/ sábado 13 de noviembre de 2021

Sólo quería un litro de leche

¿No le pasó alguna vez que iba a la tienda de supermercado por un litro de leche y sale comprando un trapeador, dos desodorantes amarrados a un champú, y un kilogramo de fresas que se veían apetecibles? A eso yo le llamo “consumismo”.

El sociólogo norteamericano Tony Campolo va un poco más allá y lo define así: “Comprar cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos para apantallar a gente que no nos cae bien”.

No es mi interés hacer apología de la austeridad ni oponerme a la reactivación económica tan necesaria y esperada después de la contingencia sanitaria. Convengamos que esta versión mexicana de las ofertas del “Thanksgiving”, que comenzó como fin de semana y ya ostenta lo que queda del mes, ha sido un éxito para muchos sectores. Pero creo que deberíamos reflexionar qué tanto bien nos hace salir a comprar cosas solamente porque están “aparentemente” de oferta.

El problema no es comprar cosas, sino creer que por tenerlas vamos a ser “más felices” y que ese “vacío existencial” que muchos llevamos dentro desaparecerá. Y claro que desaparece, pero sólo por un tiempo, un tiempo muy corto. Pues al rato el sistema nos generará “otra” necesidad. Muchas personas tratan de llenar ese vacío con comida y obviamente nunca lo logran excepto que pierden la salud en el camino. Igual con el consumo. Perdemos la salud emocional y nos volvemos esclavos del sistema.

Volviendo a la anécdota del principio, quizá su experiencia sea similar a la mía: el trapeador no le sirvió porque su esposa compra de los artesanales. Los desodorantes no los usó porque son las fragancias que van quedando rezagadas. El champú no lo usó porque es para pelo graso y usted tiene pelo seco y las fresas se le echaron a perder porque eran para comer el mismo día. Encima de todo, se fue a dormir atorado con el pan que no pasa con agua porque se le olvidó comprar el litro de leche.

leonardolombar@gmail.com

¿No le pasó alguna vez que iba a la tienda de supermercado por un litro de leche y sale comprando un trapeador, dos desodorantes amarrados a un champú, y un kilogramo de fresas que se veían apetecibles? A eso yo le llamo “consumismo”.

El sociólogo norteamericano Tony Campolo va un poco más allá y lo define así: “Comprar cosas que no necesitamos con dinero que no tenemos para apantallar a gente que no nos cae bien”.

No es mi interés hacer apología de la austeridad ni oponerme a la reactivación económica tan necesaria y esperada después de la contingencia sanitaria. Convengamos que esta versión mexicana de las ofertas del “Thanksgiving”, que comenzó como fin de semana y ya ostenta lo que queda del mes, ha sido un éxito para muchos sectores. Pero creo que deberíamos reflexionar qué tanto bien nos hace salir a comprar cosas solamente porque están “aparentemente” de oferta.

El problema no es comprar cosas, sino creer que por tenerlas vamos a ser “más felices” y que ese “vacío existencial” que muchos llevamos dentro desaparecerá. Y claro que desaparece, pero sólo por un tiempo, un tiempo muy corto. Pues al rato el sistema nos generará “otra” necesidad. Muchas personas tratan de llenar ese vacío con comida y obviamente nunca lo logran excepto que pierden la salud en el camino. Igual con el consumo. Perdemos la salud emocional y nos volvemos esclavos del sistema.

Volviendo a la anécdota del principio, quizá su experiencia sea similar a la mía: el trapeador no le sirvió porque su esposa compra de los artesanales. Los desodorantes no los usó porque son las fragancias que van quedando rezagadas. El champú no lo usó porque es para pelo graso y usted tiene pelo seco y las fresas se le echaron a perder porque eran para comer el mismo día. Encima de todo, se fue a dormir atorado con el pan que no pasa con agua porque se le olvidó comprar el litro de leche.

leonardolombar@gmail.com

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