/ lunes 15 de abril de 2019

En la juventud aprendemos, en la madurez comprendemos

Lo único persistente que hay en la vida es el cambio; dicho proceso nos permite adquirir experiencia. La experiencia no se contagia, se adquiere, se retroalimenta, se ejercita y se evidencia.

La filosofía de la vida es saber aprovechar todo consejo sano, no burlarnos de ellos, no pasar por alto los mensajes sinceros que recibimos de nuestros padres, maestros, autoridades, personas mayores y, hagámoslos nuestros por propia convicción. El orgullo es un complemento de la ignorancia; la justicia es reina y señora de todas las virtudes. Luchemos por la calidad de las personas y muy especialmente por la calidad de la educación. La pobreza es el lastre más doloroso de nuestra historia.

Seamos capaces de crear nuestras propias circunstancias, más allá de los pormenores que nos rodean. Se requiere disciplina para todo: para pensar, leer, escribir, cumplir; para llegar temprano, ayudar a los demás; para trabajar, aprender, colaborar, ser un buen ciudadano; para ser justo, leal y correcto.

Debemos ser prudentemente rebeldes para no caer en las redes de la manipulación y, darnos oportunidad de decidir y ser autónomos. Debemos luchar contra toda causa que nos impida elegir, ya sea por miedo, egoísmo, ignorancia, etc. La disciplina debe cultivarse no imponerse. Sin amor la verdadera vida humana no existe. Tratemos de ser fuente no desagüe.

Luchemos porque nuestros jóvenes sean valiosos, que sepan enfrentarse a sí mismos; orgullosos e inflexibles en la derrota, pero humildes y magnánimos en la victoria. Un joven no sólo debe conocerse a sí mismo sino conocer a Dios; que aprenda a sostenerse firme en la adversidad, noble en el esplendor y tener corazón para servir y ayudar a los demás.

Sin duda tendrá que hacer frente a una serie de dificultades y retos en el devenir de su existencia, pero con decisión y fe en el Creador saldrá adelante. Debe ser un ente humano que aprenda a dominarse primero antes de pretender dominar a los demás. Que avance con honor hacia el futuro pero sin olvidar nunca su pasado. Que aprenda a ser humilde para que viva la verdadera grandeza de la sencillez, así como la equidad y justicia que brotan de sus acciones.

No nos lamentemos por haber desaprovechado importantes oportunidades y haber cometido errores garrafales. No somos perfectos, somos humanos, a todos nos ha sucedido lo mismo y nos ha servido de lección. El pasado es inapreciable pero sólo como fuente de experiencias; no dejemos que nos ate con su grillete de lamentaciones ni nos escudamos en él para huir de nuestro presente. El ayer se quedó en el pasado y nada lo va a modificar. El presente y el futuro nos pertenecen ahora porque la vida comienza cuando uno decide lo que realmente queremos de ella.

Seamos tan fuertes que nadie pueda turbar nuestra paz interior; miremos el lado luminoso de las cosas y hagamos que nuestro optimismo siempre esté presente. Pensemos sólo en lo mejor y esperemos sólo lo mejor. Sintamos alegría por el éxito de un amigo como si se tratara de nuestro propio triunfo. Olvidemos los errores del pasado y luchemos por alcanzar grandes logros en el futuro.

Vigoricemos nuestro espíritu, aprendamos a ser útiles y serviciales, no unos holgazanes mentales. Seamos agradables, tengamos el mejor aspecto posible, vistamos con la mayor corrección a nuestro alcance; seamos humanitarios y no etiquetemos a nadie. Vale más dar que recibir.

Se necesita mucho valor para vivir de acuerdo a nuestras convicciones; se necesita coraje para ser lo que somos y no aparentar lo que no somos. Es un error pensar que todas nuestras acciones son perfectas. Es preciso tener tolerancia para las debilidades de los demás. Nunca juzgar a una persona por su aspecto cuando lo que realmente vale son sus cualidades. Seamos razonables, condescendientes y comprensivos cuando la verdad se manifieste. Cuando demos las gracias hagámoslo expresivamente no por pura cortesía. Hagamos respetar nuestra palabra cumpliendo estrictamente lo que prometemos.

Pensemos en grande y nuestros hechos crecerán; si pensamos en pequeño nos quedaremos atrás; pensemos mejor que podemos y se nos concederá, pues todo está en nuestro estado mental. Seamos íntegros, sinceros y leales. El reír es la música del alma, trabajar es el precio del triunfo, leer es el fundamento de la sabiduría y, el saber ser amigo cabal es escoger el camino de la felicidad. Dios nos mandó a cumplir con una misión en la tierra; pero si al partir no tan sólo nos vamos con las manos vacías sino también cometimos infamias, ¿qué cuentas le vamos a dar?

El mundo en el que hoy vivimos requiere de personas altamente calificadas; de ciudadanos íntegros de corazón, que hablen con la verdad, que conozcan su deber y lo cumplan, de conciencia inalterable, que tengan el valor de defender siempre la razón. Nuestros fracasos provienen muchas veces de querer ser o aparentar lo que no somos. No es ninguna humillación el reconocer nuestros errores o defectos y tratar de corregirlos.

Las principales cualidades de una persona educada es ser respetuoso y no enojarse por tonterías, preocuparse sinceramente por los demás, no vivir de chismes ni hacerse la víctima, no creerse lo máximo; pues el verdadero talento es discreto. Saber cultivar la sensibilidad y buscar tener una mente sana en cuerpo sano.

Lo único persistente que hay en la vida es el cambio; dicho proceso nos permite adquirir experiencia. La experiencia no se contagia, se adquiere, se retroalimenta, se ejercita y se evidencia.

La filosofía de la vida es saber aprovechar todo consejo sano, no burlarnos de ellos, no pasar por alto los mensajes sinceros que recibimos de nuestros padres, maestros, autoridades, personas mayores y, hagámoslos nuestros por propia convicción. El orgullo es un complemento de la ignorancia; la justicia es reina y señora de todas las virtudes. Luchemos por la calidad de las personas y muy especialmente por la calidad de la educación. La pobreza es el lastre más doloroso de nuestra historia.

Seamos capaces de crear nuestras propias circunstancias, más allá de los pormenores que nos rodean. Se requiere disciplina para todo: para pensar, leer, escribir, cumplir; para llegar temprano, ayudar a los demás; para trabajar, aprender, colaborar, ser un buen ciudadano; para ser justo, leal y correcto.

Debemos ser prudentemente rebeldes para no caer en las redes de la manipulación y, darnos oportunidad de decidir y ser autónomos. Debemos luchar contra toda causa que nos impida elegir, ya sea por miedo, egoísmo, ignorancia, etc. La disciplina debe cultivarse no imponerse. Sin amor la verdadera vida humana no existe. Tratemos de ser fuente no desagüe.

Luchemos porque nuestros jóvenes sean valiosos, que sepan enfrentarse a sí mismos; orgullosos e inflexibles en la derrota, pero humildes y magnánimos en la victoria. Un joven no sólo debe conocerse a sí mismo sino conocer a Dios; que aprenda a sostenerse firme en la adversidad, noble en el esplendor y tener corazón para servir y ayudar a los demás.

Sin duda tendrá que hacer frente a una serie de dificultades y retos en el devenir de su existencia, pero con decisión y fe en el Creador saldrá adelante. Debe ser un ente humano que aprenda a dominarse primero antes de pretender dominar a los demás. Que avance con honor hacia el futuro pero sin olvidar nunca su pasado. Que aprenda a ser humilde para que viva la verdadera grandeza de la sencillez, así como la equidad y justicia que brotan de sus acciones.

No nos lamentemos por haber desaprovechado importantes oportunidades y haber cometido errores garrafales. No somos perfectos, somos humanos, a todos nos ha sucedido lo mismo y nos ha servido de lección. El pasado es inapreciable pero sólo como fuente de experiencias; no dejemos que nos ate con su grillete de lamentaciones ni nos escudamos en él para huir de nuestro presente. El ayer se quedó en el pasado y nada lo va a modificar. El presente y el futuro nos pertenecen ahora porque la vida comienza cuando uno decide lo que realmente queremos de ella.

Seamos tan fuertes que nadie pueda turbar nuestra paz interior; miremos el lado luminoso de las cosas y hagamos que nuestro optimismo siempre esté presente. Pensemos sólo en lo mejor y esperemos sólo lo mejor. Sintamos alegría por el éxito de un amigo como si se tratara de nuestro propio triunfo. Olvidemos los errores del pasado y luchemos por alcanzar grandes logros en el futuro.

Vigoricemos nuestro espíritu, aprendamos a ser útiles y serviciales, no unos holgazanes mentales. Seamos agradables, tengamos el mejor aspecto posible, vistamos con la mayor corrección a nuestro alcance; seamos humanitarios y no etiquetemos a nadie. Vale más dar que recibir.

Se necesita mucho valor para vivir de acuerdo a nuestras convicciones; se necesita coraje para ser lo que somos y no aparentar lo que no somos. Es un error pensar que todas nuestras acciones son perfectas. Es preciso tener tolerancia para las debilidades de los demás. Nunca juzgar a una persona por su aspecto cuando lo que realmente vale son sus cualidades. Seamos razonables, condescendientes y comprensivos cuando la verdad se manifieste. Cuando demos las gracias hagámoslo expresivamente no por pura cortesía. Hagamos respetar nuestra palabra cumpliendo estrictamente lo que prometemos.

Pensemos en grande y nuestros hechos crecerán; si pensamos en pequeño nos quedaremos atrás; pensemos mejor que podemos y se nos concederá, pues todo está en nuestro estado mental. Seamos íntegros, sinceros y leales. El reír es la música del alma, trabajar es el precio del triunfo, leer es el fundamento de la sabiduría y, el saber ser amigo cabal es escoger el camino de la felicidad. Dios nos mandó a cumplir con una misión en la tierra; pero si al partir no tan sólo nos vamos con las manos vacías sino también cometimos infamias, ¿qué cuentas le vamos a dar?

El mundo en el que hoy vivimos requiere de personas altamente calificadas; de ciudadanos íntegros de corazón, que hablen con la verdad, que conozcan su deber y lo cumplan, de conciencia inalterable, que tengan el valor de defender siempre la razón. Nuestros fracasos provienen muchas veces de querer ser o aparentar lo que no somos. No es ninguna humillación el reconocer nuestros errores o defectos y tratar de corregirlos.

Las principales cualidades de una persona educada es ser respetuoso y no enojarse por tonterías, preocuparse sinceramente por los demás, no vivir de chismes ni hacerse la víctima, no creerse lo máximo; pues el verdadero talento es discreto. Saber cultivar la sensibilidad y buscar tener una mente sana en cuerpo sano.