/ domingo 10 de marzo de 2019

Cumplir con nuestra responsabilidad social y cultural

Soy un modesto ciudadano de la tercera edad, a mucha honra duranguense, católico de corazón, ya maestro jubilado, con la respetable oportunidad de haber alcanzado y aplicado en mi labor magisterial la nominación de la Maestría en Supervisión Educativa, sirviendo con mucha vocación y satisfacción durante sesenta años, hasta en la propia Secretaría de Educación en el Estado, desde maestro de grupo, director de escuela, supervisor de zona escolar, jefe de sector educativo, jefe de departamento en las propias oficinas y, la honorífica responsabilidad de llegar a ser secretario particular del C. Secretario de Educación, Jorge Herrera Delgado (q.e.p.d.).

Tienen Ustedes su casa en la abandonada y menospreciada colonia, la más grande de la ciudad de Durango, Valle Verde Sur, a la que sólo nos visitan los candidatos a puestos políticos solicitando nuestra adhesión y voto, así como prometiéndonos con mucha seguridad apoyarnos con diversos beneficios como la pavimentación de las calles y la luz eléctrica pública, pero cuando llegan al poder, ni se acuerdan de nosotros y ni siquiera nos conocen

En el debido cumplimiento de mi desempeño profesional tuve decorosas ocasiones de relacionarme con importantes autoridades superiores civiles siendo atendido con amabilidad y diligencia; entre las que me honra mencionar al C. Lic. José Rosas Aispuro Torres, con quien tuve el honor de alternar comunicación por razones de trabajo, a través de su familia, desde su propio municipio natal de Tamazula y, posteriormente aquí en la ciudad de Durango, dadas sus reconocidas y fructíferas funciones en la Presidencia Municipal, Congreso del Estado y su actual y atinado compromiso como gobernador. Desde que me retiré del servicio no he vuelto a molestarlo. Igualmente me permito hacer mención de nuestro selecto presidente municipal José Ramón Enríquez Herrera, de quien me consta ser un personaje muy generoso, servicial, porque en varias ocasiones acudí a él solicitándole ayuda para niños con problemas de salud visual, necesitados y, material para escuelas aun de otros municipios y siempre respondió con mucha voluntad de servicio. E igualmente no he vuelto a importunarlo. Los sigo admirando y apreciando con mucho respeto.

He querido hacer este recorrido literal con elocuente gratitud por el reconocido apoyo recibido en mi modesta tarea educativa, gracias al auxilio altruista de tan eminentes autoridades. Y no lo hago como una presunción y mucho menos por soberbia o alabanza, sino como un testimonio del bien recibido, consciente del deber que se tiene que asumir cuando se debe cumplir honrosamente con nuestra responsabilidad social y cultural.

Gracias a Dios, aparte de que mi profesión me gustó mucho, creo que quedé satisfecho con la atención que entregué conforme mi compromiso. Bajo mi responsabilidad tuve también que afrontar situaciones adversas de compañeros que me obligaron a exigirles acatamiento, pues era parte de mi deber.

Lamentablemente esto sucede en cualquier sociedad, encontrando circunstancias positivas y negativas que nos benefician o perjudican, ya que cada ser humano tiene su exclusiva forma de ser, aunque ello no quita que, habiendo obligación, se debe responder con voluntad y de la mejor manera posible.

Pues también tenemos la capacidad de razonar y percatarnos de lo que está bien y lo que está mal, por lo que hay que actuar con plena conciencia de nuestros actos, tomando en consideración que cada persona, cada familia, cada sociedad, cada estado o país, disfruta de los derechos y deberes que le corresponden. Por ello surgieron los Mandamientos de la Ley de Dios, las leyes oficiales, nuestra propia Constitución Política Mexicana, reglamentos de diversas organizaciones; todo con la responsabilidad y las sanciones respectivas, de manera de unificar, civilizar, organizar, educar juicios, normas, acciones para una debida convivencia.

Hago mención de la madeja de inferencias nocivas porque es resultado de la ausencia de ley, desequilibrios emocionales, abusos de autoridad, predominio de maldades, delirios de superioridad, inflamación de egos y, otras secuelas más, causando el desbordamiento de la fuente espiritual del bien y dando lugar a indeseables hechos delictivos.

Con ello la voluntad y la humanidad de la persona se han perdido. Y por desgracia esta gama de ilegalidades la vemos también y con mucho asombro y molestia incurrir en ciertas dependencias oficiales, por integrantes que los cree uno ejemplo de cabalidad ciudadana y vienen resultado detestables vividores que se aprovechan de su cargo. Y no estoy calumniando, personalmente me di cuenta de un caso sucedido a finales del pasado mes de febrero o principios del presente mes.

Me refiero a la Delegación Municipal de Policía, concretamente a determinados elementos que custodian nuestra colonia Valle Verde Sur, quienes son los primeros en cometer injusticias y arbitrariedades sin ninguna justificación.

Detuvieron a dos menores de edad, jóvenes que estaban fuera de su casa, sin cometer ningún desorden, cuando sin más ni más, ni escuchar razones, se los llevan detenidos y los tienen presos durante doce horas, cobrándoles una multa elevada para dejarlos en libertad.

Atropellos como éste, según el decir de otros colonos que se dieron cuenta, suceden frecuentemente y, eso por ningún motivo se llama justicia, sino abuso e iniquidad de la policía municipal. Y todavía hay familias que no se animan a denunciar este proceder impropio porque temen represalias y es un error. Su servidor lo aclara públicamente pero si se siguen cometiendo tales anomalías, acudiremos a donde corresponda. Claro que sí queremos vigilancia policiaca, es justo y necesario, pero no cometiendo abusos. Necesitamos también la luz pública y la pavimentación de las calles, que se haga realidad y no quede solo como promesa de campaña electoral.

Soy un modesto ciudadano de la tercera edad, a mucha honra duranguense, católico de corazón, ya maestro jubilado, con la respetable oportunidad de haber alcanzado y aplicado en mi labor magisterial la nominación de la Maestría en Supervisión Educativa, sirviendo con mucha vocación y satisfacción durante sesenta años, hasta en la propia Secretaría de Educación en el Estado, desde maestro de grupo, director de escuela, supervisor de zona escolar, jefe de sector educativo, jefe de departamento en las propias oficinas y, la honorífica responsabilidad de llegar a ser secretario particular del C. Secretario de Educación, Jorge Herrera Delgado (q.e.p.d.).

Tienen Ustedes su casa en la abandonada y menospreciada colonia, la más grande de la ciudad de Durango, Valle Verde Sur, a la que sólo nos visitan los candidatos a puestos políticos solicitando nuestra adhesión y voto, así como prometiéndonos con mucha seguridad apoyarnos con diversos beneficios como la pavimentación de las calles y la luz eléctrica pública, pero cuando llegan al poder, ni se acuerdan de nosotros y ni siquiera nos conocen

En el debido cumplimiento de mi desempeño profesional tuve decorosas ocasiones de relacionarme con importantes autoridades superiores civiles siendo atendido con amabilidad y diligencia; entre las que me honra mencionar al C. Lic. José Rosas Aispuro Torres, con quien tuve el honor de alternar comunicación por razones de trabajo, a través de su familia, desde su propio municipio natal de Tamazula y, posteriormente aquí en la ciudad de Durango, dadas sus reconocidas y fructíferas funciones en la Presidencia Municipal, Congreso del Estado y su actual y atinado compromiso como gobernador. Desde que me retiré del servicio no he vuelto a molestarlo. Igualmente me permito hacer mención de nuestro selecto presidente municipal José Ramón Enríquez Herrera, de quien me consta ser un personaje muy generoso, servicial, porque en varias ocasiones acudí a él solicitándole ayuda para niños con problemas de salud visual, necesitados y, material para escuelas aun de otros municipios y siempre respondió con mucha voluntad de servicio. E igualmente no he vuelto a importunarlo. Los sigo admirando y apreciando con mucho respeto.

He querido hacer este recorrido literal con elocuente gratitud por el reconocido apoyo recibido en mi modesta tarea educativa, gracias al auxilio altruista de tan eminentes autoridades. Y no lo hago como una presunción y mucho menos por soberbia o alabanza, sino como un testimonio del bien recibido, consciente del deber que se tiene que asumir cuando se debe cumplir honrosamente con nuestra responsabilidad social y cultural.

Gracias a Dios, aparte de que mi profesión me gustó mucho, creo que quedé satisfecho con la atención que entregué conforme mi compromiso. Bajo mi responsabilidad tuve también que afrontar situaciones adversas de compañeros que me obligaron a exigirles acatamiento, pues era parte de mi deber.

Lamentablemente esto sucede en cualquier sociedad, encontrando circunstancias positivas y negativas que nos benefician o perjudican, ya que cada ser humano tiene su exclusiva forma de ser, aunque ello no quita que, habiendo obligación, se debe responder con voluntad y de la mejor manera posible.

Pues también tenemos la capacidad de razonar y percatarnos de lo que está bien y lo que está mal, por lo que hay que actuar con plena conciencia de nuestros actos, tomando en consideración que cada persona, cada familia, cada sociedad, cada estado o país, disfruta de los derechos y deberes que le corresponden. Por ello surgieron los Mandamientos de la Ley de Dios, las leyes oficiales, nuestra propia Constitución Política Mexicana, reglamentos de diversas organizaciones; todo con la responsabilidad y las sanciones respectivas, de manera de unificar, civilizar, organizar, educar juicios, normas, acciones para una debida convivencia.

Hago mención de la madeja de inferencias nocivas porque es resultado de la ausencia de ley, desequilibrios emocionales, abusos de autoridad, predominio de maldades, delirios de superioridad, inflamación de egos y, otras secuelas más, causando el desbordamiento de la fuente espiritual del bien y dando lugar a indeseables hechos delictivos.

Con ello la voluntad y la humanidad de la persona se han perdido. Y por desgracia esta gama de ilegalidades la vemos también y con mucho asombro y molestia incurrir en ciertas dependencias oficiales, por integrantes que los cree uno ejemplo de cabalidad ciudadana y vienen resultado detestables vividores que se aprovechan de su cargo. Y no estoy calumniando, personalmente me di cuenta de un caso sucedido a finales del pasado mes de febrero o principios del presente mes.

Me refiero a la Delegación Municipal de Policía, concretamente a determinados elementos que custodian nuestra colonia Valle Verde Sur, quienes son los primeros en cometer injusticias y arbitrariedades sin ninguna justificación.

Detuvieron a dos menores de edad, jóvenes que estaban fuera de su casa, sin cometer ningún desorden, cuando sin más ni más, ni escuchar razones, se los llevan detenidos y los tienen presos durante doce horas, cobrándoles una multa elevada para dejarlos en libertad.

Atropellos como éste, según el decir de otros colonos que se dieron cuenta, suceden frecuentemente y, eso por ningún motivo se llama justicia, sino abuso e iniquidad de la policía municipal. Y todavía hay familias que no se animan a denunciar este proceder impropio porque temen represalias y es un error. Su servidor lo aclara públicamente pero si se siguen cometiendo tales anomalías, acudiremos a donde corresponda. Claro que sí queremos vigilancia policiaca, es justo y necesario, pero no cometiendo abusos. Necesitamos también la luz pública y la pavimentación de las calles, que se haga realidad y no quede solo como promesa de campaña electoral.