/ miércoles 20 de noviembre de 2019

La Revolución Mexicana en Durango

A ciento nueve años del inicio formal de la Revolución Mexicana, aún se continúa con el debate acerca de su trascendencia y la naturaleza intrínseca de su lucha revolucionaria.

En Durango, hasta no hace mucho tiempo, fue consentida la recreación de una historia oficialista acerca del tema de la Revolución; para el caso, no pocos autores locales contribuyeron en plasmar la historia de siempre, con pocas o nulas variaciones.

Estos escritores que redactaron con vehemencia lo que ellos consideraron su verdad, ajustadas a sus tendencias personales o bien políticas, destacan entre ellos Pastor Rouaix, Everardo Gámiz Fernández, Lorenzo Parra Durán, Silvestre Dorador, Juan Gualberto Amaya, Arnulfo Ochoa Reyna, además de Sergio y Matías Pazuengo, que sin menoscabo a su erudición, imperó en la mayoría de estos personajes, el entusiasmo por las circunstancias del momento, más que el interés por desentrañar la verdadera esencia de la Revolución.

Esto contribuyó a estacionar el tema por largo tiempo hasta que a finales de la década de los ochentas y noventas, se estableció una revisión temática de la Revolución en Durango, con trabajos especializados de la autoría de Friedrich Katz, Graziella Altamirano Cozzi, Guadalupe Villa Guerrero, César Navarro Gallegos, David Walter, John Mason Hart, Gloria Estela Cano Cooley, Guadalupe Rodríguez López, y Mauricio Yen Fernández entre otros, que han realizado aportes significativos a la historiografía local.

Estos historiadores contemporáneos en su mayoría durangueños, son representativos de una producción editorial en materia de historia regional particularmente de la Revolución Mexicana; autores de una historiografía revisionista, cuyo atributo básico parte de examinar y explorar, más no desechar, la producción escrita de las fuentes documentales de archivo y las obras los historiadores tradicionalistas, que fueron en cierta manera la base preliminar que ha servido de argumentación para el tema de la Revolución Mexicana en Durango.

La polémica comienza a partir de encontrar coincidencias a cerca de los porqués de la Revolución Mexicana; el bien recordado historiador Álvaro Matute, llegó a la conclusión que podría quedar la impresión que se trataba de una serie de acontecimientos aislados protagonizados por diferentes grupos sociales, expresión cada uno de su propia región y que lo anterior podría llegar a verdades aparentes, el historiador resumió que el problema era buscar puntos en común para dar unidad a la dispersión y sentido a la incoherencia.

Por su parte, el investigador Alan Knigth ponderó en sus trabajos la fuerza de la movilización social en la obstinada violencia local y regional, donde los de abajo obtuvieron beneficios específicos, y reitera indicando que “la Revolución era una especie de armario misceláneo donde las regiones o los estados comprenden amplias diferencias dentro de sus propios límites”.

El proceso revolucionario en Durango, fue una expresión regional con matices multifactoriales, y liderazgos heterogéneos con tendencias locales. No fue de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizados por diferentes circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales fueron relevados conforme avanzaba el movimiento armado y los grupos revolvían su acomodo. Desde esa perspectiva, se explican cada una de las expresiones regionales dentro del movimiento revolucionario.

La Revolución en Durango, fue una expresión regional con matices multifactoriales, y liderazgos heterogéneos con tendencias locales. El circunstancial desarrollo en Durango sólo se alcanzó en algunas regiones específicas y delimitadas, es decir, no más allá de la periferia de los grandes centros mineros, estaciones ferroviarias, establecimientos febriles o bien mercantiles que fueron aprovechados por los capitales extranjeros.

El arribo del ferrocarril a Durango, transformó la economía produciéndose cambios en la vida social de los durangueños, conformando una nueva estructura comercial con su lógica diversificación en los negocios. En agro durangueño, fue un claro ejemplo de innovación que modificó sustancialmente la vida del campo, con la introducción del alambre de púas a fines del siglo XIX. Finalmente, con la entrega de las armas por parte del general Villa en Tlahualilo, y su retiro a la vida privada en la hacienda de Canutillo, se concluyó el capítulo de la Revolución Mexicana en Durango.

A ciento nueve años del inicio formal de la Revolución Mexicana, aún se continúa con el debate acerca de su trascendencia y la naturaleza intrínseca de su lucha revolucionaria.

En Durango, hasta no hace mucho tiempo, fue consentida la recreación de una historia oficialista acerca del tema de la Revolución; para el caso, no pocos autores locales contribuyeron en plasmar la historia de siempre, con pocas o nulas variaciones.

Estos escritores que redactaron con vehemencia lo que ellos consideraron su verdad, ajustadas a sus tendencias personales o bien políticas, destacan entre ellos Pastor Rouaix, Everardo Gámiz Fernández, Lorenzo Parra Durán, Silvestre Dorador, Juan Gualberto Amaya, Arnulfo Ochoa Reyna, además de Sergio y Matías Pazuengo, que sin menoscabo a su erudición, imperó en la mayoría de estos personajes, el entusiasmo por las circunstancias del momento, más que el interés por desentrañar la verdadera esencia de la Revolución.

Esto contribuyó a estacionar el tema por largo tiempo hasta que a finales de la década de los ochentas y noventas, se estableció una revisión temática de la Revolución en Durango, con trabajos especializados de la autoría de Friedrich Katz, Graziella Altamirano Cozzi, Guadalupe Villa Guerrero, César Navarro Gallegos, David Walter, John Mason Hart, Gloria Estela Cano Cooley, Guadalupe Rodríguez López, y Mauricio Yen Fernández entre otros, que han realizado aportes significativos a la historiografía local.

Estos historiadores contemporáneos en su mayoría durangueños, son representativos de una producción editorial en materia de historia regional particularmente de la Revolución Mexicana; autores de una historiografía revisionista, cuyo atributo básico parte de examinar y explorar, más no desechar, la producción escrita de las fuentes documentales de archivo y las obras los historiadores tradicionalistas, que fueron en cierta manera la base preliminar que ha servido de argumentación para el tema de la Revolución Mexicana en Durango.

La polémica comienza a partir de encontrar coincidencias a cerca de los porqués de la Revolución Mexicana; el bien recordado historiador Álvaro Matute, llegó a la conclusión que podría quedar la impresión que se trataba de una serie de acontecimientos aislados protagonizados por diferentes grupos sociales, expresión cada uno de su propia región y que lo anterior podría llegar a verdades aparentes, el historiador resumió que el problema era buscar puntos en común para dar unidad a la dispersión y sentido a la incoherencia.

Por su parte, el investigador Alan Knigth ponderó en sus trabajos la fuerza de la movilización social en la obstinada violencia local y regional, donde los de abajo obtuvieron beneficios específicos, y reitera indicando que “la Revolución era una especie de armario misceláneo donde las regiones o los estados comprenden amplias diferencias dentro de sus propios límites”.

El proceso revolucionario en Durango, fue una expresión regional con matices multifactoriales, y liderazgos heterogéneos con tendencias locales. No fue de naturaleza homogénea, ya que su proceso radicó en una serie de revoluciones y pugnas internas, protagonizados por diferentes circunstancias sociales, económicas y políticas, incluyendo a sus líderes locales, los cuales fueron relevados conforme avanzaba el movimiento armado y los grupos revolvían su acomodo. Desde esa perspectiva, se explican cada una de las expresiones regionales dentro del movimiento revolucionario.

La Revolución en Durango, fue una expresión regional con matices multifactoriales, y liderazgos heterogéneos con tendencias locales. El circunstancial desarrollo en Durango sólo se alcanzó en algunas regiones específicas y delimitadas, es decir, no más allá de la periferia de los grandes centros mineros, estaciones ferroviarias, establecimientos febriles o bien mercantiles que fueron aprovechados por los capitales extranjeros.

El arribo del ferrocarril a Durango, transformó la economía produciéndose cambios en la vida social de los durangueños, conformando una nueva estructura comercial con su lógica diversificación en los negocios. En agro durangueño, fue un claro ejemplo de innovación que modificó sustancialmente la vida del campo, con la introducción del alambre de púas a fines del siglo XIX. Finalmente, con la entrega de las armas por parte del general Villa en Tlahualilo, y su retiro a la vida privada en la hacienda de Canutillo, se concluyó el capítulo de la Revolución Mexicana en Durango.