/ martes 8 de diciembre de 2020

Escenarios y pragmatismo

En la política no es raro que surjan contrastes en razón a su complejidad y/o su simplicidad los cuales se dan en la lucha sin fin el poder. Compleja o simple, hoy por hoy se perciben sólo dos escenarios.

El uno, conformado por la figura presidencial y sus conferencias mañaneras, quien día con día expone sus acciones, fustiga al pasado y cuestiona a sus opositores con el solo hecho de recordar la corrupción, la desigualdad y la crisis de seguridad del pasado, más su argumentación en el sentido de su discurso de siempre: primero los pobres, no a la corrupción y de separar a la política del poder económico.

Es tan vehemente su discurso con el solo hecho de referirse a la corrupción rampante precedente y de cómo, a su juicio, los males del presente, en cualquier ámbito o terreno, se originaron en el liberalismo implantado en el país desde hace más de treinta años.

Luego pues, con lo reiterado dicho está presente el escenario electoral proyectado a nivel nacional, del cual deriva que la aceptación del presidente no disminuya. Es más, a que la misma haya aumentado en cinco puntos porcentuales; la cual que lleva a los estados, ciudades y lugares que visita en sus giras.

El discurso del escenario referido aludido del cual es emisor y a la vez depositario el presidente, podrían ser la fuerza electoral de la cual se generen los votos para que la 4T conserve la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y para que triunfe en más de la mitad de los estados en los cuales se renovarán los poderes el 6 de junio de 2021.

El otro escenario se ha configurado por los tres principales opositores (PAN, PRI y PRD) marginados del poder en las elecciones de 2018 y que ahora aspiran a recuperar parte del poder perdido principalmente en la nueva integración de la Cámara de Diputados. En su intento no estarán solos puesto que serán acompañados por empresarios integrantes de la organización Sí por México. Al parecer, también se sumará a la alianza la asociación política México Libre cuya dirigente es la esposa del ex presidente que ejerció el poder de 2006 al 2012.

Los actores y promotores de este escenario por ahora carecen de un discurso propositivo y convincente que supere al del presidente y la 4T y que vaya más allá en el contenido, en el tiempo y en el espacio. Sólo esgrimen un discurso negativo en contra de aquellos, el cual podría generar la percepción que se pretendiere llegar al poder con los mismos actores que ya se fueron. El discurso podría cambiar en los tiempos por venir en los términos planteados.

Por lo dicho y hecho, en ambos escenarios ya se hizo presente el pragmatismo de siempre aderezado por las dirigencias partidarias y, en el caso, del presidente, en el sentido de que, al margen de las ideologías, los dirigentes en un caso, y el presidente por el otro, decidirán quiénes serán los candidatos a gobernadores y a diputados federales de la alianza PRI, PAN, PRD en el contexto del primer escenario y de Morena la decisión estará en la voluntad presidencial.

El pragmatismo electoral implica que, más que la ideología, las decisiones se tomarán en consonancia a los intereses de quienes tomarán la decisión.

En el pasado se sabía siempre quiénes o quiénes decidirán las candidaturas hacia el interior de loas partidos integrantes de la alianza.

En el presente, por lo que se refiere a los candidatos de Morena, el presidente, acorde a sus intereses y la información que posea, decidirá las candidaturas especialmente a gobernador, con el aval de encuestas a modo que es metodología preferida.

Por ahora, ya está claro a quién favorecerá la decisión en por lo menos cinco estados. Al tiempo se sabrán los restantes.

En la política no es raro que surjan contrastes en razón a su complejidad y/o su simplicidad los cuales se dan en la lucha sin fin el poder. Compleja o simple, hoy por hoy se perciben sólo dos escenarios.

El uno, conformado por la figura presidencial y sus conferencias mañaneras, quien día con día expone sus acciones, fustiga al pasado y cuestiona a sus opositores con el solo hecho de recordar la corrupción, la desigualdad y la crisis de seguridad del pasado, más su argumentación en el sentido de su discurso de siempre: primero los pobres, no a la corrupción y de separar a la política del poder económico.

Es tan vehemente su discurso con el solo hecho de referirse a la corrupción rampante precedente y de cómo, a su juicio, los males del presente, en cualquier ámbito o terreno, se originaron en el liberalismo implantado en el país desde hace más de treinta años.

Luego pues, con lo reiterado dicho está presente el escenario electoral proyectado a nivel nacional, del cual deriva que la aceptación del presidente no disminuya. Es más, a que la misma haya aumentado en cinco puntos porcentuales; la cual que lleva a los estados, ciudades y lugares que visita en sus giras.

El discurso del escenario referido aludido del cual es emisor y a la vez depositario el presidente, podrían ser la fuerza electoral de la cual se generen los votos para que la 4T conserve la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y para que triunfe en más de la mitad de los estados en los cuales se renovarán los poderes el 6 de junio de 2021.

El otro escenario se ha configurado por los tres principales opositores (PAN, PRI y PRD) marginados del poder en las elecciones de 2018 y que ahora aspiran a recuperar parte del poder perdido principalmente en la nueva integración de la Cámara de Diputados. En su intento no estarán solos puesto que serán acompañados por empresarios integrantes de la organización Sí por México. Al parecer, también se sumará a la alianza la asociación política México Libre cuya dirigente es la esposa del ex presidente que ejerció el poder de 2006 al 2012.

Los actores y promotores de este escenario por ahora carecen de un discurso propositivo y convincente que supere al del presidente y la 4T y que vaya más allá en el contenido, en el tiempo y en el espacio. Sólo esgrimen un discurso negativo en contra de aquellos, el cual podría generar la percepción que se pretendiere llegar al poder con los mismos actores que ya se fueron. El discurso podría cambiar en los tiempos por venir en los términos planteados.

Por lo dicho y hecho, en ambos escenarios ya se hizo presente el pragmatismo de siempre aderezado por las dirigencias partidarias y, en el caso, del presidente, en el sentido de que, al margen de las ideologías, los dirigentes en un caso, y el presidente por el otro, decidirán quiénes serán los candidatos a gobernadores y a diputados federales de la alianza PRI, PAN, PRD en el contexto del primer escenario y de Morena la decisión estará en la voluntad presidencial.

El pragmatismo electoral implica que, más que la ideología, las decisiones se tomarán en consonancia a los intereses de quienes tomarán la decisión.

En el pasado se sabía siempre quiénes o quiénes decidirán las candidaturas hacia el interior de loas partidos integrantes de la alianza.

En el presente, por lo que se refiere a los candidatos de Morena, el presidente, acorde a sus intereses y la información que posea, decidirá las candidaturas especialmente a gobernador, con el aval de encuestas a modo que es metodología preferida.

Por ahora, ya está claro a quién favorecerá la decisión en por lo menos cinco estados. Al tiempo se sabrán los restantes.

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