/ miércoles 19 de diciembre de 2018

Comentarios constitucionales

Los titulares de los órganos depositarios del poder público deben ser muy cuidadosos con las expresiones que viertan, pues generan efectos en sus seguidores y pueden propiciar enfrentamientos violentos con quienes no coincidan con ellos.

Con preocupación me he podido percatar que en la sociedad mexicana se ha acentuado la polarización política que amenaza desbordar las pasiones y generar violencia entre los partidarios del programa de gobierno encabezado por el actual presidente de la República, y quienes no simpatizan con el mismo.

Ante tal panorama urge que se lleve a cabo un proceso de diálogo entre los principales actores para transformar las relaciones conflictivas en consenso en temas que generan desacuerdo.

Un claro ejemplo de cómo la polarización política puede provocar violencia, fue la agresión que sufrió el director de Comunicación Social del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial de la Federación, al salir del edificio que alberga a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al ser confundido con un Ministro, luego de que el Ministro Presidente rindió su último informe.

Los responsables fueron personas inconformes con la actitud de los juzgadores federales, quienes no estuvieron de acuerdo en que bajen sus remuneraciones, y tampoco coincidieron en que el Ministro instructor, en la acción de inconstitucionalidad 105/2018 y su acumulada 108/2018 promovidas en contra de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, haya concedido la suspensión.

Creo que aún es tiempo de evitar que se profundice esa polarización y que, por el contrario, se revierta y que en los puntos a discusión que generen tensión por no haber acuerdos al respecto, se canalice el debate por la vía institucional y no a través de insultos y amenazas, y mucho menos a través de la violencia, la cual es reprobable en todas sus manifestaciones.

El camino para crear consensos sobre temas que pueden llegar a polarizar, es el diálogo. En la Guía Práctica de Diálogo Democrático publicada por la Organización de Estados Americanos y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, se ha referido al diálogo como “un proceso de genuina interacción mediante el cual los seres humanos se escuchan unos a otros con tal profundidad y respeto que cambian mediante lo que aprenden”.

Y cuando lo colocamos en un contexto democrático expresa que ayuda a transformar las relaciones conflictivas para evitar las crisis y la violencia, y contribuye a la gobernabilidad democrática.

El cambio que muchos esperamos se deberá construir a partir del diálogo, en el que haya respeto entre los participantes, sin poner calificativos que denigren a quienes asuman una postura u otra, sin excluir a quienes puedan ser afectados con las decisiones y a quienes quieran y tengan algo que decir, esto es, debe ser la inclusividad un principio rector del diálogo, así como la buena fe que excluya agendas ocultas, entre otros.

Los titulares de los órganos depositarios del poder público deben ser muy cuidadosos con las expresiones que viertan, pues generan efectos en sus seguidores y pueden propiciar enfrentamientos violentos con quienes no coincidan con ellos.

No olvidemos que el ejercicio de las funciones públicas a cargo de los servidores públicos de más alto nivel, de acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se lleva a cabo a través de la técnica de organización del poder político denominada: División de poderes, que en México no excluye la colaboración entre los mismos, por lo que el diálogo en ese nivel es indispensable para que la pugna entre los poderes que se suscitó recientemente no afecte la gobernabilidad democrática, como sucedió en varias ocasiones en Latinoamérica.

La apuesta es por el diálogo y no por la violencia, por la solución de los conflictos a través de la vía institucional, por la actuación de los servidores públicos en el marco de sus atribuciones constitucionales y por el respeto a la división de poderes. Son tantos los problemas que nos aquejan, que debemos unir esfuerzos para tener un México mejor, por nosotros mismos y por las futuras generaciones.

Los titulares de los órganos depositarios del poder público deben ser muy cuidadosos con las expresiones que viertan, pues generan efectos en sus seguidores y pueden propiciar enfrentamientos violentos con quienes no coincidan con ellos.

Con preocupación me he podido percatar que en la sociedad mexicana se ha acentuado la polarización política que amenaza desbordar las pasiones y generar violencia entre los partidarios del programa de gobierno encabezado por el actual presidente de la República, y quienes no simpatizan con el mismo.

Ante tal panorama urge que se lleve a cabo un proceso de diálogo entre los principales actores para transformar las relaciones conflictivas en consenso en temas que generan desacuerdo.

Un claro ejemplo de cómo la polarización política puede provocar violencia, fue la agresión que sufrió el director de Comunicación Social del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial de la Federación, al salir del edificio que alberga a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, al ser confundido con un Ministro, luego de que el Ministro Presidente rindió su último informe.

Los responsables fueron personas inconformes con la actitud de los juzgadores federales, quienes no estuvieron de acuerdo en que bajen sus remuneraciones, y tampoco coincidieron en que el Ministro instructor, en la acción de inconstitucionalidad 105/2018 y su acumulada 108/2018 promovidas en contra de la Ley Federal de Remuneraciones de los Servidores Públicos, haya concedido la suspensión.

Creo que aún es tiempo de evitar que se profundice esa polarización y que, por el contrario, se revierta y que en los puntos a discusión que generen tensión por no haber acuerdos al respecto, se canalice el debate por la vía institucional y no a través de insultos y amenazas, y mucho menos a través de la violencia, la cual es reprobable en todas sus manifestaciones.

El camino para crear consensos sobre temas que pueden llegar a polarizar, es el diálogo. En la Guía Práctica de Diálogo Democrático publicada por la Organización de Estados Americanos y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, se ha referido al diálogo como “un proceso de genuina interacción mediante el cual los seres humanos se escuchan unos a otros con tal profundidad y respeto que cambian mediante lo que aprenden”.

Y cuando lo colocamos en un contexto democrático expresa que ayuda a transformar las relaciones conflictivas para evitar las crisis y la violencia, y contribuye a la gobernabilidad democrática.

El cambio que muchos esperamos se deberá construir a partir del diálogo, en el que haya respeto entre los participantes, sin poner calificativos que denigren a quienes asuman una postura u otra, sin excluir a quienes puedan ser afectados con las decisiones y a quienes quieran y tengan algo que decir, esto es, debe ser la inclusividad un principio rector del diálogo, así como la buena fe que excluya agendas ocultas, entre otros.

Los titulares de los órganos depositarios del poder público deben ser muy cuidadosos con las expresiones que viertan, pues generan efectos en sus seguidores y pueden propiciar enfrentamientos violentos con quienes no coincidan con ellos.

No olvidemos que el ejercicio de las funciones públicas a cargo de los servidores públicos de más alto nivel, de acuerdo con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se lleva a cabo a través de la técnica de organización del poder político denominada: División de poderes, que en México no excluye la colaboración entre los mismos, por lo que el diálogo en ese nivel es indispensable para que la pugna entre los poderes que se suscitó recientemente no afecte la gobernabilidad democrática, como sucedió en varias ocasiones en Latinoamérica.

La apuesta es por el diálogo y no por la violencia, por la solución de los conflictos a través de la vía institucional, por la actuación de los servidores públicos en el marco de sus atribuciones constitucionales y por el respeto a la división de poderes. Son tantos los problemas que nos aquejan, que debemos unir esfuerzos para tener un México mejor, por nosotros mismos y por las futuras generaciones.

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