/ jueves 15 de agosto de 2019

¿Se acabarán los intocables en este país?

Al menos por primera vez un presidente de la República cumple una promesa de campaña: Tratar de acabar con la corrupción. En México, la élite política en el poder ha sido históricamente corrupta.

En la mayoría de los casos, aunque ha habido investigaciones y denuncias, nunca se llegó al fondo de las cosas, recordemos, por ejemplo, la Estela de Luz en los tiempos de Felipe Calderón. El presidente López Obrador, con astucia y oficio político les hizo creer a los que se conocen como la mafia del poder, aquellas palabras: Amor y paz, borrón y cuenta nueva, yo no busco venganza, no voy a perder el tiempo buscando culpables. Parafraseando a Peña Nieto: No se preocupen, aguanten.

Pero como diría Juan Gabriel, ya ven que no fue así. Uno de los ejes de la ‘cuarta transformación’ es, sin duda, que los actos de corrupción por parte de funcionarios públicos no acaben siempre como terminan: En la impunidad. En una ocasión, Mario Moreno “Cantinflas” comentó “México era el cuerno de la abundancia, sólo que los políticos se quedaron con la abundancia y al pueblo le dejaron sólo el cuerno”.

No pocos opinan que si en México no existiera una clase política altamente corrupta, este país no estuviera en las condiciones políticas, económicas y sociales que estamos viviendo. De ese tamaño es la gravedad del problema de la corrupción. En los primeros meses de gobierno del presidente López Obrador, la clase política del sexenio pasado estaba tranquila, relajada, en bodas, en revistas, el jet set y la dolce vita. Muchos aseguraban que había un pacto entre Peña Nieto y López Obrador para tenderle al tabasqueño la alfombra roja al Palacio Nacional. Si así hubiera sido, entonces AMLO engañó a Peña Nieto.

El presidente sabe que el pueblo perdona, pero no olvida. Ha dicho que no ambiciona el poder y no es corrupto. Partiendo de esta premisa, López Obrador tiene la calidad moral y política para encabezar la lucha en contra de la corrupción. Y qué mejor que comenzar con la famosa estafa maestra, por la cual Rosario Robles se encuentra en prisión preventiva justificada.

Hemos visto últimamente a exgobernadores en problemas legales como el de Veracruz, Chihuahua o Tamaulipas, pero nunca a una exsecretaria de Estado vinculada a proceso por uso indebido de la función pública. ¿Qué significa Rosario Robles por su supuesta omisión y dolo en la estafa maestra? Sólo hay una razón, por primera vez podíamos ver a funcionarios de primer nivel, de segunda y hasta de tercera teniendo serios problemas por la estafa maestra, que es en realidad una red de corrupción perversa.

Vincular a proceso a Rosario Robles no es ninguna casualidad, también por primera vez, al menos desde los gobiernos de la posrevolución, estamos ante una posibilidad de ver a un expresidente de México vinculado a proceso para que responda por supuestos actos de corrupción ante los órganos competentes.

Se comenta que la “estafa maestra” puede llevar a otra: La operación Zafiro, y ya encarrerado el gato, gente del sexenio pasado no sería ajena a dicha operación, que no es otra cosa que el desvío de recursos públicos para financiar las campañas del PRI en algunos estados de la República. Ahora sí que los carniceros de ayer pongan su menudo a remojar, y si no tienen, entonces sus barbas.

Al menos por primera vez un presidente de la República cumple una promesa de campaña: Tratar de acabar con la corrupción. En México, la élite política en el poder ha sido históricamente corrupta.

En la mayoría de los casos, aunque ha habido investigaciones y denuncias, nunca se llegó al fondo de las cosas, recordemos, por ejemplo, la Estela de Luz en los tiempos de Felipe Calderón. El presidente López Obrador, con astucia y oficio político les hizo creer a los que se conocen como la mafia del poder, aquellas palabras: Amor y paz, borrón y cuenta nueva, yo no busco venganza, no voy a perder el tiempo buscando culpables. Parafraseando a Peña Nieto: No se preocupen, aguanten.

Pero como diría Juan Gabriel, ya ven que no fue así. Uno de los ejes de la ‘cuarta transformación’ es, sin duda, que los actos de corrupción por parte de funcionarios públicos no acaben siempre como terminan: En la impunidad. En una ocasión, Mario Moreno “Cantinflas” comentó “México era el cuerno de la abundancia, sólo que los políticos se quedaron con la abundancia y al pueblo le dejaron sólo el cuerno”.

No pocos opinan que si en México no existiera una clase política altamente corrupta, este país no estuviera en las condiciones políticas, económicas y sociales que estamos viviendo. De ese tamaño es la gravedad del problema de la corrupción. En los primeros meses de gobierno del presidente López Obrador, la clase política del sexenio pasado estaba tranquila, relajada, en bodas, en revistas, el jet set y la dolce vita. Muchos aseguraban que había un pacto entre Peña Nieto y López Obrador para tenderle al tabasqueño la alfombra roja al Palacio Nacional. Si así hubiera sido, entonces AMLO engañó a Peña Nieto.

El presidente sabe que el pueblo perdona, pero no olvida. Ha dicho que no ambiciona el poder y no es corrupto. Partiendo de esta premisa, López Obrador tiene la calidad moral y política para encabezar la lucha en contra de la corrupción. Y qué mejor que comenzar con la famosa estafa maestra, por la cual Rosario Robles se encuentra en prisión preventiva justificada.

Hemos visto últimamente a exgobernadores en problemas legales como el de Veracruz, Chihuahua o Tamaulipas, pero nunca a una exsecretaria de Estado vinculada a proceso por uso indebido de la función pública. ¿Qué significa Rosario Robles por su supuesta omisión y dolo en la estafa maestra? Sólo hay una razón, por primera vez podíamos ver a funcionarios de primer nivel, de segunda y hasta de tercera teniendo serios problemas por la estafa maestra, que es en realidad una red de corrupción perversa.

Vincular a proceso a Rosario Robles no es ninguna casualidad, también por primera vez, al menos desde los gobiernos de la posrevolución, estamos ante una posibilidad de ver a un expresidente de México vinculado a proceso para que responda por supuestos actos de corrupción ante los órganos competentes.

Se comenta que la “estafa maestra” puede llevar a otra: La operación Zafiro, y ya encarrerado el gato, gente del sexenio pasado no sería ajena a dicha operación, que no es otra cosa que el desvío de recursos públicos para financiar las campañas del PRI en algunos estados de la República. Ahora sí que los carniceros de ayer pongan su menudo a remojar, y si no tienen, entonces sus barbas.