/ martes 9 de enero de 2024

La posverdad electoral

La comunicación política ha evolucionado con el auge y desarrollo de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s); los tradicionales medios de contacto con el ciudadano han sido rebasados por una diversidad de sitios y plataformas digitales donde se almacena y transmite información.

Estos espacios virtuales han logrado posicionarse en las preferencias de la población, lo que a simple vista podría parecer positivo, muchas de ellas son independientes, confiables y practican un periodismo de investigación.

Desafortunadamente también encontramos muchas otras que sesgan la información distorsionando el proceso de comunicación. Hay muchos sujetos que con un celular dicen hacer periodismo.

Así, ante el hecho de un mayor acceso a información por parte del ciudadano y la pluralidad de medios de comunicación, se ha gestado una reingeniería en la forma del discurso político. Hoy en día ya no es suficiente con salir en televisión, en la radio o en eventos masivos.

Efectivamente, el político ahora tiene que esforzarse en diseñar una estrategia de comunicación que lo conecte con el ciudadano, y la mejor manera de hacerlo es despertando la emotividad consustancial del ser humano, esto es, se busca comunicar utilizando detonantes emocionales que provoquen el rechazo o la aceptación de la realidad presente o futura que se pretende exponer.

Desafortunadamente los resortes que detonan las emociones son manipulados en las más de las veces, lo que genera un paralelismo entre el discurso y la realidad cotidiana. A esta discrepancia se le conoce como posverdad.

De esta forma, bajo el constructo de la posverdad la opinión de quien expone debe ser considerada como verdad absoluta, inclusive si hay imágenes o datos duros que la nieguen.

Hay sociólogos especialistas en el tema que sostienen que el ciudadano es consciente de la falacia, pero que prefiere vivir bajo el engaño que afrontar la realidad. De esto hablaremos en otra ocasión

La comunicación política ha evolucionado con el auge y desarrollo de las llamadas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s); los tradicionales medios de contacto con el ciudadano han sido rebasados por una diversidad de sitios y plataformas digitales donde se almacena y transmite información.

Estos espacios virtuales han logrado posicionarse en las preferencias de la población, lo que a simple vista podría parecer positivo, muchas de ellas son independientes, confiables y practican un periodismo de investigación.

Desafortunadamente también encontramos muchas otras que sesgan la información distorsionando el proceso de comunicación. Hay muchos sujetos que con un celular dicen hacer periodismo.

Así, ante el hecho de un mayor acceso a información por parte del ciudadano y la pluralidad de medios de comunicación, se ha gestado una reingeniería en la forma del discurso político. Hoy en día ya no es suficiente con salir en televisión, en la radio o en eventos masivos.

Efectivamente, el político ahora tiene que esforzarse en diseñar una estrategia de comunicación que lo conecte con el ciudadano, y la mejor manera de hacerlo es despertando la emotividad consustancial del ser humano, esto es, se busca comunicar utilizando detonantes emocionales que provoquen el rechazo o la aceptación de la realidad presente o futura que se pretende exponer.

Desafortunadamente los resortes que detonan las emociones son manipulados en las más de las veces, lo que genera un paralelismo entre el discurso y la realidad cotidiana. A esta discrepancia se le conoce como posverdad.

De esta forma, bajo el constructo de la posverdad la opinión de quien expone debe ser considerada como verdad absoluta, inclusive si hay imágenes o datos duros que la nieguen.

Hay sociólogos especialistas en el tema que sostienen que el ciudadano es consciente de la falacia, pero que prefiere vivir bajo el engaño que afrontar la realidad. De esto hablaremos en otra ocasión