/ domingo 16 de junio de 2019

INTELLEGO UT CREDAM

Dios nunca se olvida de nosotros. Sólo que no siempre tenemos claro que es la Divina Providencia que, según el Papa Francisco, el Profeta Isaías “la presenta con la imagen del amor materno, lleno de ternura”.

Y dice así: “‘¿Se olvida una madre de su criatura; no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, Yo no te olvidaré!’ ¡Qué hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros; nos recuerda con nombre y apellido; nos ama y no se olvida. Qué hermoso es pensar en esto”, señalaba el Papa en aquella ocasión. El Santo Padre indicaba que “esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en la página del Evangelio de Mateo: Miren los pájaros del cielo dice Jesús; ellos no siembran ni cosechan ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta… Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos’”.

Sin embargo advierte el Santo Padre, “en un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. Si, en cambio, se deja a Dios el lugar que le corresponde, o sea el primer lugar, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo. “Y así, La providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los demás, nuestro compartir con los demás”. Por el contrario, advirtió, si “alguien acumula sólo para sí, ¿qué le pasará cuando será llamado por Dios? sepan la mortaja ¡no tiene bolsillos! “Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el cielo y, por lo tanto, hermanos entre nosotros, y nos comportemos consecuentemente”.

Y es que cabe recordar que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, manda su lluvia sobre todos, como parte de su providencia. Por otra parte, está la fidelidad, que tiene qué ver para nosotros con experiencia de fe. Hay gente que pierde el piso cuando le empieza a ir bien, y se olvida de que le va bien no sólo por sus cualidades, que sin duda están presentes, pero también porque Dios así lo dispone para que pueda cumplir con la tarea que Dios le tiene encomendada”.

“Cuando Dios se hace presente y nos facilita el camino, qué bueno. Y cuando pareciera que el camino tiene obstáculos, hay que mantenerse fieles, confiando en que, al final de cuentas, lo que suceda Dios lo ha dispuesto para ayudarnos a vivir lo que Él quiere que vivamos”. Así como Dios es providente, también nos invita a ser providentes. Hay que tomar en cuenta que el compartir no siempre tiene qué ver con dinero o con cosas materiales. Hay que mantener una buena actitud interior. Si de repente Dios te bendice con una grande riqueza material, entonces podrás compartir bienes materiales; mientras tanto, hay que compartir los bienes espirituales.

El mensaje del ambiente de inicio de año que estamos viviendo, tiene el riesgo de convertirse en un mensaje ambiguo, es decir, muchos lo pueden captar como un mensaje sentimental, romántico, de propaganda de consumo, que marca las hondas diferencias de nuestra sociedad. El misterio de Dios, hecho hombre, marca la altísima dignidad que tenemos las personas por el hecho de pertenecer a la familia humana, y lo acabamos de celebrar y ha quedado aún en el corazón agradecido de quienes somos creyentes.

El nacimiento del Hijo de Dios marca la pauta de total igualdad y solidaridad entre los hombres. Si Dios fue capaz de hacerse solidario con nuestra humanidad, esa solidaridad la debiéramos expresar, vivir y utilizar para romper todas las diferencias y desigualdades que han marcado la historia, y que han marcado capítulos sangrientos de la Humanidad. Por eso, el mensaje de estos días debe de ser muy oportuno para nosotros y para nuestro México.

¿Cuál es el panorama que priva en nuestro país? Un panorama de impunidad, corrupción, pobreza, desigualdad social, desocupación, inseguridad, injusticia, falta de valoración, aplicación y respeto a los derechos humanos. ¿Cuáles son las consecuencias de toda esta letanía de males? Lo que está produciendo es un enojo y un hartazgo social.

Necesitamos fortalecer los valores y propiciar que desarrollemos todas nuestras capacidades, pero no podemos dejarnos vencer por la indiferencia. Por otra parte, tenemos que buscar que las instituciones se fortalezcan, que nuestras instituciones cumplan su identidad y su misión, y tenemos, también, que desarrollar actitudes verdaderamente solidarias, cada uno en su campo, profesión, y misión. El cambio está en nosotros, debe ser asumido por nosotros, si nuestros gobernantes no muestran voluntad, nosotros si demostremos la capacidad de cambiar las cosas, comenzando por nosotros mismos.

Dios nunca se olvida de nosotros. Sólo que no siempre tenemos claro que es la Divina Providencia que, según el Papa Francisco, el Profeta Isaías “la presenta con la imagen del amor materno, lleno de ternura”.

Y dice así: “‘¿Se olvida una madre de su criatura; no se compadece del hijo de sus entrañas? ¡Pero, aunque ella se olvide, Yo no te olvidaré!’ ¡Qué hermoso es esto! Dios no se olvida de nosotros; nos recuerda con nombre y apellido; nos ama y no se olvida. Qué hermoso es pensar en esto”, señalaba el Papa en aquella ocasión. El Santo Padre indicaba que “esta invitación a la confianza en Dios encuentra un paralelo en la página del Evangelio de Mateo: Miren los pájaros del cielo dice Jesús; ellos no siembran ni cosechan ni acumulan en graneros y, sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta… Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos’”.

Sin embargo advierte el Santo Padre, “en un corazón poseído por las riquezas, no hay más espacio para la fe. Si, en cambio, se deja a Dios el lugar que le corresponde, o sea el primer lugar, entonces su amor conduce a compartir también las riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo. “Y así, La providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los demás, nuestro compartir con los demás”. Por el contrario, advirtió, si “alguien acumula sólo para sí, ¿qué le pasará cuando será llamado por Dios? sepan la mortaja ¡no tiene bolsillos! “Para hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el cielo y, por lo tanto, hermanos entre nosotros, y nos comportemos consecuentemente”.

Y es que cabe recordar que Dios hace salir el sol sobre buenos y malos, manda su lluvia sobre todos, como parte de su providencia. Por otra parte, está la fidelidad, que tiene qué ver para nosotros con experiencia de fe. Hay gente que pierde el piso cuando le empieza a ir bien, y se olvida de que le va bien no sólo por sus cualidades, que sin duda están presentes, pero también porque Dios así lo dispone para que pueda cumplir con la tarea que Dios le tiene encomendada”.

“Cuando Dios se hace presente y nos facilita el camino, qué bueno. Y cuando pareciera que el camino tiene obstáculos, hay que mantenerse fieles, confiando en que, al final de cuentas, lo que suceda Dios lo ha dispuesto para ayudarnos a vivir lo que Él quiere que vivamos”. Así como Dios es providente, también nos invita a ser providentes. Hay que tomar en cuenta que el compartir no siempre tiene qué ver con dinero o con cosas materiales. Hay que mantener una buena actitud interior. Si de repente Dios te bendice con una grande riqueza material, entonces podrás compartir bienes materiales; mientras tanto, hay que compartir los bienes espirituales.

El mensaje del ambiente de inicio de año que estamos viviendo, tiene el riesgo de convertirse en un mensaje ambiguo, es decir, muchos lo pueden captar como un mensaje sentimental, romántico, de propaganda de consumo, que marca las hondas diferencias de nuestra sociedad. El misterio de Dios, hecho hombre, marca la altísima dignidad que tenemos las personas por el hecho de pertenecer a la familia humana, y lo acabamos de celebrar y ha quedado aún en el corazón agradecido de quienes somos creyentes.

El nacimiento del Hijo de Dios marca la pauta de total igualdad y solidaridad entre los hombres. Si Dios fue capaz de hacerse solidario con nuestra humanidad, esa solidaridad la debiéramos expresar, vivir y utilizar para romper todas las diferencias y desigualdades que han marcado la historia, y que han marcado capítulos sangrientos de la Humanidad. Por eso, el mensaje de estos días debe de ser muy oportuno para nosotros y para nuestro México.

¿Cuál es el panorama que priva en nuestro país? Un panorama de impunidad, corrupción, pobreza, desigualdad social, desocupación, inseguridad, injusticia, falta de valoración, aplicación y respeto a los derechos humanos. ¿Cuáles son las consecuencias de toda esta letanía de males? Lo que está produciendo es un enojo y un hartazgo social.

Necesitamos fortalecer los valores y propiciar que desarrollemos todas nuestras capacidades, pero no podemos dejarnos vencer por la indiferencia. Por otra parte, tenemos que buscar que las instituciones se fortalezcan, que nuestras instituciones cumplan su identidad y su misión, y tenemos, también, que desarrollar actitudes verdaderamente solidarias, cada uno en su campo, profesión, y misión. El cambio está en nosotros, debe ser asumido por nosotros, si nuestros gobernantes no muestran voluntad, nosotros si demostremos la capacidad de cambiar las cosas, comenzando por nosotros mismos.