La desigualdad sigue siendo uno de los grandes pendientes en México. Un dato preocupante fue revelado por la organización Oxfam México: 44 millones de personas viven en pobreza, es decir no cuentan con lo suficiente para una debida alimentación, amén de que tampoco tienen acceso oportuno a la salud, al trabajo, a la educación, ni al esparcimiento.
Los esfuerzos realizados por el actual gobierno y los anteriores no son suficientes para avanzar en la búsqueda de la igualdad. Los programas sociales y la política laboral en marcha no logran acortar la brecha entre los amplios segmentos de pobres y la reducida cantidad de privilegiados.
Uno de los caminos mas efectivos -que siguen muchos países- para acortar la distancia entre pobres y ricos es que quienes obtienen mas ingresos, paguen mas impuestos, a fin de que el gobierno los invierta en obras, programas y servicios para atender a la población vulnerable. En México -según Oxfam- las grandes empresas pagan tasas del impuesto sobre la renta (ISR) de entre el 1 y el 8%, muy lejos del 30% que establece la ley; el gobierno federal no se ha atrevido a combatir esta aberración que afecta las arcas publicas.
La riqueza creada por las y los mexicanos se esta concentrando en pocas manos. De cada 100 pesos, 21 se van al 1% del grupo mas rico; en contraste, entre el 50% de la población mas pobre solo se distribuyen 0.40 pesos por cada cien. De permanecer esta situación los pobres seguirán careciendo de todo, mientras los privilegiados seguirán enriqueciéndose.
El compromiso del actual gobierno con los pobres – mas allá de discursos- debería reflejarse en cambios a las leyes fiscales (aprovechando sus mayorías legislativas) para una mejor recaudación, impulsando impuestos a las macro-empresas, igualar las tasas que se cobran tanto al trabajo como al capital.
Quienes padecen cada día la pobreza extrema esperan que el gobierno les garantice los servicios de salud, educación, empleo y seguridad. Solo con recursos provenientes de los impuestos de quienes mas riqueza han acumulado, se les puede cumplir tal anhelo.
La pobreza asoma su rostro en todo el territorio nacional, es momento de dejar a un lado la agenda política tendiente a concentrar y mantener el poder, para atender la realidad social. No debemos acostumbrarnos a ver como “normal” que pocos mexicanos sean los favorecidos a costa del sufrimiento de millones de personas que mantienen la esperanza de un cambio que les permita proyectar su vida con oportunidades, con dignidad, con
ilusión. Este es tema más en el que el gobierno federal debe colocarse del lado correcto de la historia. ¿será capaz de asimilarlo y actuar en consecuencia? Veremos.