El tema que ha estado en la agenda de las discusiones a nivel mundial durante los últimos días, ha sido la liberación de patentes de las vacunas para que, de esa manera, según afirman quienes están a favor de la iniciativa, se puedan producir a menor costo y llegar más rápido a la solución de la pandemia.
India y Sudáfrica son quienes han liderado esa propuesta y desde el año pasado propusieron llevarla a cabo, a quienes se les sumó medio centenar de países, incluso ahora los Estados Unidos de América también están de acuerdo, al cambiar de postura inicial, así como el Vaticano.
No obstante, no todos están de acuerdo con esa medida, varios países europeos la rechazan y afirman que esa no es la solución, y hacen referencia en concreto a los Estados Unidos de América, de quien dicen que debe autorizar la exportación de vacunas y productos sanitarios para cooperar en la solución del problema sanitario.
Ángela Merkel, canciller de Alemania, considera que se debe aumentar la capacidad de producción y mantener los altos estándares de calidad, y eso sólo se logra si se mantiene la protección que otorgan las patentes.
Se debe recordar que a través de una patente se adquiere un derecho de explotación exclusivo sobre el producto. La protección de este derecho tiene como finalidad incentivar la investigación científica y la innovación, y desde el punto de vista económico, permitir la recuperación de la inversión en investigación y desarrollo de las vacunas.
Otros argumentos esgrimidos en contra de liberar patentes son los siguientes: a) nada resuelve la entrega de patentes, pues no tendrían “las instrucciones del proceso de producción”; b) puede caer la calidad de las vacunas; c) habría falsificaciones del producto; d) se desalentaría la innovación, y e) hay vacunas, como la Pfizer, que están hechas con nueva tecnología que no sería fácilmente manejable por cualquier país.
El motivo que considero es definitorio de la postura de rechazo a liberar las patentes pertenece al dominio de la política, a las posiciones de poder, y también al de la economía, pues de llevarse a cabo esa acción, se estaría compartiendo la más alta tecnología de los laboratorios alemanes BioNTech y CureVac, con sus competidores como China y Rusia, 2 pues como afirma la líder europea, no todos los países estarían en la posibilidad de explotar las patentes.
En el proceso de producción de vacunas, la tecnología más avanzada, ARNm, es la utilizada en las vacunas de Pfizer y Moderna, y próximamente la CureVac, que han venido a constituir lo que llaman un “salto tecnológico” que vendrá a revolucionar el campo de la salud en muchos aspectos.
Además, se tiene conocimiento que están en marcha cincuenta ensayos clínicos para desarrollar vacunas contra tumores y para utilizar en casos de metástasis, además de otras que se refieren a las infecciones virales como la gripe, el VIH y el zika, por eso se argumenta que se requiere continuar protegiendo la innovación.
En tal virtud, ante esas dos posturas diferentes, lo más probable es que, si se da la liberación de patentes, tal como sostienen algunos expertos, sea con aquellas vacunas que emplean una tecnología más tradicional y no con la ARNm, pero debería combinarse con el mejoramiento de la cadena de suministros y la exportación de vacunas, para que de verdad haya avances sustanciales en la garantía del derecho a la salud.