El 13 de enero, Taiwán llevó a cabo elecciones presidenciales y parlamentarias donde más de 14 millones de taiwaneses votaron. En esta carrera se eligieron a los representantes del país y se envió un mensaje colectivo respecto a las aspiraciones de reunificación de China.
La tercera victoria del Partido Democrático Progresista (DPP, por sus siglas en inglés) desde 2016 mostró la voluntad de la isla para regirse bajo autodeterminación y soberanía, al mismo tiempo que busca protegerse por Occidente. El recrudecimiento de la competencia hegemónica de Beijing con Washington ha derivado en el expansionismo, o el intento, de la influencia mediante presión militar. Por lo que el triunfo de Lai Ching-te, candidato del DPP, reflejan el rechazo a los reclamos territoriales chinos, lo cual marcará la dinámica de interacción con la potencia por los próximos 4 años.
Primeramente, el papel del DPP en Taiwán es relevante ya que ha obtenido tres mandatos consecutivos. Tras la primera victoria de Tsai Ing-wen en el 2016 con el 56.1% de los votos, la relación con China inició una trayectoria de incertidumbre.
Dado que el discurso de la entonces mandataria mostró un rechazo a los planes territoriales chinos, Beijing cortó los canales de comunicación al mismo tiempo que escaló las coerciones económicas, militares y políticas. Esto mediante altos aranceles a importaciones, despliegue de patrullas aéreas o marinas, al igual que una política exterior con retórica insistente en la reunificación. A lo cual el gobierno ha respondido con un robustecimiento de la cooperación económica, al igual que vínculos diplomáticos, con Washington. Por lo que, bajo este partido, la interacción de Taipéi con Beijing se ha vuelto más complicada.
Aunado a esto, si bien el plan de gobierno del presidente electo Lai Ching-te mantiene el interés por concretar la autodeterminación de Taiwán, el estatus de la isla queda irresuelto. Esto debido a que las autoridades todavía se reservan de declarar una independencia oficial de China ya que se podría desencadenar un conflicto armado. El cual pondría en riesgo la seguridad de los taiwaneses, así como de la comunidad internacional al aumentar la probabilidad de un error de cálculo en las acciones militares de Washingtony Beijing.
Por lo que el nuevo mandatario se enfrentará a varios dilemas tanto en la política exterior que quiere ejercer, como en la doméstica, a fin de establecer una relación pacífica con Beijing para conservar su autonomía al tiempo que coopera con Occidente.
Además, el DPP perdió la mayoría en el Parlamento al sólo obtener 51 escaños. Esto obstaculizará la aprobación de proyectos legislativos que faciliten la cooperación con Occidente ya que la oposición está dispuesta a restablecer el diálogo con China para
consolidar un acuerdo comercial. El Kuomintang junto con el Partido Popular de Taiwán (TPP), ganadores de 52 y 8 asientos respectivamente, han declarado el interés del país por suavizar la relación con Beijing para la reanudación de vínculos comerciales que ayuden a la economía de Taipéi. Aunque, cabe señalar que, con la insistencia en la agenda del Presidente chino Xi Jinping, esto no es probable a suceder en los próximos 4 años.
Finalmente, pese a contar con el apoyo de Occidente, Taiwán todavía no tiene un reconocimiento oficial. Recientemente, Nauru, una de las islas del Pacífico que reconocía a Taipéi, terminó sus vínculos oficiales siendo el décimo actor en concluir su relación con la isla. Por lo que ahora ésta sólo cuenta con 12 aliados diplomáticos y entre ellos no está el más importante, Estados Unidos. Tal situación se debe a la coerción económica, así como intimidación militar, que impone China en la región. Mientras, el nuevo gobierno deberá ser preciso en su política exterior para obtener un lugar autónomo en la nueva geopolítica.