/ domingo 28 de abril de 2024

Nuestros sobrinos de obregón

Mi esposa les había prometido una nieve. Aún no habíamos terminado de comer los tacos de barbacoa y ya estaban haciendo planes acerca de a dónde íbamos a ir. Las opciones eran muy dispares: la cremosa del centro comercial, la tradicional de garrafa o la novedosa nieve de yogurth. La última opción fue la escogida.

“… Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él…” (Marcos 10:13-16)

Cuando nuestro Señor Jesús declara que debemos ser como niños para entrar al reino de Dios no está diciendo que el niño no tiene pecado o que es inocente, sino que no tiene dificultad para recibir el reino. El niño participa del pecado original, solo que no es responsable de sus actos hasta que sea capaz de discernir. Así como el niño participa inconscientemente de la rebelión también participa inconscientemente de la redención. ¿Cuándo el niño tiene edad para decidir? Solo Dios lo sabe y cada niño cuando ya es adulto lo identifica en su memoria.

Cuando Jesús declara que debemos ser como niños para entrar al reino de Dios nos está hablando acerca de la naturaleza del reino: El reino de Dios no es asunto de logro o de mérito. Tenemos que RECIBIR el reino de Dios como un DON. Es aquí donde el niño nos lleva ventaja. Los grandes tenemos muchos prejuicios para recibir algo, somos orgullosos, creemos que nosotros podemos todo. Pensamos que en la vida se trata de ganarnos todo, de merecerlo, y por ende, luego nos volvemos esclavos de lo que conseguimos.

La salvación es un don de Dios, quien cree que puede hacer algo para obtenerla está subestimando el sacrificio perfecto y suficiente de Jesucristo en la cruz del calvario. El reino de Dios es un asunto de entrega voluntaria y confiada. El niño aprende a obedecer a sus padres de un modo simple y sin quejas. Así debemos recibir el reino de Dios, con una obediencia simple, amante y confiada: "...el que no recibe el reino de Dios como un niño no puede entrar en él"...

Los niños nunca dudaron de que cumpliríamos nuestra promesa. Nos avalaban un par de veces anteriores, pero aun así teníamos una gran responsabilidad. Los niños confiaban en nosotros. Ese caluroso domingo de Abril, Ruth Marie, Ana Sofía, Timoteo y Christopher, nuestros sobrinos de Cd. Obregón, nos recordaron, nieve de por medio, lo que significa confiar en Dios.


leonardolombar@gmail.com

Mi esposa les había prometido una nieve. Aún no habíamos terminado de comer los tacos de barbacoa y ya estaban haciendo planes acerca de a dónde íbamos a ir. Las opciones eran muy dispares: la cremosa del centro comercial, la tradicional de garrafa o la novedosa nieve de yogurth. La última opción fue la escogida.

“… Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos. Les aseguro que el que no acepta el reino de Dios como un niño, no entrará en él…” (Marcos 10:13-16)

Cuando nuestro Señor Jesús declara que debemos ser como niños para entrar al reino de Dios no está diciendo que el niño no tiene pecado o que es inocente, sino que no tiene dificultad para recibir el reino. El niño participa del pecado original, solo que no es responsable de sus actos hasta que sea capaz de discernir. Así como el niño participa inconscientemente de la rebelión también participa inconscientemente de la redención. ¿Cuándo el niño tiene edad para decidir? Solo Dios lo sabe y cada niño cuando ya es adulto lo identifica en su memoria.

Cuando Jesús declara que debemos ser como niños para entrar al reino de Dios nos está hablando acerca de la naturaleza del reino: El reino de Dios no es asunto de logro o de mérito. Tenemos que RECIBIR el reino de Dios como un DON. Es aquí donde el niño nos lleva ventaja. Los grandes tenemos muchos prejuicios para recibir algo, somos orgullosos, creemos que nosotros podemos todo. Pensamos que en la vida se trata de ganarnos todo, de merecerlo, y por ende, luego nos volvemos esclavos de lo que conseguimos.

La salvación es un don de Dios, quien cree que puede hacer algo para obtenerla está subestimando el sacrificio perfecto y suficiente de Jesucristo en la cruz del calvario. El reino de Dios es un asunto de entrega voluntaria y confiada. El niño aprende a obedecer a sus padres de un modo simple y sin quejas. Así debemos recibir el reino de Dios, con una obediencia simple, amante y confiada: "...el que no recibe el reino de Dios como un niño no puede entrar en él"...

Los niños nunca dudaron de que cumpliríamos nuestra promesa. Nos avalaban un par de veces anteriores, pero aun así teníamos una gran responsabilidad. Los niños confiaban en nosotros. Ese caluroso domingo de Abril, Ruth Marie, Ana Sofía, Timoteo y Christopher, nuestros sobrinos de Cd. Obregón, nos recordaron, nieve de por medio, lo que significa confiar en Dios.


leonardolombar@gmail.com