/ martes 31 de agosto de 2021

El mito de la ley

La observancia de la ley como elemento constitutivo del Estado de derecho es uno más de los mitos con que se ha delineado la fachada de este país; al igual que la justicia, la democracia, la equidad, la representación política, constituyen la ficción de una circunstancia creada para simular.

Si observamos con detenimiento la geografía nacional, nos daremos cuenta cómo el crimen organizado mantiene el control, Estados Unidos habla de hasta el 35% del territorio nacional bajo el mando de las organizaciones criminales. Esto ha obligado a la gente a salir de esas zonas por el temor a ser secuestrados o asesinados, lo que se vive en Zacatecas es un botón de muestra.

Esto ha traído como consecuencia el resurgimiento de los llamados grupos de “autodefensas”, organizaciones que dicen agruparse para defenderse porque el gobierno no lo hace. En Pantelhó, zona de Los Altos de Chiapas surgió recientemente “El Machete”, organización que anunció tomarían las armas ante la incapacidad del gobierno de protegerlos de los caciques locales y del narcotráfico.

Otra parte de la geografía nacional está controlada por los miembros de la CNTE, quienes un día sí y otro también bloquean las vías del ferrocarril en Michoacán, cierran calles y hacen desmanes que provocan pérdidas económicas millonarias. La más reciente monada se la hicieron al mismísimo presidente en Chiapas.

En esta bolsa vamos a incluir a los alumnos de las normales rurales que secuestran camiones de empresas privadas para robarles el producto, que toman casetas de algunas autopistas para cobrar la cuota de peaje y que vandalizan edificios públicos. Aquí tenemos a las normales de Tenería y de Ayotzinapan.

Desde luego no pueden quedar fuera los grupos de extorsionadores que mantiene asolados a los comerciantes, sin importar si son grandes o pequeños, los secuestradores que operan en Veracruz, los que roban en los microbuses en el Estado de México y claro, las bandas que desde dentro de las corporaciones policiacas hacen de las suyas.

Si hiciéramos el ejercicio de marcar en un mapa de México las zonas que no controla el gobierno nos daríamos cuenta de la gravedad de las cosas. El hecho inconcuso es la evidente fragilidad del Estado mexicano quien a lo más que aspira es a seguir alimentando el mito de la observancia de la ley.

La observancia de la ley como elemento constitutivo del Estado de derecho es uno más de los mitos con que se ha delineado la fachada de este país; al igual que la justicia, la democracia, la equidad, la representación política, constituyen la ficción de una circunstancia creada para simular.

Si observamos con detenimiento la geografía nacional, nos daremos cuenta cómo el crimen organizado mantiene el control, Estados Unidos habla de hasta el 35% del territorio nacional bajo el mando de las organizaciones criminales. Esto ha obligado a la gente a salir de esas zonas por el temor a ser secuestrados o asesinados, lo que se vive en Zacatecas es un botón de muestra.

Esto ha traído como consecuencia el resurgimiento de los llamados grupos de “autodefensas”, organizaciones que dicen agruparse para defenderse porque el gobierno no lo hace. En Pantelhó, zona de Los Altos de Chiapas surgió recientemente “El Machete”, organización que anunció tomarían las armas ante la incapacidad del gobierno de protegerlos de los caciques locales y del narcotráfico.

Otra parte de la geografía nacional está controlada por los miembros de la CNTE, quienes un día sí y otro también bloquean las vías del ferrocarril en Michoacán, cierran calles y hacen desmanes que provocan pérdidas económicas millonarias. La más reciente monada se la hicieron al mismísimo presidente en Chiapas.

En esta bolsa vamos a incluir a los alumnos de las normales rurales que secuestran camiones de empresas privadas para robarles el producto, que toman casetas de algunas autopistas para cobrar la cuota de peaje y que vandalizan edificios públicos. Aquí tenemos a las normales de Tenería y de Ayotzinapan.

Desde luego no pueden quedar fuera los grupos de extorsionadores que mantiene asolados a los comerciantes, sin importar si son grandes o pequeños, los secuestradores que operan en Veracruz, los que roban en los microbuses en el Estado de México y claro, las bandas que desde dentro de las corporaciones policiacas hacen de las suyas.

Si hiciéramos el ejercicio de marcar en un mapa de México las zonas que no controla el gobierno nos daríamos cuenta de la gravedad de las cosas. El hecho inconcuso es la evidente fragilidad del Estado mexicano quien a lo más que aspira es a seguir alimentando el mito de la observancia de la ley.