/ martes 12 de marzo de 2024

EL SIMBOLISMO DE UNA PUERTA

En el entramado de la vida pública se suscitan acontecimientos o imágenes que definen gobiernos. Tal circunstancia obedece, fundamentalmente, al simbolismo que representa el propio acontecimiento como exteriorización palmaria de una idea o pensamiento.

Así, la imagen de la camioneta de CFE entrando por la fuerza a Palacio Nacional representa mucho más que el derribo de una puerta por manifestantes furibundos, el hecho exterioriza la idea de que el inquilino del Palacio ha traicionado a quienes creyeron en él.

Pero esta idea no solo la tienen los familiares y amigos de los 43 alumnos desaparecidos de Ayotzinapa, también ronda por la cabeza de las mujeres violentadas, en la de los padres de los niños con cáncer, en la de las madres buscadoras, en la de los periodistas acosados, en la de los damnificados de Acapulco y, en general, en la de millones de mexicanos que le apostaron a una transformación que solo existió en el imaginario del mesías tropical.

El presidente López Obrador ha dicho que la puerta será reparada, que no pasa nada. Sin duda que el inquilino del Palacio ha perdido la capacidad de ver más allá de los acontecimientos, la puerta podrá ser reparada, pero el significado, el simbolismo del hecho quedará como una marca indeleble de su administración.

Luego entonces, si pasa algo, pasa que ese pueblo al que tildó de bueno y sabio comienza a tomar conciencia de una realidad que va más allá de los programas sociales y del discurso retórico, de ahí las manifestaciones que abarrotan el Zócalo para exigirle justicia y respeto a los principios constitucionales, acontecimientos, por cierto, que tampoco quiere ver como exteriorizaciones de pensamientos racionales y espontáneos.

AMLO está moralmente derrotado, ha perdido lo más valioso que un gobernante puede tener: la confianza del pueblo que gobierna.

En el entramado de la vida pública se suscitan acontecimientos o imágenes que definen gobiernos. Tal circunstancia obedece, fundamentalmente, al simbolismo que representa el propio acontecimiento como exteriorización palmaria de una idea o pensamiento.

Así, la imagen de la camioneta de CFE entrando por la fuerza a Palacio Nacional representa mucho más que el derribo de una puerta por manifestantes furibundos, el hecho exterioriza la idea de que el inquilino del Palacio ha traicionado a quienes creyeron en él.

Pero esta idea no solo la tienen los familiares y amigos de los 43 alumnos desaparecidos de Ayotzinapa, también ronda por la cabeza de las mujeres violentadas, en la de los padres de los niños con cáncer, en la de las madres buscadoras, en la de los periodistas acosados, en la de los damnificados de Acapulco y, en general, en la de millones de mexicanos que le apostaron a una transformación que solo existió en el imaginario del mesías tropical.

El presidente López Obrador ha dicho que la puerta será reparada, que no pasa nada. Sin duda que el inquilino del Palacio ha perdido la capacidad de ver más allá de los acontecimientos, la puerta podrá ser reparada, pero el significado, el simbolismo del hecho quedará como una marca indeleble de su administración.

Luego entonces, si pasa algo, pasa que ese pueblo al que tildó de bueno y sabio comienza a tomar conciencia de una realidad que va más allá de los programas sociales y del discurso retórico, de ahí las manifestaciones que abarrotan el Zócalo para exigirle justicia y respeto a los principios constitucionales, acontecimientos, por cierto, que tampoco quiere ver como exteriorizaciones de pensamientos racionales y espontáneos.

AMLO está moralmente derrotado, ha perdido lo más valioso que un gobernante puede tener: la confianza del pueblo que gobierna.