/ domingo 23 de junio de 2019

Intellego ut credam

La iglesia es comunidad formadora de la fe

Los tiempos cambian y ante el vertiginoso “progreso” los valores morales y religiosos pareciera que caen cada vez más en desuso y poco a poco van relegándose al olvido.

En los últimos años, el porcentaje personas que asisten a misa ha ido a la baja, en algunas comunidades esta tendencia es casi imperceptible los domingos, pero entre semana se observan las bancas vacías y la poca asistencia corresponde, en su mayoría, a adultos mayores.

En cien años, de 1910 al año 2010, el número de católicos en México creció en 4 millones de personas, pero en porcentaje, México pasó de tener 99.5% de católicos, tener a un 82.7%, según datos del INEGI. Ahora ante la expectante noticia que nos llegue con el Censo de Población 2020, donde seguramente los católicos no saldremos tan bien librados.

Constamos la afluencia de manera normal y fluida de los creyentes a solicitar en las parroquias el servicio de la administración de los sacramentos, es decir, las personas continúan contrayendo matrimonio religioso, bautizan a sus hijos, completan los sacramentos de iniciación cristiana y vuelven a la iglesia cuando sus días terminan para la celebración de exequias.

Sin embargo, si hablamos de católicos comprometidos y bien formados en la fe, el número baja drásticamente, pues son muy pocos los fieles que reciben una catequesis sobre todo en su etapa adulta, y también son muy pocos los que participan dentro de sus parroquias en algún apostolado. Nos cuesta mucho trabajo vivir una fe adulta. Y es que, de inicio a la gente no le gusta prepararse, lo ven como una obligación y no como una oportunidad de formarse en la fe.

Si bien es cierto que hay quienes acuden con buena disposición, también hay quienes lo hacen “por obligación”, de mala gana o incluso caen en prácticas de corrupción comprando comprobantes falsos o inventando pretextos para no asistir a las pláticas pre sacramentales. Quizá muchos católicos hemos adoptado la cultura de lo fácil, queremos lo más rápido y lo que menos nos implique.

La iglesia nos enseña que recibir los sacramentos es un derecho de los cristianos, nos enseña también que pastoralmente debemos desde la iglesia acompañar ofreciendo formación adecuada y oportuna. En ese sentido, también el Derecho Canónico que nos rige a todos los católicos, nos recuerda que no se den los sacramentos sin un mínimo de preparación, porque no habrá una comprensión de lo que se recibe, ni tampoco habrá una proyección para vivirlo (c. 813). Y es que, sería más favorable si no viéramos la preparación como un mero cumplimiento para el sacramento como tal, sino como una formación para la vida cristiana.

Ese es el gran desafío, que la vivencia del sacramento, nos lleva a su vez, a proyectarlo y a asumirlo en la vida cotidiana. De ahí la importancia de comprender el sacramento.

El factor de la unificación de criterios pastorales en la cuestión de la normatividad para los sacramentos de la iniciación cristiana, ha sido clara, y tiene su origen en el sentido común que fortalece lo establecido en reglas claras, sobre todo aceptadas por la mayoría de los sacerdotes. No obstante, siguen presentándose algunas anomalías recurrentes en algunas parroquias donde prevalece el desorden que sigue confundiendo a algunos fieles.

Esta unificación de criterios es fundamental. De cara al fortalecimiento del Plan Integral de Pastoral, podemos afirmar que como iglesia particular tenemos un rumbo cierto y seguro, afianzando el caminar de los creyentes, hombres y mujeres de fe que peregrinamos por estas benditas tierras y que deseamos seguir colaborando en la construcción del reino de Dios. Con muchos retos y desafíos que debemos seguir administrando con presteza y prontitud.

La iglesia es comunidad formadora de la fe

Los tiempos cambian y ante el vertiginoso “progreso” los valores morales y religiosos pareciera que caen cada vez más en desuso y poco a poco van relegándose al olvido.

En los últimos años, el porcentaje personas que asisten a misa ha ido a la baja, en algunas comunidades esta tendencia es casi imperceptible los domingos, pero entre semana se observan las bancas vacías y la poca asistencia corresponde, en su mayoría, a adultos mayores.

En cien años, de 1910 al año 2010, el número de católicos en México creció en 4 millones de personas, pero en porcentaje, México pasó de tener 99.5% de católicos, tener a un 82.7%, según datos del INEGI. Ahora ante la expectante noticia que nos llegue con el Censo de Población 2020, donde seguramente los católicos no saldremos tan bien librados.

Constamos la afluencia de manera normal y fluida de los creyentes a solicitar en las parroquias el servicio de la administración de los sacramentos, es decir, las personas continúan contrayendo matrimonio religioso, bautizan a sus hijos, completan los sacramentos de iniciación cristiana y vuelven a la iglesia cuando sus días terminan para la celebración de exequias.

Sin embargo, si hablamos de católicos comprometidos y bien formados en la fe, el número baja drásticamente, pues son muy pocos los fieles que reciben una catequesis sobre todo en su etapa adulta, y también son muy pocos los que participan dentro de sus parroquias en algún apostolado. Nos cuesta mucho trabajo vivir una fe adulta. Y es que, de inicio a la gente no le gusta prepararse, lo ven como una obligación y no como una oportunidad de formarse en la fe.

Si bien es cierto que hay quienes acuden con buena disposición, también hay quienes lo hacen “por obligación”, de mala gana o incluso caen en prácticas de corrupción comprando comprobantes falsos o inventando pretextos para no asistir a las pláticas pre sacramentales. Quizá muchos católicos hemos adoptado la cultura de lo fácil, queremos lo más rápido y lo que menos nos implique.

La iglesia nos enseña que recibir los sacramentos es un derecho de los cristianos, nos enseña también que pastoralmente debemos desde la iglesia acompañar ofreciendo formación adecuada y oportuna. En ese sentido, también el Derecho Canónico que nos rige a todos los católicos, nos recuerda que no se den los sacramentos sin un mínimo de preparación, porque no habrá una comprensión de lo que se recibe, ni tampoco habrá una proyección para vivirlo (c. 813). Y es que, sería más favorable si no viéramos la preparación como un mero cumplimiento para el sacramento como tal, sino como una formación para la vida cristiana.

Ese es el gran desafío, que la vivencia del sacramento, nos lleva a su vez, a proyectarlo y a asumirlo en la vida cotidiana. De ahí la importancia de comprender el sacramento.

El factor de la unificación de criterios pastorales en la cuestión de la normatividad para los sacramentos de la iniciación cristiana, ha sido clara, y tiene su origen en el sentido común que fortalece lo establecido en reglas claras, sobre todo aceptadas por la mayoría de los sacerdotes. No obstante, siguen presentándose algunas anomalías recurrentes en algunas parroquias donde prevalece el desorden que sigue confundiendo a algunos fieles.

Esta unificación de criterios es fundamental. De cara al fortalecimiento del Plan Integral de Pastoral, podemos afirmar que como iglesia particular tenemos un rumbo cierto y seguro, afianzando el caminar de los creyentes, hombres y mujeres de fe que peregrinamos por estas benditas tierras y que deseamos seguir colaborando en la construcción del reino de Dios. Con muchos retos y desafíos que debemos seguir administrando con presteza y prontitud.