/ lunes 6 de noviembre de 2023

Tres Durangos

Oír unas campanas es siempre una evocación del tiempo que pasa. Todas las ciudades tienen una historia que contar sobre su origen. Hay lugares que están definidos por un mito lejano y pretérito, otros por una fundación real, con fechas concretas que se pueden sumar mentalmente contando los siglos. Y muchas ciudades, cuentan con ambas cosas, realidad y ensueño. Durango es uno de esos lugares, habitado por el eco del tiempo y de la vida. La ciudad mexicana atesora un imaginario propio, su centro histórico está repleto de templos y edificios nobles, cuya arquitectura se remonta a tiempos pasados que no dejan de ser un presente a la vista.

Hay momentos ideales para recorrer la ciudad y cruzar el puente de Analco, desde la mañana temprano hasta el anochecer, hay siempre un instante preciso para el disfrute de la ciudad duranguense. Caminando desde la Plaza de Armas hasta Santa Ana, la calle Constitución representa un espacio de encuentro con la gastronomía local y el color cotidiano de su vida ciudadana, puede disfrutarse del tránsito peatonal y se hace imprescindible entrar a museos como el Palacio de los Gurza, un bello edificio que fue durante seis décadas, la sede de nuestro periódico, El Sol de Durango.

La historia puede sentirse a cada vuelta de la esquina, sin duda el Palacio de Zambrano es otra de las visitas singulares del casco histórico, el Museo Francisco Villa lo tiene todo para conocer de cerca los hitos de la Revolución y el devenir de la cultura duranguense. Son varias las esculturas y bustos del presidente Benito Juárez que pueden encontrarse en la ciudad, una evidencia del buen hacer y del cultivo de la memoria histórica mexicana.

En el País Vasco, la ciudad duranguense también es un cruce de caminos de la historia entre los ríos y valles vascos, en su origen estuvo amurallada y contaba con cinco puertas para entrar a la ciudad, fueron tres sus calles principales: Artekale, Barrenkale y Goienkale. Lejos, en las afueras, la historia también tuvo su papel y la ciudad vizcaína contó durante su periplo histórico con sucesos señalados, como inundaciones y hasta incendios.

Hoy en día, adentrarse por el Arco de Santa Ana, pisar los adoquines de su Casco Viejoy sentir el aire fresco que se respira en Durangaldea, conlleva también mirar al espejo del tiempo, a su esplendor y a sus tragedias. En 1937, la aviación italiana realizó un bombardeo sobre Durango que supuso uno de los episodios negros de la historia de la guerra civil. No muy lejos de allí, a una hora de carretera, está Gernika, la famosa ciudad que dio nombre a la pintura de Picasso, que también se podría haber llamado Durango, por haber sido ambas ciudades un lugar simbólico de la historia reciente europea.

Al igual que el mexicano Palacio de Los Gurza, en el País Vasco se encuentra su museo hermano, el Museo de Arte e Historia de Durango, cuya sede está en el palacio Etxezarretay fue fundado en 1984, el año próximo cumple su cuarenta aniversario. En la planta tercera hay una colección muy importante de arte vasco, las pinturas se parecen a las campanas cuando suenan, parecen querer decirnos algo, hacen sentir el transcurso del tiempo cuando se ven y cuando se oyen.

En Colorado, Durango también recibe durante el día el repique de campanas y el silencio de la historia se puede percibir dentro de la iglesia católica de Santa Columba o en los templos presbiterianos de estilo QueenAnne. En la segunda avenida, está el Durango Arts Center, un espacio para el arte contemporáneo que desde hace años concentra la actividad cultural de los durangueses de Colorado. Ahora que llega el día de acción de gracias, Durango reúne diferentes convocatorias de máximo interés, un festival de cine independiente y el festival cultural de otoño, además de la que será la galería de regalos antes de la navidad, donde los artistas locales, ofrecen sus mejores creaciones a los visitantes.

En Durango, entre sus plazas unidas por los siglos, la historia, el arte y el tiempo van tomadas de la mano, y la vida sigue como pasan los colores en las hojas de Las Alamedas y el Parque Guadiana, en cada parque, de las tres ciudades.

Oír unas campanas es siempre una evocación del tiempo que pasa. Todas las ciudades tienen una historia que contar sobre su origen. Hay lugares que están definidos por un mito lejano y pretérito, otros por una fundación real, con fechas concretas que se pueden sumar mentalmente contando los siglos. Y muchas ciudades, cuentan con ambas cosas, realidad y ensueño. Durango es uno de esos lugares, habitado por el eco del tiempo y de la vida. La ciudad mexicana atesora un imaginario propio, su centro histórico está repleto de templos y edificios nobles, cuya arquitectura se remonta a tiempos pasados que no dejan de ser un presente a la vista.

Hay momentos ideales para recorrer la ciudad y cruzar el puente de Analco, desde la mañana temprano hasta el anochecer, hay siempre un instante preciso para el disfrute de la ciudad duranguense. Caminando desde la Plaza de Armas hasta Santa Ana, la calle Constitución representa un espacio de encuentro con la gastronomía local y el color cotidiano de su vida ciudadana, puede disfrutarse del tránsito peatonal y se hace imprescindible entrar a museos como el Palacio de los Gurza, un bello edificio que fue durante seis décadas, la sede de nuestro periódico, El Sol de Durango.

La historia puede sentirse a cada vuelta de la esquina, sin duda el Palacio de Zambrano es otra de las visitas singulares del casco histórico, el Museo Francisco Villa lo tiene todo para conocer de cerca los hitos de la Revolución y el devenir de la cultura duranguense. Son varias las esculturas y bustos del presidente Benito Juárez que pueden encontrarse en la ciudad, una evidencia del buen hacer y del cultivo de la memoria histórica mexicana.

En el País Vasco, la ciudad duranguense también es un cruce de caminos de la historia entre los ríos y valles vascos, en su origen estuvo amurallada y contaba con cinco puertas para entrar a la ciudad, fueron tres sus calles principales: Artekale, Barrenkale y Goienkale. Lejos, en las afueras, la historia también tuvo su papel y la ciudad vizcaína contó durante su periplo histórico con sucesos señalados, como inundaciones y hasta incendios.

Hoy en día, adentrarse por el Arco de Santa Ana, pisar los adoquines de su Casco Viejoy sentir el aire fresco que se respira en Durangaldea, conlleva también mirar al espejo del tiempo, a su esplendor y a sus tragedias. En 1937, la aviación italiana realizó un bombardeo sobre Durango que supuso uno de los episodios negros de la historia de la guerra civil. No muy lejos de allí, a una hora de carretera, está Gernika, la famosa ciudad que dio nombre a la pintura de Picasso, que también se podría haber llamado Durango, por haber sido ambas ciudades un lugar simbólico de la historia reciente europea.

Al igual que el mexicano Palacio de Los Gurza, en el País Vasco se encuentra su museo hermano, el Museo de Arte e Historia de Durango, cuya sede está en el palacio Etxezarretay fue fundado en 1984, el año próximo cumple su cuarenta aniversario. En la planta tercera hay una colección muy importante de arte vasco, las pinturas se parecen a las campanas cuando suenan, parecen querer decirnos algo, hacen sentir el transcurso del tiempo cuando se ven y cuando se oyen.

En Colorado, Durango también recibe durante el día el repique de campanas y el silencio de la historia se puede percibir dentro de la iglesia católica de Santa Columba o en los templos presbiterianos de estilo QueenAnne. En la segunda avenida, está el Durango Arts Center, un espacio para el arte contemporáneo que desde hace años concentra la actividad cultural de los durangueses de Colorado. Ahora que llega el día de acción de gracias, Durango reúne diferentes convocatorias de máximo interés, un festival de cine independiente y el festival cultural de otoño, además de la que será la galería de regalos antes de la navidad, donde los artistas locales, ofrecen sus mejores creaciones a los visitantes.

En Durango, entre sus plazas unidas por los siglos, la historia, el arte y el tiempo van tomadas de la mano, y la vida sigue como pasan los colores en las hojas de Las Alamedas y el Parque Guadiana, en cada parque, de las tres ciudades.

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