/ lunes 13 de noviembre de 2023

Tres Durangos

Los mapas de las ciudades tienen una magia especial. El recorrido visual de las calles, los ríos y los monumentos parecen estar más cerca, guiarse con un mapa en la visita a una ciudad tiene sus leyes, la orientación suele ser imprescindible, a menos que el deleite de la visita pueda ser el propio caminar para descubrir el sentido de un lugar. Ocurre igual cuando se atraviesa un parque, las zonas verdes en un mapa parecen mundos aparte que reclaman una cercanía antigua. En un bosque, siempre serán los árboles quienes orienten al caminante, hay árboles que se parecen entre ellos y otros muchos son únicos, irrepetibles, como huellas del tiempo que nos seducen a la vista.

En Durango, los ahuehuetes conservan un lugar privilegiado para el imaginario colectivo, hay un sabino de casi tres siglos en la capital duranguense, se cuenta que incluso los hay más antiguos en poblaciones como el Saltito, municipio de Nombre de Dios. Entre los parques Guadiana y Sahuatoba, enclaves naturales de especial interés para el avistamiento de aves, pueden encontrarse las mejores sombras de eucaliptos, sauces llorones, álamos gigantescos que son poblados por zopilotes y garzas, los habitantes aéreos de este espacio verde mexicano que hace las delicias de los paseantes diarios. Hay un Lago de la China y entre los lugares predilectos está el Ojo de agua del Obispo. Cruzar los umbrales de piedra y madera que llevan a este idílico remanso de paz es una suerte inmensa, allí el tiempo se detiene entre los azules y verdes. Para los más curiosos, vale la pena averiguar la historia de la réplica de la cruz de Kurutziaga que es de origen vasco y que enlaza a las dos ciudades, siempre en el silencio de las fuentes.

En el País Vasco, los árboles y los bosques emanan un simbolismo muy entrañable, los caseríos cubiertos de niebla evocan a la memoria del tiempo y conservan el sentido de las raíces y de la vida. El famoso roble de Guernica representa un símbolo de identidad y de las libertades para los vizcaínos, en la Durango de Euskadi hay también una cuidada conservación de los parques y de los árboles, de hecho al recorrer sus rincones más emblemáticos, siempre hay ocasión para detenerse al lado de los tilos de la plaza de la Madalena, los ejemplares del parque traseo de Ambrosio Meabe y los robles que dan sombra y conducen al manantial de la fuente de Eguzkitza, un lugar tan enigmático como el propio árbol Ginkgo de la plaza duranguense de Pinondo, un ser vivo muy singular y sagrado que siendo originario de China, es muy conocido por ser la especie botánica que sobrevivió en Japón a la bomba de Hiroshima.

El amarillo de Aspen, los colores del otoño en Colorado, también relumbran y destellan para hacer de la Durango de Estados Unidos un lugar de conservación de la naturaleza. Hay un cedro del Atlas en West Third Avenue que es de los favoritos para algunos vecinos duranguenses del norte, allí también se encuentran ejemplares del álamo de Río Grande y hay pasadizos de luz cortada por las copas de robles en East Third Avenue. En el Condado de la Plata, los amantes de la naturaleza pueden disfrutar de las reliquias del verde en fresnos y arces, el enebro de las Montañas Rocosas, una guía por los árboles más fecundos y bellos de Durango en Colorado sugiere contemplar abedules y cerezos, tomar una bicicleta, como las muchas que recorren las Moreras de la Durango mexicana y el Casco Viejo vasco, para alcanzar ese otro cielo de colores del otoño del mundo, que en Durango de Colorado lleva hasta lugares como Missionary Ridge, Molas Pass o Vallecito Creek.

En cada uno de los tres Durangos, el agua y el cielo se confunden, todos los árboles parecen iguales, pero cada uno es como un pensamiento, único, igual que un sol.

Los mapas de las ciudades tienen una magia especial. El recorrido visual de las calles, los ríos y los monumentos parecen estar más cerca, guiarse con un mapa en la visita a una ciudad tiene sus leyes, la orientación suele ser imprescindible, a menos que el deleite de la visita pueda ser el propio caminar para descubrir el sentido de un lugar. Ocurre igual cuando se atraviesa un parque, las zonas verdes en un mapa parecen mundos aparte que reclaman una cercanía antigua. En un bosque, siempre serán los árboles quienes orienten al caminante, hay árboles que se parecen entre ellos y otros muchos son únicos, irrepetibles, como huellas del tiempo que nos seducen a la vista.

En Durango, los ahuehuetes conservan un lugar privilegiado para el imaginario colectivo, hay un sabino de casi tres siglos en la capital duranguense, se cuenta que incluso los hay más antiguos en poblaciones como el Saltito, municipio de Nombre de Dios. Entre los parques Guadiana y Sahuatoba, enclaves naturales de especial interés para el avistamiento de aves, pueden encontrarse las mejores sombras de eucaliptos, sauces llorones, álamos gigantescos que son poblados por zopilotes y garzas, los habitantes aéreos de este espacio verde mexicano que hace las delicias de los paseantes diarios. Hay un Lago de la China y entre los lugares predilectos está el Ojo de agua del Obispo. Cruzar los umbrales de piedra y madera que llevan a este idílico remanso de paz es una suerte inmensa, allí el tiempo se detiene entre los azules y verdes. Para los más curiosos, vale la pena averiguar la historia de la réplica de la cruz de Kurutziaga que es de origen vasco y que enlaza a las dos ciudades, siempre en el silencio de las fuentes.

En el País Vasco, los árboles y los bosques emanan un simbolismo muy entrañable, los caseríos cubiertos de niebla evocan a la memoria del tiempo y conservan el sentido de las raíces y de la vida. El famoso roble de Guernica representa un símbolo de identidad y de las libertades para los vizcaínos, en la Durango de Euskadi hay también una cuidada conservación de los parques y de los árboles, de hecho al recorrer sus rincones más emblemáticos, siempre hay ocasión para detenerse al lado de los tilos de la plaza de la Madalena, los ejemplares del parque traseo de Ambrosio Meabe y los robles que dan sombra y conducen al manantial de la fuente de Eguzkitza, un lugar tan enigmático como el propio árbol Ginkgo de la plaza duranguense de Pinondo, un ser vivo muy singular y sagrado que siendo originario de China, es muy conocido por ser la especie botánica que sobrevivió en Japón a la bomba de Hiroshima.

El amarillo de Aspen, los colores del otoño en Colorado, también relumbran y destellan para hacer de la Durango de Estados Unidos un lugar de conservación de la naturaleza. Hay un cedro del Atlas en West Third Avenue que es de los favoritos para algunos vecinos duranguenses del norte, allí también se encuentran ejemplares del álamo de Río Grande y hay pasadizos de luz cortada por las copas de robles en East Third Avenue. En el Condado de la Plata, los amantes de la naturaleza pueden disfrutar de las reliquias del verde en fresnos y arces, el enebro de las Montañas Rocosas, una guía por los árboles más fecundos y bellos de Durango en Colorado sugiere contemplar abedules y cerezos, tomar una bicicleta, como las muchas que recorren las Moreras de la Durango mexicana y el Casco Viejo vasco, para alcanzar ese otro cielo de colores del otoño del mundo, que en Durango de Colorado lleva hasta lugares como Missionary Ridge, Molas Pass o Vallecito Creek.

En cada uno de los tres Durangos, el agua y el cielo se confunden, todos los árboles parecen iguales, pero cada uno es como un pensamiento, único, igual que un sol.

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