/ domingo 11 de octubre de 2020

Trabas indignas para las mujeres

Las valoraciones que se han hecho de la lucha feminista cobra especial relevancia durante los últimos meses, en los que la violencia contra la mujer ha tomado otro matiz por el confinamiento. A pesar de su repunte, todavía ninguna institución revela cifras respecto al evidente crecimiento de la violencia de género, situación que deriva del desdén de las autoridades ante este problema; aunado a que las mujeres víctimas de violencia no denuncian las agresiones, y por causas familiares, económicas, culturales, entre otras, no se atreven a salir del círculo en el que son violentadas.

Amnistía Internacional reveló el jueves anterior que no hay avances concretos en contra la violencia de género en nuestro país. El organismo internacional sostuvo que a pesar de que el gobierno ha implementado 21 protocolos de alerta de violencia de género, “no se observan cambios sustanciales en la disminución de la violencia feminicida”, que, según cifras oficiales, hasta antes de la pandemia cobraba la vida de 10 mujeres al día.

Si bien es cierto que la lucha feminista ha transitado por algunos tropiezos como aquel que surge de ciertos grupos que con sus acciones buscan encasillarla en una lucha antagónica con el sexo opuesto, siendo que la única lectura sustancial es la que libran las mujeres al enfrentar barreras ancestrales que les dificulta mejorar sus condiciones de vida a través de la búsqueda de igualdad de oportunidades para desarrollar sus potencialidades humanas en todos los ámbitos, así como detener cuanto antes los actos violentos en contra de ellas en los entornos privado y público.

Los logros de las mujeres han ocurrido con la lentitud de los siglos: a mediados del XVIII se empezaron a cuestionar la jerarquía de sexos y sus derechos sobre el acceso a la educación, el trabajo y la libertad en el matrimonio. A mediados del XIX y hasta la década de los 50´s del siglo XX, su principal lucha era conseguir el derecho al voto. Simone de Beauvoir, Lucrecia Mott y Cady Santon entendieron y abanderaron causas feministas cuyo legado es innegable.

En los años 70´s del siglo pasado, con la liberación sexual, las mujeres se opusieron a ser tratadas como objetos, fomentando el debate y el activismo hasta cimbrar los cimientos del patriarcado. Éste desenvolvimiento empezó a gestar una lucha de las mujeres en el mundo occidental para erradicar los roles de género con el fin de que cada una pueda tomar las decisiones más importantes sobre su vida.

Con independencia del debate que genera el feminismo y las banderas políticas en torno a él, las venas de la violencia de género son crudas, habiéndose ramificado en todos los ámbitos: En la escuela, en las familias, en los espacios públicos, digitales y en los centros de trabajo rurales o urbanos, hay manifestaciones de menosprecio que alcanzan niveles inusitados de odio hasta llegar al asesinato de mujeres sólo por el hecho de serlo.

A principios de año -tiempo pre-pandemia- en México se realizó una marcha masiva de protesta en la que se manifestaron en las calles de varias ciudades miles de mujeres de todos los estratos sociales, creencias políticas y religiosas para lanzar un grito de hartazgo, y a favor de ejercer sus libertades sin ser agredidas por ello.

Para el New York Times la marcha feminista “puso a prueba” el grado de sensibilidad del gobierno del Presidente López Obrador, subrayando que “pareció incapaz de reconocer la magnitud de la creciente frustración al culpar de los asesinatos de mujeres a políticas neoliberales pasadas”.

Es alarmante conocer que de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido de violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, en tanto que al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas ha enfrentado un incidente de violencia.

Sabemos que muchas mujeres conviven con sus agresores y éstos en la mayoría de los casos pertenecen a su círculo más cercano. La titular de Segob, Olga Sánchez Cordero reconoció que la desigualdad de género aumentó durante el confinamiento. Destacó que el confinamiento no detonó una ola machista en sí misma porque los males ya existían en nuestro país.

Por si fuera poco, el Gobierno de México no ha sido empático con las mujeres al eliminar algunos instrumentos para consolidar su realización profesional y personal: canceló los apoyos para estancias infantiles que permitía a madres cabeza de familia salir a trabajar para obtener ingresos, tampoco ha mostrado sensibilidad con las mujeres que buscan a sus hijas desaparecidas, ni con las madres que tienen hijos con cáncer, quienes carecen de medicamentos para su tratamiento.

Las raíces del México desigual son profundas, si pretendemos modificar esta realidad tenemos que reconocer que las mujeres influyen para lograr el bienestar de su círculo inmediato y de las comunidades en donde viven. Las mujeres necesitan respaldo, ser escuchadas, comprendidas e impulsadas para que juntos podamos transitar hacia una sociedad más igualitaria y justa.

Recordemos las palabras de Virginia Woolf y su lucha feminista: “Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria, como mujer mi patria es el mundo”.

Las valoraciones que se han hecho de la lucha feminista cobra especial relevancia durante los últimos meses, en los que la violencia contra la mujer ha tomado otro matiz por el confinamiento. A pesar de su repunte, todavía ninguna institución revela cifras respecto al evidente crecimiento de la violencia de género, situación que deriva del desdén de las autoridades ante este problema; aunado a que las mujeres víctimas de violencia no denuncian las agresiones, y por causas familiares, económicas, culturales, entre otras, no se atreven a salir del círculo en el que son violentadas.

Amnistía Internacional reveló el jueves anterior que no hay avances concretos en contra la violencia de género en nuestro país. El organismo internacional sostuvo que a pesar de que el gobierno ha implementado 21 protocolos de alerta de violencia de género, “no se observan cambios sustanciales en la disminución de la violencia feminicida”, que, según cifras oficiales, hasta antes de la pandemia cobraba la vida de 10 mujeres al día.

Si bien es cierto que la lucha feminista ha transitado por algunos tropiezos como aquel que surge de ciertos grupos que con sus acciones buscan encasillarla en una lucha antagónica con el sexo opuesto, siendo que la única lectura sustancial es la que libran las mujeres al enfrentar barreras ancestrales que les dificulta mejorar sus condiciones de vida a través de la búsqueda de igualdad de oportunidades para desarrollar sus potencialidades humanas en todos los ámbitos, así como detener cuanto antes los actos violentos en contra de ellas en los entornos privado y público.

Los logros de las mujeres han ocurrido con la lentitud de los siglos: a mediados del XVIII se empezaron a cuestionar la jerarquía de sexos y sus derechos sobre el acceso a la educación, el trabajo y la libertad en el matrimonio. A mediados del XIX y hasta la década de los 50´s del siglo XX, su principal lucha era conseguir el derecho al voto. Simone de Beauvoir, Lucrecia Mott y Cady Santon entendieron y abanderaron causas feministas cuyo legado es innegable.

En los años 70´s del siglo pasado, con la liberación sexual, las mujeres se opusieron a ser tratadas como objetos, fomentando el debate y el activismo hasta cimbrar los cimientos del patriarcado. Éste desenvolvimiento empezó a gestar una lucha de las mujeres en el mundo occidental para erradicar los roles de género con el fin de que cada una pueda tomar las decisiones más importantes sobre su vida.

Con independencia del debate que genera el feminismo y las banderas políticas en torno a él, las venas de la violencia de género son crudas, habiéndose ramificado en todos los ámbitos: En la escuela, en las familias, en los espacios públicos, digitales y en los centros de trabajo rurales o urbanos, hay manifestaciones de menosprecio que alcanzan niveles inusitados de odio hasta llegar al asesinato de mujeres sólo por el hecho de serlo.

A principios de año -tiempo pre-pandemia- en México se realizó una marcha masiva de protesta en la que se manifestaron en las calles de varias ciudades miles de mujeres de todos los estratos sociales, creencias políticas y religiosas para lanzar un grito de hartazgo, y a favor de ejercer sus libertades sin ser agredidas por ello.

Para el New York Times la marcha feminista “puso a prueba” el grado de sensibilidad del gobierno del Presidente López Obrador, subrayando que “pareció incapaz de reconocer la magnitud de la creciente frustración al culpar de los asesinatos de mujeres a políticas neoliberales pasadas”.

Es alarmante conocer que de acuerdo a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 1 de cada 3 mujeres en el mundo ha sufrido de violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, en tanto que al menos 6 de cada 10 mujeres mexicanas ha enfrentado un incidente de violencia.

Sabemos que muchas mujeres conviven con sus agresores y éstos en la mayoría de los casos pertenecen a su círculo más cercano. La titular de Segob, Olga Sánchez Cordero reconoció que la desigualdad de género aumentó durante el confinamiento. Destacó que el confinamiento no detonó una ola machista en sí misma porque los males ya existían en nuestro país.

Por si fuera poco, el Gobierno de México no ha sido empático con las mujeres al eliminar algunos instrumentos para consolidar su realización profesional y personal: canceló los apoyos para estancias infantiles que permitía a madres cabeza de familia salir a trabajar para obtener ingresos, tampoco ha mostrado sensibilidad con las mujeres que buscan a sus hijas desaparecidas, ni con las madres que tienen hijos con cáncer, quienes carecen de medicamentos para su tratamiento.

Las raíces del México desigual son profundas, si pretendemos modificar esta realidad tenemos que reconocer que las mujeres influyen para lograr el bienestar de su círculo inmediato y de las comunidades en donde viven. Las mujeres necesitan respaldo, ser escuchadas, comprendidas e impulsadas para que juntos podamos transitar hacia una sociedad más igualitaria y justa.

Recordemos las palabras de Virginia Woolf y su lucha feminista: “Como mujer no tengo patria, como mujer no quiero patria, como mujer mi patria es el mundo”.