A esta generación nos ha tocado vivir un año atípico, desvinculados del contacto físico con terceros.
Con miedo por las constantes despedidas a seres queridos, producto de las innumerables pérdidas que ha dejado el Covid-19, y lo más lamentable, sin la posibilidad siquiera de poder hacerlo de acuerdo a los usos y costumbres que nos caracterizan como mexicanos, ya que las medidas sanitarias preventivas son muy claras y, precisamente, el distanciamiento social es quizá la mayor herramienta con la que contamos de momento.
A este respecto, las campañas políticas del año entrante también serán atípicas. Históricamente en nuestro país se han priorizado las estrategias territoriales más que las de aire. Caminar, saludar; tocar puertas, gastar saliva y convencer. Hacer reuniones en los hogares, cruceros con jóvenes asoleándose, pegando calcas, microperforados y ondeando banderas mientras el candidato se acerca al auto y saluda y, para cerrar, grandes concentraciones de gente para dar muestra del músculo político.
Dentro de la promoción del voto, una vez convencidos, hay que darles seguimiento para reforzar la confianza, amén del registro procedente en las listas para, el día de la elección, movilizar a los promovidos; es decir, cerciorarse de que acudan a emitir su sufragio, que se supone, será por el candidato que se representa.
Esta movilización característica del “día D” se da casa por casa y también con traslados de los votantes en cientos de taxis. Contacto, contacto y más contacto. Esa fue la escuela del priismo, que aprendieron todos los institutos políticos y la siguen llevando a cabo, incluido el PAN, que otrora ajeno y crítico a esas prácticas, tuvo que emularlas para hacerse con el poder.
¿Qué sucederá ahora? Es algo a lo que se tendrá que estar pendientes, partidos y candidatos tendrán que dar muestra de creatividad, pues por primera ocasión en Durango, se deberán de basar más en campañas digitales que de contacto, y de no ser así, deberá ser una obligación civil el denunciarlo por cualquier medio, pues pondrían en riesgo la salud de muchos duranguenses aun más de lo que ya se encuentra. Ahora más que nunca aplicará la máxima de Miguel de Unamuno: “El progreso consiste en renovarse”, es decir, transformarse o morir, literal.
Esperemos que las autoridades electorales también estén al pendiente de este aspecto y puedan establecer mecanismos para no exponer a la población, porque seguramente a los candidatos, con tal de ganar, no les interesará ponerse en riesgos ni a ellos y a su familia, ni a nadie.
EN EL TINTERO… Vaya que ha habido opiniones encontradas con el túnel “El durangueño”. Hay que dar el beneficio de la duda. Tanto es malo descalificarlo como defenderlo con antelación. Lo cierto es que hay un evidente problema por la nula educación vial que tenemos. Ya se verá si cumple o no con su cometido. Lo cierto es que, al alcalde capitalino Jorge Salum, cuando no le llueve, le llovizna…