/ domingo 6 de enero de 2019

Intellego ut credam

Las críticas que se le hacen al Papa muestran una falta de investigación sobre su formación. Hay gente que piensa que lo que no es europeo es poco profundo e interesante, y esto no es verdad.

Es fácil conocer el pensamiento sencillo y generoso del Papa Francisco porque habla con mucha claridad en la Misa de Santa Marta, concede muchas entrevistas, graba muchos vídeos… ¿Esto juega a favor o en contra suya? ¿Le hace más comprensible o por el contrario más proclive a ser malinterpretado?

Sin embargo como cabeza de la Iglesia e inmerso en el mundo moderno con todo lo que esto implica, el papa Francisco desde la Iglesia Católica es y debe ser un líder espiritual que genere opinión pública.

En las homilías de Santa Marta sus críticos no le escuchan nunca. Si lo hicieran, seguramente serían menos críticos. Hay gente que cree que un Papa que habla con esta simplicidad es un Papa poco profundo, intelectualmente poco formado. Estábamos habituados al lenguaje de Benedicto XVI, que cuando hablaba también podía ser muy sencillo. Los críticos les comparan y dicen que Benedicto es un Papa culto e intelectual, y Francisco simplemente un párroco.

Pero al final del día un extraordinario párroco, transparente sacerdote que en su sencillez confunde a los sabios. No cabe la menor duda que, dentro del lenguaje sencillo de Francisco, hay una formación sólida y profunda, intelectualmente vigorosa y rica. El hecho de que el Papa hable con sencillez no quiere decir que su pensamiento sea simple; al contrario, es un pensamiento complejo. Pero su elección de ser sencillo es una elección evangélica.

El papa Bergoglio no quiere dar una imagen intelectual de sí mismo, prefiere dar la imagen de un cristiano normal. Las críticas que se le hacen al Papa muestran una falta de investigación sobre su formación. Hay gente que piensa que lo que no es europeo es poco profundo e interesante, y esto no es verdad.

El Papa es jesuita, y los jesuitas tienen una formación internacional. Los maestros de Bergoglio no son sólo intelectuales de América Latina, son sobre todo jesuitas europeos y autores como Henri de Lubac, en primer lugar, y después Gaston Fessard o Michel de Certeau. Son autores que han conformado la espiritualidad y el pensamiento de Bergoglio.

Veníamos de dos pontificados en los que cualquier declaración del Papa se amplificaba, se distorsionaba y se prestaba a controversia. ¿Esto ha desaparecido con Francisco? ¿Es un Papa más asimilado por el sistema mediático? Esta era la acusación que se le hacía a Juan Pablo II, una acusación a una persona con un gran carisma. Todo lo que tiene carisma es mediático.

Pero es evidente que Francisco no está siendo asimilado por los medios, sino que sus gestos interrogan a los medios.

Por ejemplo, en la jornada dedicada a los difuntos, fue al cementerio de Trigoria, donde hay una parte dedicada a los niños no nacidos. El Papa no dijo nada, no habló contra el aborto, pero llevó flores a las tumbas de estos niños, y permaneció en un silencio absoluto. Desde el punto de vista mediático, era un efecto único. Sus gestos, siempre originales, hacen que los medios o se sientan aludidos o decidan ignorarlos. Los noticieros en Italia censuraron estas imágenes del Papa en el cementerio.

El Papa tiene capacidad mediática, pero no es un hombre de espectáculo, porque él propone un cristianismo normal. Él quiere llevar el cristianismo a una condición de normalidad. Por eso critica tanto el clericalismo, porque este fenómeno coloca a sacerdotes y obispos en un plano de superioridad respecto a los laicos, abomina a los curas de Aeropuerto, a los clérigos instalados y agazapados. El Papa tiene una visión dinámica y en tensión de la vida cristiana. Porque la vida cristiana es una polaridad entre la gracia y la libertad, entre Dios y el hombre, entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, entre lo universal y lo particular. Él tiene un pensamiento que tiende a unir aquellos polos que están opuestos. Esto genera una perspectiva de paz para la Iglesia y para la historia, porque la vida cristiana no es uniformidad.

El esfuerzo que pide de nosotros es colocarnos en una óptica de misión. No se entiende al Papa sin esta visión de acercarse a los paganos de nuestro tiempo.

En el mundo hay muchos que no conocen nada de nuestra fe. Cuando la Iglesia se vuelve hacia ellos lo hace con el lenguaje del testimonio y de la misericordia.

Este es el lenguaje que mejor entiende el hombre contemporáneo. Esta es la provocación de Francisco, que prefiere una Iglesia hospital de campaña antes que una Iglesia de puros y perfectos. A veces se ha presentado a la Iglesia como pura y perfecta frente a un mundo impuro e imperfecto, y resulta que ahora más que nunca la vemos como impura e imperfecta. Una Iglesia que se encierra en sí misma se hace impura. Y sólo se hace pura cuando se dona al mundo, cuando se hace misionera.

Las críticas que se le hacen al Papa muestran una falta de investigación sobre su formación. Hay gente que piensa que lo que no es europeo es poco profundo e interesante, y esto no es verdad.

Es fácil conocer el pensamiento sencillo y generoso del Papa Francisco porque habla con mucha claridad en la Misa de Santa Marta, concede muchas entrevistas, graba muchos vídeos… ¿Esto juega a favor o en contra suya? ¿Le hace más comprensible o por el contrario más proclive a ser malinterpretado?

Sin embargo como cabeza de la Iglesia e inmerso en el mundo moderno con todo lo que esto implica, el papa Francisco desde la Iglesia Católica es y debe ser un líder espiritual que genere opinión pública.

En las homilías de Santa Marta sus críticos no le escuchan nunca. Si lo hicieran, seguramente serían menos críticos. Hay gente que cree que un Papa que habla con esta simplicidad es un Papa poco profundo, intelectualmente poco formado. Estábamos habituados al lenguaje de Benedicto XVI, que cuando hablaba también podía ser muy sencillo. Los críticos les comparan y dicen que Benedicto es un Papa culto e intelectual, y Francisco simplemente un párroco.

Pero al final del día un extraordinario párroco, transparente sacerdote que en su sencillez confunde a los sabios. No cabe la menor duda que, dentro del lenguaje sencillo de Francisco, hay una formación sólida y profunda, intelectualmente vigorosa y rica. El hecho de que el Papa hable con sencillez no quiere decir que su pensamiento sea simple; al contrario, es un pensamiento complejo. Pero su elección de ser sencillo es una elección evangélica.

El papa Bergoglio no quiere dar una imagen intelectual de sí mismo, prefiere dar la imagen de un cristiano normal. Las críticas que se le hacen al Papa muestran una falta de investigación sobre su formación. Hay gente que piensa que lo que no es europeo es poco profundo e interesante, y esto no es verdad.

El Papa es jesuita, y los jesuitas tienen una formación internacional. Los maestros de Bergoglio no son sólo intelectuales de América Latina, son sobre todo jesuitas europeos y autores como Henri de Lubac, en primer lugar, y después Gaston Fessard o Michel de Certeau. Son autores que han conformado la espiritualidad y el pensamiento de Bergoglio.

Veníamos de dos pontificados en los que cualquier declaración del Papa se amplificaba, se distorsionaba y se prestaba a controversia. ¿Esto ha desaparecido con Francisco? ¿Es un Papa más asimilado por el sistema mediático? Esta era la acusación que se le hacía a Juan Pablo II, una acusación a una persona con un gran carisma. Todo lo que tiene carisma es mediático.

Pero es evidente que Francisco no está siendo asimilado por los medios, sino que sus gestos interrogan a los medios.

Por ejemplo, en la jornada dedicada a los difuntos, fue al cementerio de Trigoria, donde hay una parte dedicada a los niños no nacidos. El Papa no dijo nada, no habló contra el aborto, pero llevó flores a las tumbas de estos niños, y permaneció en un silencio absoluto. Desde el punto de vista mediático, era un efecto único. Sus gestos, siempre originales, hacen que los medios o se sientan aludidos o decidan ignorarlos. Los noticieros en Italia censuraron estas imágenes del Papa en el cementerio.

El Papa tiene capacidad mediática, pero no es un hombre de espectáculo, porque él propone un cristianismo normal. Él quiere llevar el cristianismo a una condición de normalidad. Por eso critica tanto el clericalismo, porque este fenómeno coloca a sacerdotes y obispos en un plano de superioridad respecto a los laicos, abomina a los curas de Aeropuerto, a los clérigos instalados y agazapados. El Papa tiene una visión dinámica y en tensión de la vida cristiana. Porque la vida cristiana es una polaridad entre la gracia y la libertad, entre Dios y el hombre, entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño, entre lo universal y lo particular. Él tiene un pensamiento que tiende a unir aquellos polos que están opuestos. Esto genera una perspectiva de paz para la Iglesia y para la historia, porque la vida cristiana no es uniformidad.

El esfuerzo que pide de nosotros es colocarnos en una óptica de misión. No se entiende al Papa sin esta visión de acercarse a los paganos de nuestro tiempo.

En el mundo hay muchos que no conocen nada de nuestra fe. Cuando la Iglesia se vuelve hacia ellos lo hace con el lenguaje del testimonio y de la misericordia.

Este es el lenguaje que mejor entiende el hombre contemporáneo. Esta es la provocación de Francisco, que prefiere una Iglesia hospital de campaña antes que una Iglesia de puros y perfectos. A veces se ha presentado a la Iglesia como pura y perfecta frente a un mundo impuro e imperfecto, y resulta que ahora más que nunca la vemos como impura e imperfecta. Una Iglesia que se encierra en sí misma se hace impura. Y sólo se hace pura cuando se dona al mundo, cuando se hace misionera.