/ miércoles 1 de abril de 2020

Don Tancredo: Una tradición taurina perdida en el tiempo

Tancredo López hizo famosa la suerte de “Don Tancredo”, que era un lance taurino con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que Tancredo esperaba al toro a la salida de chiqueros, subido sobre un pedestal situado en mitad del coso taurino; vestido con ropas generalmente de época o cómicas, y pintado íntegramente de blanco.

El mérito consistía en quedarse quieto ya que el saber de la tauromaquia afirmaba que al quedarse inmóvil, el toro creía que la figura blanca era de mármol, y no la embestía convencido de su dureza, y que si embestía contra ella se rompería los cuernos.

A principios de 1901, la afición durangueña solicitó que se ejecutara la Suerte de Tancredo lo que obligó al empresario Juan Moreno a acudir ante el Ayuntamiento capitalino para que le fuera autorizada dicha suerte, solicitando oficialmente al interior del Cabildo el permiso para presentar en público la Suerte de Tancredo, dicha solicitud se sometió a discusión ya que a decir de los munícipes el espectáculo era desconocido en Durango y en particular por ellos y presuponían que dicha diversión representaba un peligroso, por lo que en primer instancia el permiso fue negado, sin embargo, se insistió en la licencia por segunda ocasión para efectuar el acto y en esta vez le pidieron al empresario que efectuaran algunos ensayos en presencia de la Comisión de Diversiones del Ayuntamiento capitalino a fin de que se ejecutara la suerte.

Una vez practicado el ejercicio llegaron a la conclusión que no ofrecía más peligro que otras del arte taurino, en tal virtud, concluyeron no tener inconveniente para acceder a dicha solicitud, poniendo como requisito que fuera un torero profesional con las habilidades básicas y suficientes para esa práctica. La afición dudaba que la Comisión de Diversiones aprobara la solicitud del empresario.

La autorización del permiso no resultó fácil, por la razón del prejuicio que existía en el Cabido, mismo que se disipó durante la verificación de los ensayos que se experimentaron con algunos monigotes en el redondel en presencia del doctor Eduardo Hernández como parte del Ayuntamiento.

A finales de mayo de 1901, durante la corrida lucida por el torero Sebastián “Chano” Chávez, se efectuó la esperada suerte de Don Tancredo. La prensa de Durango refirió al respecto: “Santiago Moya “Moyaito”, recibió una ovación haciendo la suerte de Don Tancredo. Al ver la estatua, el toro se arrancó con violencia; pero al llegar, bufó y se retiró sin embestir. “Moyaito” dio pruebas de valor y serenidad”.

En la ejecución de la suerte de Don Tancredo por Moyaito, el público quedó tan impresionado que ovacionó al banderillero.

Sin embargo, en la siguiente corrida la suerte del banderillero no corrió mejor suerte que la anterior, toda vez que al llevar a cabo la suerte el toro introdujo un cuerno entre las piernas de “Moyaito” quien se encontraba a la usanza de una estatua y el animal al notar leve movimiento de “Moyaito” lo cogió entre sus cuernos, y lo lanzó al suelo tirándole varios golpes que para fortuna de Don Tancredo no lo hirieron hasta que llegaron los peones a salvarlo del toro.

No obstante el susto que se llevó el público, éste quedó satisfecho y lo ovacionó al observar que “Moyaito” salió ileso, así como por la serenidad mostrada durante la suerte. Santiago Moya de origen español se casó con una durangueña y sus restos como la de muchos toreros españoles reposan en el Panteón de Oriente de la ciudad de Durango.

Tancredo López hizo famosa la suerte de “Don Tancredo”, que era un lance taurino con cierta afición en la primera mitad del siglo XX. Consistía en que Tancredo esperaba al toro a la salida de chiqueros, subido sobre un pedestal situado en mitad del coso taurino; vestido con ropas generalmente de época o cómicas, y pintado íntegramente de blanco.

El mérito consistía en quedarse quieto ya que el saber de la tauromaquia afirmaba que al quedarse inmóvil, el toro creía que la figura blanca era de mármol, y no la embestía convencido de su dureza, y que si embestía contra ella se rompería los cuernos.

A principios de 1901, la afición durangueña solicitó que se ejecutara la Suerte de Tancredo lo que obligó al empresario Juan Moreno a acudir ante el Ayuntamiento capitalino para que le fuera autorizada dicha suerte, solicitando oficialmente al interior del Cabildo el permiso para presentar en público la Suerte de Tancredo, dicha solicitud se sometió a discusión ya que a decir de los munícipes el espectáculo era desconocido en Durango y en particular por ellos y presuponían que dicha diversión representaba un peligroso, por lo que en primer instancia el permiso fue negado, sin embargo, se insistió en la licencia por segunda ocasión para efectuar el acto y en esta vez le pidieron al empresario que efectuaran algunos ensayos en presencia de la Comisión de Diversiones del Ayuntamiento capitalino a fin de que se ejecutara la suerte.

Una vez practicado el ejercicio llegaron a la conclusión que no ofrecía más peligro que otras del arte taurino, en tal virtud, concluyeron no tener inconveniente para acceder a dicha solicitud, poniendo como requisito que fuera un torero profesional con las habilidades básicas y suficientes para esa práctica. La afición dudaba que la Comisión de Diversiones aprobara la solicitud del empresario.

La autorización del permiso no resultó fácil, por la razón del prejuicio que existía en el Cabido, mismo que se disipó durante la verificación de los ensayos que se experimentaron con algunos monigotes en el redondel en presencia del doctor Eduardo Hernández como parte del Ayuntamiento.

A finales de mayo de 1901, durante la corrida lucida por el torero Sebastián “Chano” Chávez, se efectuó la esperada suerte de Don Tancredo. La prensa de Durango refirió al respecto: “Santiago Moya “Moyaito”, recibió una ovación haciendo la suerte de Don Tancredo. Al ver la estatua, el toro se arrancó con violencia; pero al llegar, bufó y se retiró sin embestir. “Moyaito” dio pruebas de valor y serenidad”.

En la ejecución de la suerte de Don Tancredo por Moyaito, el público quedó tan impresionado que ovacionó al banderillero.

Sin embargo, en la siguiente corrida la suerte del banderillero no corrió mejor suerte que la anterior, toda vez que al llevar a cabo la suerte el toro introdujo un cuerno entre las piernas de “Moyaito” quien se encontraba a la usanza de una estatua y el animal al notar leve movimiento de “Moyaito” lo cogió entre sus cuernos, y lo lanzó al suelo tirándole varios golpes que para fortuna de Don Tancredo no lo hirieron hasta que llegaron los peones a salvarlo del toro.

No obstante el susto que se llevó el público, éste quedó satisfecho y lo ovacionó al observar que “Moyaito” salió ileso, así como por la serenidad mostrada durante la suerte. Santiago Moya de origen español se casó con una durangueña y sus restos como la de muchos toreros españoles reposan en el Panteón de Oriente de la ciudad de Durango.