/ sábado 2 de diciembre de 2023

¿Quién mató a Ociel?

“La sociedad. Pero no lo mató ayer. Lo mató en todo caso desde hace muchos meses en el momento en el que, en lugar de poner atención a su excéntrico comportamiento, decidimos ignorarlo y dejarlo alimentar una mentira y un personaje fundados en una peligrosa ideología. Festejando en público lo que daba espacio a todo tipo de escarnio en privado. Muchos fueron los que empujaron su psicología a comportamientos más y más erráticos. ¿Qué efecto tiene en la psicología de un individuo recibir de golpe toda esa falsa validación?”

Las citadas palabras fueron extraídas del perfil de una red social de un abogado, compañero de estudios y de trabajo del joven presuntamente asesinado conocido por su título mediático de “Magistrade”. Cuando las leí, me recordó a la famosa frase acuñada a principios de los dos mil, cuando apenas había pisado suelo mexicano. “¿Quién mató a Colosio?” No fue sino hasta que ví la película que llevaba el nombre del candidato asesinado, casi una década después, que caí en la cuenta de lo importante que es asumir la “responsabilidad corporativa”.

Las primeras investigaciones concluyen que Ociel fue asesinado por su pareja quien posteriormente se suicidó, y que el móvil sería un tema pasional, muy común en relaciones de este tipo. Sin embargo, ratificarlo o corregirlo es tarea de la justicia. Lo que es lamentable, es que de manera liviana e irresponsable, grupos que promueven fanáticamente la ideología de género, lo tilden de crimen homofóbico y aprovechen este hecho lamentable como bandera para su causa, faltando incluso el respeto a la memoria del ahora occiso.

Mi propuesta de hoy es que nos preguntemos con Alan Capetillo (texto citado de su red X) qué parte de responsabilidad nos toca en un crimen de esta naturaleza. ¿Cuántos Ocieles más tendremos que lamentar si no le ponemos fin a esta ola de falsa validación social de una conducta que otrora era considerada como un “trastorno” según las autoridades sanitarias? ¿Cuántos homicidios y suicidios más de este tipo tendremos que lamentar por hacer de la vida profesional de un ciudadano común la plataforma de exhibición y escándalo que lo llevará a una insoportable insatisfacción existencial?

¿Quién mató a Ociel? Emulando al caso del famoso candidato: diríamos de manera irresponsable “todos y ninguno”. Me quedo con “todos”.

“La sociedad. Pero no lo mató ayer. Lo mató en todo caso desde hace muchos meses en el momento en el que, en lugar de poner atención a su excéntrico comportamiento, decidimos ignorarlo y dejarlo alimentar una mentira y un personaje fundados en una peligrosa ideología. Festejando en público lo que daba espacio a todo tipo de escarnio en privado. Muchos fueron los que empujaron su psicología a comportamientos más y más erráticos. ¿Qué efecto tiene en la psicología de un individuo recibir de golpe toda esa falsa validación?”

Las citadas palabras fueron extraídas del perfil de una red social de un abogado, compañero de estudios y de trabajo del joven presuntamente asesinado conocido por su título mediático de “Magistrade”. Cuando las leí, me recordó a la famosa frase acuñada a principios de los dos mil, cuando apenas había pisado suelo mexicano. “¿Quién mató a Colosio?” No fue sino hasta que ví la película que llevaba el nombre del candidato asesinado, casi una década después, que caí en la cuenta de lo importante que es asumir la “responsabilidad corporativa”.

Las primeras investigaciones concluyen que Ociel fue asesinado por su pareja quien posteriormente se suicidó, y que el móvil sería un tema pasional, muy común en relaciones de este tipo. Sin embargo, ratificarlo o corregirlo es tarea de la justicia. Lo que es lamentable, es que de manera liviana e irresponsable, grupos que promueven fanáticamente la ideología de género, lo tilden de crimen homofóbico y aprovechen este hecho lamentable como bandera para su causa, faltando incluso el respeto a la memoria del ahora occiso.

Mi propuesta de hoy es que nos preguntemos con Alan Capetillo (texto citado de su red X) qué parte de responsabilidad nos toca en un crimen de esta naturaleza. ¿Cuántos Ocieles más tendremos que lamentar si no le ponemos fin a esta ola de falsa validación social de una conducta que otrora era considerada como un “trastorno” según las autoridades sanitarias? ¿Cuántos homicidios y suicidios más de este tipo tendremos que lamentar por hacer de la vida profesional de un ciudadano común la plataforma de exhibición y escándalo que lo llevará a una insoportable insatisfacción existencial?

¿Quién mató a Ociel? Emulando al caso del famoso candidato: diríamos de manera irresponsable “todos y ninguno”. Me quedo con “todos”.

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