/ martes 12 de julio de 2022

López Obrador y sus corcholatas

Como si el país viviera en el edén prometido por el presidente, en donde la corrupción, la inseguridad, la enorme desigualdad y la pobreza fueran cosas de la ya superada noche neoliberal, lo que ocupa y preocupa al gobierno es concentrar todos los recursos, legales e ilegales, para apresurar y asegurar la sucesión.

Comienza la temporada del destape de las corcholatas, donde solo una de ellas tendrá en el reverso el premio mayor anunciado por el supremo: “Eres tú”, podrá leer el afortunado ganador.

Sheinbaum parece tener como principal estrategia mimetizarse con AMLO en la rijosidad de sus expresiones, la intolerancia a la crítica, y en un dogmatismo ideológico que imagina será suficiente para que el electorado la tenga por la auténtica sucesora del proyecto obradorista.

Esta actitud contrasta con cierta mesura y cuidado que Ebrard demuestra en sus declaraciones, además de tener una imagen ya arraigada de ser un político más pragmático y menos obstinado que AMLO. Naturalmente, cuando la ocasión lo amerita, hace elogios a tal o cual política implementada por su jefe, y se declara un fiel partidario a esa cosa hueca y ridículamente llamada 4T. En esa actitud se mantendrá, supongo, hasta que tenga lugar la encuesta de encuestas, aquella que realmente muestra los sentimientos del pueblo, es decir, la que el presidente levante con su conciencia.

Hace diez años Ebrard cedió la candidatura (contra lo que apuntaban diversas encuestas) pensando que el triunfo de AMLO en ese 2012 estaba asegurado, y que él sería el sucesor natural. Pero los tiempos son otros, y es seguro que sea esta su última oportunidad de poder hacerse de la Presidencia.

Si el auténtico encuestador se decanta, como todo lo indica hasta ahora, por su acartonada remedadora, es probable que los atributos antes mencionados de Ebrard lo hagan un posible (aunque poco probable) candidato de algún partido menor, como MC, o (aún menos probable) de la alianza Va por México, dada la incapacidad de esta última de construir una candidatura ni de quitarse los lastres que tanto le pesan en la opinión pública, empezando por la ya insostenible presidencia del partido tricolor.

La ruptura con AMLO, de darse, la ha de estar calculando bien el canciller, para evitar el ostracismo que ya está sufriendo el prematuramente rebelde Monreal, quien también, hasta por despecho, puede buscar refugio en algún partido minoritario, cuya eventual candidatura le restaría votos a Morena. Pero de un partidillo rémora no creo que pase. Por más que haga alusiones al diálogo con opositores, esboce críticas veladas al gobierno o declare abiertamente que estará en la boleta en 2024 sea con Morena o no, no creo que su aceptación social le dé para encabezar la principal coalición opositora.

La supuesta candidatura de la corcholata paisana del presidente, el cada vez más protagónico secretario de Gobernación Adán Augusto López, me parece más un intento de simular una contienda plural y democrática que una genuina aspiración de él o un plan “C” de AMLO. Tendrá la poderosa plataforma de la Secretaría que encabeza, y los aviones militares a su disposición que sean necesarios para su promoción personal, pero el tiempo no le alcanza para emparejarse a los dos punteros, ni creo que AMLO arriesgue su sucesión con quien hace un año era un desconocido más allá del estado que gobernaba.

Diversas mediciones muestran una alta y constante aprobación a AMLO. Pero eso es en tanto se refieren a su persona. Ya en temas concretos, la aceptación de los resultados de su gobierno baja notablemente.

Sin estar AMLO en la boleta, ¿Qué van a proponer los suspirantes? ¿Les bastará con ofrecer nada más que continuidad?

Como si el país viviera en el edén prometido por el presidente, en donde la corrupción, la inseguridad, la enorme desigualdad y la pobreza fueran cosas de la ya superada noche neoliberal, lo que ocupa y preocupa al gobierno es concentrar todos los recursos, legales e ilegales, para apresurar y asegurar la sucesión.

Comienza la temporada del destape de las corcholatas, donde solo una de ellas tendrá en el reverso el premio mayor anunciado por el supremo: “Eres tú”, podrá leer el afortunado ganador.

Sheinbaum parece tener como principal estrategia mimetizarse con AMLO en la rijosidad de sus expresiones, la intolerancia a la crítica, y en un dogmatismo ideológico que imagina será suficiente para que el electorado la tenga por la auténtica sucesora del proyecto obradorista.

Esta actitud contrasta con cierta mesura y cuidado que Ebrard demuestra en sus declaraciones, además de tener una imagen ya arraigada de ser un político más pragmático y menos obstinado que AMLO. Naturalmente, cuando la ocasión lo amerita, hace elogios a tal o cual política implementada por su jefe, y se declara un fiel partidario a esa cosa hueca y ridículamente llamada 4T. En esa actitud se mantendrá, supongo, hasta que tenga lugar la encuesta de encuestas, aquella que realmente muestra los sentimientos del pueblo, es decir, la que el presidente levante con su conciencia.

Hace diez años Ebrard cedió la candidatura (contra lo que apuntaban diversas encuestas) pensando que el triunfo de AMLO en ese 2012 estaba asegurado, y que él sería el sucesor natural. Pero los tiempos son otros, y es seguro que sea esta su última oportunidad de poder hacerse de la Presidencia.

Si el auténtico encuestador se decanta, como todo lo indica hasta ahora, por su acartonada remedadora, es probable que los atributos antes mencionados de Ebrard lo hagan un posible (aunque poco probable) candidato de algún partido menor, como MC, o (aún menos probable) de la alianza Va por México, dada la incapacidad de esta última de construir una candidatura ni de quitarse los lastres que tanto le pesan en la opinión pública, empezando por la ya insostenible presidencia del partido tricolor.

La ruptura con AMLO, de darse, la ha de estar calculando bien el canciller, para evitar el ostracismo que ya está sufriendo el prematuramente rebelde Monreal, quien también, hasta por despecho, puede buscar refugio en algún partido minoritario, cuya eventual candidatura le restaría votos a Morena. Pero de un partidillo rémora no creo que pase. Por más que haga alusiones al diálogo con opositores, esboce críticas veladas al gobierno o declare abiertamente que estará en la boleta en 2024 sea con Morena o no, no creo que su aceptación social le dé para encabezar la principal coalición opositora.

La supuesta candidatura de la corcholata paisana del presidente, el cada vez más protagónico secretario de Gobernación Adán Augusto López, me parece más un intento de simular una contienda plural y democrática que una genuina aspiración de él o un plan “C” de AMLO. Tendrá la poderosa plataforma de la Secretaría que encabeza, y los aviones militares a su disposición que sean necesarios para su promoción personal, pero el tiempo no le alcanza para emparejarse a los dos punteros, ni creo que AMLO arriesgue su sucesión con quien hace un año era un desconocido más allá del estado que gobernaba.

Diversas mediciones muestran una alta y constante aprobación a AMLO. Pero eso es en tanto se refieren a su persona. Ya en temas concretos, la aceptación de los resultados de su gobierno baja notablemente.

Sin estar AMLO en la boleta, ¿Qué van a proponer los suspirantes? ¿Les bastará con ofrecer nada más que continuidad?