/ sábado 16 de octubre de 2021

Nuestros niños, la mejor inversión

Durante años escuché y hasta creo que repetí la tan trillada frase de que “los niños son el futuro”. Hoy, a punto de cumplir medio siglo sobre esta tierra, y al ver a mis hijos convertirse en hombres, me doy cuenta, de que por la gracia de Dios y el ejemplo de mis padres no abracé lo que estaba detrás de esa frase, porque los niños no son el futuro sino el presente.

El tiempo pasa muy rápido y para cuando nos damos cuenta, se pasaron los años y con ellos las oportunidades para invertir en sus vidas, o mejor dicho para “invertirnos” nosotros mismos en ellos.

En pocas ocasiones vemos a Jesús enojado. Una de ellas fue cuando sus propios discípulos estaban impidiendo a los niños acercarse a él. Los discípulos por entonces veían a Jesús como un maestro de la ley, así que para ellos los niños no eran dignos de su atención, pero Jesús les cambia el paradigma al decirles: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”. (Marcos 10.14b). En otras palabras, les está diciendo, este es el mejor momento de sus vidas para invertirnos en ellos.

Ese “ahora” es cuando son niños, es ese momento “mágico” donde la curiosidad viene a ser nuestro mejor aliado en el aprendizaje; donde la ingenuidad nos desafía a hablarles siempre con la verdad y la espontaneidad es capaz de sacarnos de nuestro aburrido “status quo”; o incluso, cuando la actitud crédula e inocente resulta en la propuesta divina para acercarnos al mismo Dios.

Los inversores saben que hay inversiones de corto, mediano y largo plazo. Los niños son inversiones de largo plazo. Pues aunque los tendremos un corto tiempo en esa condición, el rédito alcanzará hasta al menos cuatro generaciones más: “Instruye al niño en el camino correcto, y aún en su vejez no lo abandonará” (Proverbios 22.6). Invertirnos en ellos es de crucial importancia. Es ahora o nunca.

Mail: leonardolombar@gmail.com

Jesús les cambia el paradigma al decirles: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”.

Durante años escuché y hasta creo que repetí la tan trillada frase de que “los niños son el futuro”. Hoy, a punto de cumplir medio siglo sobre esta tierra, y al ver a mis hijos convertirse en hombres, me doy cuenta, de que por la gracia de Dios y el ejemplo de mis padres no abracé lo que estaba detrás de esa frase, porque los niños no son el futuro sino el presente.

El tiempo pasa muy rápido y para cuando nos damos cuenta, se pasaron los años y con ellos las oportunidades para invertir en sus vidas, o mejor dicho para “invertirnos” nosotros mismos en ellos.

En pocas ocasiones vemos a Jesús enojado. Una de ellas fue cuando sus propios discípulos estaban impidiendo a los niños acercarse a él. Los discípulos por entonces veían a Jesús como un maestro de la ley, así que para ellos los niños no eran dignos de su atención, pero Jesús les cambia el paradigma al decirles: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”. (Marcos 10.14b). En otras palabras, les está diciendo, este es el mejor momento de sus vidas para invertirnos en ellos.

Ese “ahora” es cuando son niños, es ese momento “mágico” donde la curiosidad viene a ser nuestro mejor aliado en el aprendizaje; donde la ingenuidad nos desafía a hablarles siempre con la verdad y la espontaneidad es capaz de sacarnos de nuestro aburrido “status quo”; o incluso, cuando la actitud crédula e inocente resulta en la propuesta divina para acercarnos al mismo Dios.

Los inversores saben que hay inversiones de corto, mediano y largo plazo. Los niños son inversiones de largo plazo. Pues aunque los tendremos un corto tiempo en esa condición, el rédito alcanzará hasta al menos cuatro generaciones más: “Instruye al niño en el camino correcto, y aún en su vejez no lo abandonará” (Proverbios 22.6). Invertirnos en ellos es de crucial importancia. Es ahora o nunca.

Mail: leonardolombar@gmail.com

Jesús les cambia el paradigma al decirles: “Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos”.

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