tolerancia ante las evidentes debilidades de los demás es también injusto. Por supuesto que es un grave error considerar que todas nuestras acciones son perfectas. Por último huyamos de la chismografía y no nos mezclemos en asuntos personales y privados. Seamos íntegros, correctos, sinceros y leales.