/ jueves 13 de junio de 2019

Pero sigo siendo el rey: El abstencionismo

En las recién pasadas elecciones, el abstencionismo obtuvo medalla de oro, el PAN de plata y el PRI de bronce. Históricamente, salvo excepciones, el abstencionismo ha sido el más caro y no la democracia, como en ocasiones se afirma.


Siguiendo la historia de las elecciones en Durango, el PRI tenía su numerito mágico: Que votaran del 39% al 45% y con eso hacían maravillas, como el famoso carro completo. En el fondo, el tricolor hacía todo para que la sociedad no saliera a votar y con sus estructuras y voto duro gobernó durante muchos años, pero un día caro pagó, “cuando despertamos y el dinosaurio ya no estaba ahí”… pero amenaza con regresar.

Como los políticos y los partidos han fracasado para convencer a la sociedad, ésta, cansada de escuchar las mismas promesas de ver a los mismos de siempre, el abstencionismo ha crecido cada vez más, y para muestra basta un botón.

En las pasadas elecciones del 2 de junio, la gente no salió a votar, y en el municipio de la capital se registró un 60% de abstencionismo, y en el Estado un 45%. De seguir así, corremos el riesgo de que un día con un solo voto nos gobierne cualquiera. Cuando José López Portillo buscó la presidencia de la República, fue el único candidato, y aunque obtuvo 16 millones de votos con un solo voto hubiera ganado la presidencia de México, porque Valentín Campa, el otro candidato, no contaba con registro oficial.

Una sociedad que no vota no puede sentirse orgullosa, porque no votar de manera mayoritaria es dejar en las manos de unos cuantos el poder para que nos gobiernen. Tal parece que cuando se vence al abstencionismo en Durango y en el país, es una excepción y no la regla, como sucedió en nuestra Entidad el día que se optó por la alternancia con el 55% de quienes salieron a votar, y no se diga el 2 de julio de 2018, que para elegir al presidente de la República salió a votar más del 60% de los electores.

Pero donde hubo elecciones el pasado 2 de junio, como en Puebla y Baja California, donde se eligió gobernadores, fueron electos con una baja participación. ¿Tenía razón Carlos Monsiváis cuando definió a México como el país del valemadrismo?, ¿será que todo nos vale madre, incluido ir a votar? Un día dijo Octavio Paz: “Al mexicano hasta la muerte le vale madre”. No sólo los políticos y los partidos son los responsables del abstencionismo, la sociedad también, y quizá tenga más responsabilidad.

Por llamadas a misa no quedó. Todos los días, a todas horas, con miles de spots en los medios electrónicos, impresos, espectaculares y en redes sociales se nos invitó a votar, se gastaron miles de millones de nuestros impuestos para ello, y ni así salimos a ejercer nuestro derecho. Ya se está anunciando por millonésima vez otra reforma electoral. ¿No habrá manera de que se legisle para acabar de manera legal con el abstencionismo? ¡Qué ironía que el abstencionismo siga siendo el rey en las elecciones!

En las recién pasadas elecciones, el abstencionismo obtuvo medalla de oro, el PAN de plata y el PRI de bronce. Históricamente, salvo excepciones, el abstencionismo ha sido el más caro y no la democracia, como en ocasiones se afirma.


Siguiendo la historia de las elecciones en Durango, el PRI tenía su numerito mágico: Que votaran del 39% al 45% y con eso hacían maravillas, como el famoso carro completo. En el fondo, el tricolor hacía todo para que la sociedad no saliera a votar y con sus estructuras y voto duro gobernó durante muchos años, pero un día caro pagó, “cuando despertamos y el dinosaurio ya no estaba ahí”… pero amenaza con regresar.

Como los políticos y los partidos han fracasado para convencer a la sociedad, ésta, cansada de escuchar las mismas promesas de ver a los mismos de siempre, el abstencionismo ha crecido cada vez más, y para muestra basta un botón.

En las pasadas elecciones del 2 de junio, la gente no salió a votar, y en el municipio de la capital se registró un 60% de abstencionismo, y en el Estado un 45%. De seguir así, corremos el riesgo de que un día con un solo voto nos gobierne cualquiera. Cuando José López Portillo buscó la presidencia de la República, fue el único candidato, y aunque obtuvo 16 millones de votos con un solo voto hubiera ganado la presidencia de México, porque Valentín Campa, el otro candidato, no contaba con registro oficial.

Una sociedad que no vota no puede sentirse orgullosa, porque no votar de manera mayoritaria es dejar en las manos de unos cuantos el poder para que nos gobiernen. Tal parece que cuando se vence al abstencionismo en Durango y en el país, es una excepción y no la regla, como sucedió en nuestra Entidad el día que se optó por la alternancia con el 55% de quienes salieron a votar, y no se diga el 2 de julio de 2018, que para elegir al presidente de la República salió a votar más del 60% de los electores.

Pero donde hubo elecciones el pasado 2 de junio, como en Puebla y Baja California, donde se eligió gobernadores, fueron electos con una baja participación. ¿Tenía razón Carlos Monsiváis cuando definió a México como el país del valemadrismo?, ¿será que todo nos vale madre, incluido ir a votar? Un día dijo Octavio Paz: “Al mexicano hasta la muerte le vale madre”. No sólo los políticos y los partidos son los responsables del abstencionismo, la sociedad también, y quizá tenga más responsabilidad.

Por llamadas a misa no quedó. Todos los días, a todas horas, con miles de spots en los medios electrónicos, impresos, espectaculares y en redes sociales se nos invitó a votar, se gastaron miles de millones de nuestros impuestos para ello, y ni así salimos a ejercer nuestro derecho. Ya se está anunciando por millonésima vez otra reforma electoral. ¿No habrá manera de que se legisle para acabar de manera legal con el abstencionismo? ¡Qué ironía que el abstencionismo siga siendo el rey en las elecciones!