/ sábado 28 de mayo de 2022

En las manos equivocadas

Siempre me despertaba curiosidad ese cajón del buró de mi papá. Esperaba que no haya nadie en la casa para acceder a él y acariciar la pistola calibre treinta y ocho que guardaba con mucho celo “por si algún día se ofrecía”.

Existía una extraña seducción en llegar a ella. Cuando lo lograba, me ponía frente al espejo e imaginaba que era, dependiendo la serie que me había atrapado en los últimos días, uno de esos policías de traje y corbata en las calles de Brooklyn, o bien; un cowboy trayendo orden a un pueblo de Texas. Un día me animé a cargarla, gracias a Dios, el tambor no tenía municiones.

Resulta prácticamente imposible tratar de comprender cómo piensa un joven de dieciocho años que entra a una escuela primaria y de manera despiadada mata a sangre fría a diecinueve niños y a dos personas adultas en menos de una hora. Es igualmente abrumador, por otro lado, entender el dolor de esos papás, quienes apenas horas antes, habían dejado a sus niños en la escuela, llenos de energía y futuro, deben ahora reconocer la identidad de un cuerpo inerte ultimado por una bala que salió de un arma que estaba en las manos equivocadas. Por último, absolutamente infructuoso tratar de averiguar por qué les tocó a ellos y no a nosotros.

Pudiéramos ilusamente pensar que esta tragedia no nos toca de cerca pero nada más lejos: el individuo era de origen latino y la mitad de los inocentes fallecidos de ascendencia mexicana. ¿Cómo puede ser que una sociedad como la norteamericana que goza del respeto y la admiración de la mayoría del mundo occidental insiste todavía en “armar” a la población civil en aras del derecho a la “legítima defensa”? ¿Qué nos queda a nosotros, los que pertenecemos a esta parte del mundo que nos denominamos “países en vías de desarrollo” para evitar el mote de “tercermundistas”?

Quiero concluir citando el mismo texto en el que se basó mi artículo anterior: “Las autoridades están al servicio de Dios para tu bien; pero si estás haciendo algo malo, por supuesto que deberías tener miedo, porque ellas tienen poder para castigarte. Están al servicio de Dios para cumplir el propósito específico de castigar a los que hacen lo malo”. (Romanos 13:4 NTV) Las armas están diseñadas para estar en las manos de las fuerzas de seguridad, no de la población civil. La única niña que sobrevivió a la masacre, estará siempre agradecida a ese par de policías que acabaron con el perpetrador, porque las armas ahora sí que no estaban en las manos equivocadas.‬‬


leonardolombar@gmail.com


Siempre me despertaba curiosidad ese cajón del buró de mi papá. Esperaba que no haya nadie en la casa para acceder a él y acariciar la pistola calibre treinta y ocho que guardaba con mucho celo “por si algún día se ofrecía”.

Existía una extraña seducción en llegar a ella. Cuando lo lograba, me ponía frente al espejo e imaginaba que era, dependiendo la serie que me había atrapado en los últimos días, uno de esos policías de traje y corbata en las calles de Brooklyn, o bien; un cowboy trayendo orden a un pueblo de Texas. Un día me animé a cargarla, gracias a Dios, el tambor no tenía municiones.

Resulta prácticamente imposible tratar de comprender cómo piensa un joven de dieciocho años que entra a una escuela primaria y de manera despiadada mata a sangre fría a diecinueve niños y a dos personas adultas en menos de una hora. Es igualmente abrumador, por otro lado, entender el dolor de esos papás, quienes apenas horas antes, habían dejado a sus niños en la escuela, llenos de energía y futuro, deben ahora reconocer la identidad de un cuerpo inerte ultimado por una bala que salió de un arma que estaba en las manos equivocadas. Por último, absolutamente infructuoso tratar de averiguar por qué les tocó a ellos y no a nosotros.

Pudiéramos ilusamente pensar que esta tragedia no nos toca de cerca pero nada más lejos: el individuo era de origen latino y la mitad de los inocentes fallecidos de ascendencia mexicana. ¿Cómo puede ser que una sociedad como la norteamericana que goza del respeto y la admiración de la mayoría del mundo occidental insiste todavía en “armar” a la población civil en aras del derecho a la “legítima defensa”? ¿Qué nos queda a nosotros, los que pertenecemos a esta parte del mundo que nos denominamos “países en vías de desarrollo” para evitar el mote de “tercermundistas”?

Quiero concluir citando el mismo texto en el que se basó mi artículo anterior: “Las autoridades están al servicio de Dios para tu bien; pero si estás haciendo algo malo, por supuesto que deberías tener miedo, porque ellas tienen poder para castigarte. Están al servicio de Dios para cumplir el propósito específico de castigar a los que hacen lo malo”. (Romanos 13:4 NTV) Las armas están diseñadas para estar en las manos de las fuerzas de seguridad, no de la población civil. La única niña que sobrevivió a la masacre, estará siempre agradecida a ese par de policías que acabaron con el perpetrador, porque las armas ahora sí que no estaban en las manos equivocadas.‬‬


leonardolombar@gmail.com


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