/ miércoles 31 de octubre de 2018

Salvemos a las abejas

De seguir así el problema no es que nos quedemos sin miel, sino que este problema es mucho más grave porque representa la posibilidad de que nos quedamos sin los productos hortícolas más básicos.

La polinización de las flores es vital para nuestra alimentación y para la biodiversidad, pero las abejas, unas de las principales encargadas de esta misión, están desapareciendo.

Las abejas son mucho más importantes de lo que se piensa, dado que la producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, ya que se estima que la labor polinizadora de las abejas genera un tercio de los alimentos que consumimos y alrededor del 90 por ciento de las plantas silvestres.

Hay varios factores que amenazan a las abejas, tales como la pérdida de hábitats, las prácticas de la agricultura industrializada los monocultivos, el uso de plaguicidas, los impactos del cambio climático, especies vegetales y animales, invasoras así como parásitos y enfermedades.

De seguir así el problema no es que nos quedemos sin miel, sino que este problema es mucho más grave porque representa la posibilidad de que nos quedamos sin los productos hortícolas más básicos. Así, plantas como la zanahoria, las leguminosas, las calabazas y frutas como las sandias, el kiwi, el durazno y la manzana son las que están en peligro.

De todos los peligros que amenazan a la abejas, el del envenenamiento es el que más duele, por lo fácilmente, evitable que es. Estos pequeños insectos se ven afectados por los insecticidas que tienen neonicotinoides, por los fungicidas que eliminan su flora bacteriana y por los herbicidas para acabar con las malas hierbas, su alimento básico en ciertas estaciones del año.

El neonicotinoide actúa como una droga para ellas, pues además de los problemas que le genera las abejas se sienten atraídas por las flores que han sido rociadas con el afecta al sistema nervioso y contamina la colmena y la miel, con ello, las abejas no mueren de inmediato, nacen más pequeñas y sufren debilidad desorientación, malformaciones y deterioro neurológico, por los que las colmenas tienen menos individuos y más débiles por lo que tienen que trabajar más para producir la miel, es un entorno que cada vez se lo pone más difícil para conseguir el precioso polen.

Las cifras del problema que sufren los polinizadores son contundentes. El informe de la Plataforma intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPDES, por sus siglas) advierte que es 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas se enfrentan a la extinción.

También, se ha calculado que el valor; económico de las labor de polinización de las abejas y otros polinizadores para la agricultura de todo el mundo es de más de 310 mil millones de dólares anuales, por lo que incluso, desde un punto de vista puramente económico, merece la pena proteger a las abejas.

A corto plazo, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas, y el primer paso es prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso, y hacer que la evaluación de riesgos de los plaguicidas sea mucho más estricta, como se han comenzado a plantear en muchas partes del mundo por organizaciones ambientales y agropecuarias.

De la misma manera, se requiere de un modelo de agricultura ecológica que garantice una producción sana y sostenible, ya que protege el suelo, el agua y el clima, promueva la biodiversidad, no contamine el medioambiente con agroquímicos ni transgénicos y respete la salud de las personas.

Debemos todos apostar por nuestro propio futuro, desde los agricultores cambiando sus prácticas de cultivo, las empresas, desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas; los legisladores con la creación de marcos normativos para la protección del medio ambiente y los consumidores, que podemos demandar y consumir productos ecológicos locales.


De seguir así el problema no es que nos quedemos sin miel, sino que este problema es mucho más grave porque representa la posibilidad de que nos quedamos sin los productos hortícolas más básicos.

La polinización de las flores es vital para nuestra alimentación y para la biodiversidad, pero las abejas, unas de las principales encargadas de esta misión, están desapareciendo.

Las abejas son mucho más importantes de lo que se piensa, dado que la producción de alimentos a nivel mundial y la biodiversidad terrestre dependen en gran medida de la polinización, ya que se estima que la labor polinizadora de las abejas genera un tercio de los alimentos que consumimos y alrededor del 90 por ciento de las plantas silvestres.

Hay varios factores que amenazan a las abejas, tales como la pérdida de hábitats, las prácticas de la agricultura industrializada los monocultivos, el uso de plaguicidas, los impactos del cambio climático, especies vegetales y animales, invasoras así como parásitos y enfermedades.

De seguir así el problema no es que nos quedemos sin miel, sino que este problema es mucho más grave porque representa la posibilidad de que nos quedamos sin los productos hortícolas más básicos. Así, plantas como la zanahoria, las leguminosas, las calabazas y frutas como las sandias, el kiwi, el durazno y la manzana son las que están en peligro.

De todos los peligros que amenazan a la abejas, el del envenenamiento es el que más duele, por lo fácilmente, evitable que es. Estos pequeños insectos se ven afectados por los insecticidas que tienen neonicotinoides, por los fungicidas que eliminan su flora bacteriana y por los herbicidas para acabar con las malas hierbas, su alimento básico en ciertas estaciones del año.

El neonicotinoide actúa como una droga para ellas, pues además de los problemas que le genera las abejas se sienten atraídas por las flores que han sido rociadas con el afecta al sistema nervioso y contamina la colmena y la miel, con ello, las abejas no mueren de inmediato, nacen más pequeñas y sufren debilidad desorientación, malformaciones y deterioro neurológico, por los que las colmenas tienen menos individuos y más débiles por lo que tienen que trabajar más para producir la miel, es un entorno que cada vez se lo pone más difícil para conseguir el precioso polen.

Las cifras del problema que sufren los polinizadores son contundentes. El informe de la Plataforma intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPDES, por sus siglas) advierte que es 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas se enfrentan a la extinción.

También, se ha calculado que el valor; económico de las labor de polinización de las abejas y otros polinizadores para la agricultura de todo el mundo es de más de 310 mil millones de dólares anuales, por lo que incluso, desde un punto de vista puramente económico, merece la pena proteger a las abejas.

A corto plazo, deben ponerse en marcha planes integrales de acción para salvar a las abejas, y el primer paso es prohibir los productos tóxicos para las abejas actualmente en uso, y hacer que la evaluación de riesgos de los plaguicidas sea mucho más estricta, como se han comenzado a plantear en muchas partes del mundo por organizaciones ambientales y agropecuarias.

De la misma manera, se requiere de un modelo de agricultura ecológica que garantice una producción sana y sostenible, ya que protege el suelo, el agua y el clima, promueva la biodiversidad, no contamine el medioambiente con agroquímicos ni transgénicos y respete la salud de las personas.

Debemos todos apostar por nuestro propio futuro, desde los agricultores cambiando sus prácticas de cultivo, las empresas, desarrollando líneas de productos y técnicas ecológicas; los legisladores con la creación de marcos normativos para la protección del medio ambiente y los consumidores, que podemos demandar y consumir productos ecológicos locales.