Leer el periódico es una tradición que no se puede perder. Cada página es como un pequeño mundo que se revela a nuestros ojos. En Durango los voceros reparten la prensa a los viandantes en el bulevar Dolores del Río con la información más fresca del momento, en cierto modo los titulares de actualidad reflejan un momento decisivo de cada lugar, no es extraño que muchas personas acudan a los periódicos para conocer el tiempo atmosférico de cada día.
Ha llovido en Durango y las ventanas de las casas han dibujado millones de formas con los borbotones de gotas de agua, así son las noticias también, suceden a cada minuto y pueden pasar desapercibidas si nadie las lee.
Igual sucede con las sombras, todas las sombras tienen una historia que contar de una ciudad, en la Durango mexicana la luz del día es tan pletórica que la Catedral vista desde cualquier ángulo del centro histórico es como un espejismo de piedra.
En su interior las columnas salomónicas y corintias dan abrigo y refugio, su fundación se cuenta que alcanza al año 1695 y lleva consigo un silencio de siglos.
Es como una sombra repleta de voces y secretos, todas las calles duranguenses tiene un lado de sol y otro de sombra, de algún modo todas conducen hacia un diálogo de la ciudad consigo misma, y las casas son palabras y ecos que conservan la memoria del tiempo.
En la Durango vizcaína, también las sombras son añejas y evocativas, uno de los lugares monumentales es la Basílica de Santa María de Uribarri, medieval y gótica, adentrarse en su interior tiene el mismo silencio que recorría el escultor vasco Martín Ruíz de Zubiate, con sus manos talló el retablo parroquial duranguense cien años antes de elevarse la primera piedra de la catedral mexicana.
El escultor nació en Arratzu, una bella localidad bañada por el río Golako y bajo el magnetismo de los montes Arrola, Gaztuxetuelagana, Olerre y Lupiola, nombres en euskera que también son como sombras que dicen el verde y el blanco y el azul del cielo.
Los periódicos tienen un perfume especial, el papel con tinta cifra el acontecer de los lugares. En un hogar, en los bodegones de muchas pinturas, la fruta y el periódico están siempre cerca, como un símbolo del instante y de lo efímero.
En Colorado, la Durango estadounidense, cada río proviene de muy lejos, su iglesia de Santa Columba reúne a su alrededor esa luz reflejada en la piedra más antigua que hace de raíz y de norte, muy semejante al famoso tríptico del altar de la virgen mártir que pintó Van der Weyden, entre las figuras bíblicas destacan al fondo los arcos y bóvedas del edificio, como una casa de milenios que se prolonga en el tiempo de todas las geografías.
A Santa Columba se llega por el este de la Second Avenue, a la basílica vasca puede accederse desde la Uribarri Kalea, y la catedral mexicana puede tocarse con las manos desde la calle Constitución. Entre todas y cada una de ellas, hay un mismo latido de silencio y clamor que cuenta los orígenes, como periódicos abiertos de par en par.