/ lunes 26 de febrero de 2024

Una casa soñada

Tocar el agua nos hace sentir mejor. El agua entre las manos es una de las primeras imágenes del día, el líquido vital se escapa entre los dedos y es imposible que las palmas eviten la fuente incontenible del agua. Al despertar los ojos precisan esclarecer el tiempo del sueño y siempre el agua será una necesidad para iniciar el día, todos los cuerpos están formados por un alto porcentaje de agua y la mayor parte del planeta es de agua también. Por eso la salida al mar es uno de los tesoros de cualquier país y los ríos, los pantanos y los embalses representan un tesoro para la vida. En una casa, las botellas de agua, las regaderas y los grifos tienen un papel esencial para la buena marcha de la jornada. Todas las casas requieren de agua para subsistir, por eso también las fuentes de los parques son un derecho y un bien común, y los pozos y las albercas.

En Durango, el Pacífico está cerca, por la carretera a Mazatlán, atravesando la Sierra Madre Occidental, se llega al mar mexicano, a su azul inmenso y benefactor, hay una promesa en cada uno de los viajes hacia el agua. La perla del Guadiana tiene sus pantanos y sus embalses, hay senderos que recorren en El Pueblito la linde del agua, ¿Cómo serán los amaneceres del arroyo de La India en el pueblo mágico de Mapimí? Son duranguenses el río Nazas el Tunal, las ondas que surgen del lanzamiento de una piedra en el embalse Santiago Bayacora, con nubes silentes alrededor, la presa Lázaro Cárdenas, la vertiente del río Súchil, las cascadas de El Saltito con toda el agua llovida. Tan más cerca esté el desierto aún mayor será el esplendor de cada gota de agua. Analco es voz originaria que cuenta del lugar más allá del agua, de todas las agua provenimos en la historia del mundo.

En el País Vasco, hay ciento veinte kilómetros entre la capital de Durangaldea y el Cantábrico, por ejemplo la carretera hacia Santillana del Mar, lugar por excelencia de lo más antiguo y ancestral, nos lleva a la Cueva de Altamira. Una playa, la costa, el inmenso mar atrae todas las miradas y sentires de cualquier geografía. Los ríos vascos se desbordan en una espuma mítica que se hace niebla durante la noche, sus nombres evocan lejanías profundas, así suenan reverberando el agua de la primera letra del abecedario: Altube, Artibai, Asúa, Agüera, Arrazola, Arrazola. En el idioma euskera, el río es “ibaia, el agua se dice “ura”, fuente se pronuncia “iturria” y el mar suena así, “itsasoa”.

Al menos una vez en la vida hay que seguir a contracorriente un río, siguiendo las huellas de piedra que nos dan un punto de apoyo, para saltar el agua y navegar sus lechos, el baño en las aguas de un bosque y de la alta montaña reconforta y hace feliz. En la Durango del extremo norte, en Colorado, entre el río Animas y el arroyo Cascade hay un puente en Purgatory Trail, ¿cómo no soñar con cruzarlo para la vuelta a casa? La nieve caída hace que los castores transiten los blancos más puros, caminar las orillas del Old Lime Creek o de Haviland Lake es un secreto a voces en el condado de La Plata, cada curva del terreno y cada tronco de árbol pueden unirse entre las palabras, como la primera frase de los niños duranguenses americanos, que chapotean el agua de Nighthorse al ver un salmón arcoíris bajo el agua.

No muy lejos de aquí está Sacred Ridge, el lugar arqueológico de otros sueños y otras voces, el último corte de árbol revela que ya había un asentamiento nativo hace dos mil años, y los mismos ríos de aguas tempranas, ondisonantes, ¡glu, glu glu!

Tocar el agua nos hace sentir mejor. El agua entre las manos es una de las primeras imágenes del día, el líquido vital se escapa entre los dedos y es imposible que las palmas eviten la fuente incontenible del agua. Al despertar los ojos precisan esclarecer el tiempo del sueño y siempre el agua será una necesidad para iniciar el día, todos los cuerpos están formados por un alto porcentaje de agua y la mayor parte del planeta es de agua también. Por eso la salida al mar es uno de los tesoros de cualquier país y los ríos, los pantanos y los embalses representan un tesoro para la vida. En una casa, las botellas de agua, las regaderas y los grifos tienen un papel esencial para la buena marcha de la jornada. Todas las casas requieren de agua para subsistir, por eso también las fuentes de los parques son un derecho y un bien común, y los pozos y las albercas.

En Durango, el Pacífico está cerca, por la carretera a Mazatlán, atravesando la Sierra Madre Occidental, se llega al mar mexicano, a su azul inmenso y benefactor, hay una promesa en cada uno de los viajes hacia el agua. La perla del Guadiana tiene sus pantanos y sus embalses, hay senderos que recorren en El Pueblito la linde del agua, ¿Cómo serán los amaneceres del arroyo de La India en el pueblo mágico de Mapimí? Son duranguenses el río Nazas el Tunal, las ondas que surgen del lanzamiento de una piedra en el embalse Santiago Bayacora, con nubes silentes alrededor, la presa Lázaro Cárdenas, la vertiente del río Súchil, las cascadas de El Saltito con toda el agua llovida. Tan más cerca esté el desierto aún mayor será el esplendor de cada gota de agua. Analco es voz originaria que cuenta del lugar más allá del agua, de todas las agua provenimos en la historia del mundo.

En el País Vasco, hay ciento veinte kilómetros entre la capital de Durangaldea y el Cantábrico, por ejemplo la carretera hacia Santillana del Mar, lugar por excelencia de lo más antiguo y ancestral, nos lleva a la Cueva de Altamira. Una playa, la costa, el inmenso mar atrae todas las miradas y sentires de cualquier geografía. Los ríos vascos se desbordan en una espuma mítica que se hace niebla durante la noche, sus nombres evocan lejanías profundas, así suenan reverberando el agua de la primera letra del abecedario: Altube, Artibai, Asúa, Agüera, Arrazola, Arrazola. En el idioma euskera, el río es “ibaia, el agua se dice “ura”, fuente se pronuncia “iturria” y el mar suena así, “itsasoa”.

Al menos una vez en la vida hay que seguir a contracorriente un río, siguiendo las huellas de piedra que nos dan un punto de apoyo, para saltar el agua y navegar sus lechos, el baño en las aguas de un bosque y de la alta montaña reconforta y hace feliz. En la Durango del extremo norte, en Colorado, entre el río Animas y el arroyo Cascade hay un puente en Purgatory Trail, ¿cómo no soñar con cruzarlo para la vuelta a casa? La nieve caída hace que los castores transiten los blancos más puros, caminar las orillas del Old Lime Creek o de Haviland Lake es un secreto a voces en el condado de La Plata, cada curva del terreno y cada tronco de árbol pueden unirse entre las palabras, como la primera frase de los niños duranguenses americanos, que chapotean el agua de Nighthorse al ver un salmón arcoíris bajo el agua.

No muy lejos de aquí está Sacred Ridge, el lugar arqueológico de otros sueños y otras voces, el último corte de árbol revela que ya había un asentamiento nativo hace dos mil años, y los mismos ríos de aguas tempranas, ondisonantes, ¡glu, glu glu!

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