/ miércoles 6 de julio de 2022

99.° Aniversario de la Gran Logia de Durango

Este mes de julio año, Durango honra el nonagésimo noveno aniversario del centenario fundacional, de la Gran Logia de Estado Guadalupe Victoria de Antiguos Libres y Aceptados Masones de Durango, cuyo origen se remonta al 8 de julio de 1923. Desde entonces, la masonería ha permanecido vigente en Durango, que va desde la etapa independiente de México hasta nuestros días. Si bien es cierto, esta fraternidad no ha logrado sustraerse de las agitaciones de la tradicional amalgama entre la política y la religión, su perseverancia y firmeza ha sido un distintivo claro en su persistente labor en Durango.

La masonería es una institución democrática en su organización, cuyo objetivo fundamental ha sido a lo largo de la historia una fraternidad donde se practica la moral universal, el trabajo, la beneficencia e investigación de la verdad, además de auspiciar el desarrollo de las ciencias y las artes. Sin embargo, en Durango el tema de la masonería continúa siendo un rubro marginal; por un lado, su manejo reservado respecto a los trabajos internos de las logias ha permitido especulaciones en ocasiones absurdas que han ofendido la inteligencia de la hermandad masónica, por otra parte, las habituales discrepancias que ha sostenido con la clerecía mexicana. No podemos soslayar que a lo largo de este presente trabajo descolló en los masones durangueños una actitud anticlerical y de laicidad cuidadosamente acatada por los miembros de esta fraternidad.

La francmasonería provincial fue durante largos años hasta cierto punto desdeñada y un tanto manipuladas por las logias establecidas en la capital de la República. Lo anterior se puede percibir en los comunicados remitidos a Durango. Por otro lado, la serie de decisiones centralistas juramentadas como exigencia tenían que ser acatadas en toda su jurisdicción. Durango no fue la excepción, de tal suerte que los inicios fueron de enfrentamiento por algunas disposiciones tomadas desde el centro, sin el conocimiento del contexto regional, de tal manera que desde sus orígenes la Gran Logia del Valle de México direccionó las actividades a seguir, mismas que repercutieron en el quehacer de las pequeñas logias.

Al inicio de la Revolución Mexicana, surgieron de manera intempestiva algunos impulsores del liberalismo que por largo tiempo habían permanecido aletargados, lo anterior se generó a través de renovados cuadros. El vínculo por antonomasia entre la generación de la Reforma y la pre revolución se dio gracias al trabajo persistente del general Francisco O. Arce, quien a principios del siglo XX, continuó salvaguardando los principios radicales y democráticos de la Constitución de 1857 a través de La Bandera Roja; dicho periódico de reconocido espíritu democrático, continuó su difusión en el territorio durangueño hasta poco antes de su muerte en 1903; en medio de un minado grupo de liberales que intentaban a toda costa refrendar sus ideales ante la creciente conquista de espacios de sus adversarios históricos y una sociedad complaciente que observó la censurable amalgama de facto establecida entre el gobierno local y el clero católico. Por otro lado, permeó entre los durangueños la indiferencia ciudadana ante las conquistas legales plasmadas en la Constitución de 1857.

Este mes de julio año, Durango honra el nonagésimo noveno aniversario del centenario fundacional, de la Gran Logia de Estado Guadalupe Victoria de Antiguos Libres y Aceptados Masones de Durango, cuyo origen se remonta al 8 de julio de 1923. Desde entonces, la masonería ha permanecido vigente en Durango, que va desde la etapa independiente de México hasta nuestros días. Si bien es cierto, esta fraternidad no ha logrado sustraerse de las agitaciones de la tradicional amalgama entre la política y la religión, su perseverancia y firmeza ha sido un distintivo claro en su persistente labor en Durango.

La masonería es una institución democrática en su organización, cuyo objetivo fundamental ha sido a lo largo de la historia una fraternidad donde se practica la moral universal, el trabajo, la beneficencia e investigación de la verdad, además de auspiciar el desarrollo de las ciencias y las artes. Sin embargo, en Durango el tema de la masonería continúa siendo un rubro marginal; por un lado, su manejo reservado respecto a los trabajos internos de las logias ha permitido especulaciones en ocasiones absurdas que han ofendido la inteligencia de la hermandad masónica, por otra parte, las habituales discrepancias que ha sostenido con la clerecía mexicana. No podemos soslayar que a lo largo de este presente trabajo descolló en los masones durangueños una actitud anticlerical y de laicidad cuidadosamente acatada por los miembros de esta fraternidad.

La francmasonería provincial fue durante largos años hasta cierto punto desdeñada y un tanto manipuladas por las logias establecidas en la capital de la República. Lo anterior se puede percibir en los comunicados remitidos a Durango. Por otro lado, la serie de decisiones centralistas juramentadas como exigencia tenían que ser acatadas en toda su jurisdicción. Durango no fue la excepción, de tal suerte que los inicios fueron de enfrentamiento por algunas disposiciones tomadas desde el centro, sin el conocimiento del contexto regional, de tal manera que desde sus orígenes la Gran Logia del Valle de México direccionó las actividades a seguir, mismas que repercutieron en el quehacer de las pequeñas logias.

Al inicio de la Revolución Mexicana, surgieron de manera intempestiva algunos impulsores del liberalismo que por largo tiempo habían permanecido aletargados, lo anterior se generó a través de renovados cuadros. El vínculo por antonomasia entre la generación de la Reforma y la pre revolución se dio gracias al trabajo persistente del general Francisco O. Arce, quien a principios del siglo XX, continuó salvaguardando los principios radicales y democráticos de la Constitución de 1857 a través de La Bandera Roja; dicho periódico de reconocido espíritu democrático, continuó su difusión en el territorio durangueño hasta poco antes de su muerte en 1903; en medio de un minado grupo de liberales que intentaban a toda costa refrendar sus ideales ante la creciente conquista de espacios de sus adversarios históricos y una sociedad complaciente que observó la censurable amalgama de facto establecida entre el gobierno local y el clero católico. Por otro lado, permeó entre los durangueños la indiferencia ciudadana ante las conquistas legales plasmadas en la Constitución de 1857.