/ martes 15 de enero de 2019

La política es así

Y en el principio fue el surgimiento del Partido Acción Nacional (PAN) como una opción política para conquistar el poder y después de casi 50 años de su nacimiento, nació a resultas de la elección presidencial de 1988 y que dio margen para que, con el respaldo del dirigente nacional de dicho Partido de don Luis H. Álvarez primero, y después con la solidez doctrinaria de quien también fuera su dirigente nacional Carlos Castillo Peraza, en ambos casos de la mano de su principal operador político quien fue conocido en los medios respectivos como el “Jefe Diego”, el PAN creciera en materia de competitividad político-electoral.

Tal surgimiento se dio con base en los acuerdos consensuados para que, por una parte, el PAN y sus dirigentes aceptaran y validaran la elección para que el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fuera el presidente de la República (1988-1994), y por la otra, para que se incorporaran al marco constitucional y al ejercicio del poder, los principios doctrinarios del PAN y los cuales habían sido las banderas de sus campañas políticas anteriores.

Infiltrado así el sistema “revolucionario”, el PAN se situó también en la ruta hacia el poder político, lo cual se inició en 1989 con la conquista de la primera gubernatura como lo fue la de Baja California, la cual conserva hasta la fecha, para posteriormente hacerse del poder en Guanajuato, en San Luis Potosí en 1991 y en Jalisco en 1995 hasta llegar a 12 el año próximo pasado. Además, obtuvo la presidencia de la República en 2000 y en 2006.

No obstante el crecimiento cualitativo (en posiciones) y cuantitativo (en votos), la fortaleza del PAN como Partido inició su debilitamiento precisamente en los dos sexenios del poder presidencial, principalmente en el segundo de ellos debido a dos circunstancias: La primera y más importante lo fue en que la dirigencia nacional del Partido se originó en la voluntad presidencial, y la segunda, en el bajo perfil de los presidentes nacionales impuestos.

Sin embargo, el presidente en turno, al no poder imponer su decisión para que se eligiera en 2012 al dirigente partidista más proclive a sus intereses al término de su sexenio, o bien tal vez con el cual existía mayor identificación, originó seis años después la debilidad partidaria que se tradujo, a su vez, en la debilidad del candidato para competir por la presidencia en el año 2018.

Aun cuando se pudiera decir que con 12 gubernaturas y ser la segunda fuerza en las dos cámaras que integran el Congreso de la Unión, el PAN tiene una fuerza competitiva, se considera que está en la línea descendiente, y más porque al interior de sus filas no tiene una individualidad carismática y con fuerza doctrinaria que influya para que el PAN detenga su caída y reinicie su ascenso hacia el poder presidencial. Al margen de la desaparición física del exgobernador de Puebla y de su cónyuge gobernadora en funciones en ese estado, aquél no era la figura requerida para que el partido se fortaleciera para crecer y enfrentar el poder presidencial de AMLO que se delinea en el presente y en el futuro político como omnisciente, omnipresente y omnipotente.

Luego pues, ante tal perspectiva que se considera como sinónimo de orfandad política del PAN tal y como lo hizo notar ayer un analista político en el diario en el que suele escribir cinco veces a la semana; característica de orfandad que en la colaboración de la semana pasada se escribió que adolecía el PRI.

Ante tal debilidad, ¿qué hacen los dirigentes del PAN no sólo para detener su caída sino para revertir la misma?

Tratar de regresar a sus orígenes que se remontan a los lejanos años de 1988 (año del consenso) y 1989 (año del triunfo en Baja California). Para ello, todos los recursos humanos y materiales, comandados aquéllos por el dirigente nacional del PAN, y buena parte de los segundos que tendrá vía prerrogativas en el año que se inicia, se han volcado con la finalidad de conservar la gubernatura del estado en gravísimo riesgo de perderla ante el embate y la fuerza del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y su jefe nato el presidente de la República.

La meta para vencer en las elecciones estatales se considera difícil de alcanzar, y más si toma en consideración que la gestión del actual gobernador ha dejado mucho que desear y que en 2013 se ubicó en el dintel de la derrota, la cual al final del día no se dio, en atención a una supuesta o real negociación con el Partido vencedor el año anterior en la elección presidencial, con el compromiso de que el PAN y sus legisladores apoyaran y suscribieran el Pacto por México que fue la carta de presentación del PRI, para con ella demostrar que sí sabía gobernar y no los presidentes (2000-2006 y 2006-2012) de corte panista.

Por otra parte, si bien es cierto que el origen de la fuerza creciente del PAN hacia el poder se inició en 1988-1989, también lo es que el bienio también fue el artífice de la constitución del Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuyo origen se sitúa en el Frente Democrático Nacional y su candidato a la presidencia de la República cuya derrota atribuida, en correlato a la victoria del PRI y de su candidato, caen dentro de la percepción del fraude electoral de 1988 encubierto con la “caída o la callada del sistema”, ya que para los más y con mayor grado de credibilidad, en el año electoral de referencia, el sistema no se “cayó” sino que se “calló”.

Después de 30 años de la construcción y existencia del PRD, este partido también vive inmerso en la orfandad política, en buena medida derivada de su alianza con su tradicional enemigo doctrinario y a la carencia de un dirigente fuerte y carismático como en su momento lo fueron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.

Con la salida de AMLO del PRD iniciada en 2012-2013 y acompañado por un creciente número de militantes del partido citado, le permitió a aquél constituir a Morena bajo su dirigencia y que ambos, en binomio perfecto, llevaron a aquél al triunfo en 2018 y el cual fue apoyado por no pocos miembros del PRI y de la sociedad civil que consideraron que era tiempo ya de un viraje hacia la izquierda.

¿Cómo le irá al país en ese viraje bajo la tutela de AMLO y de Morena? El tiempo lo dirá.

Y en el principio fue el surgimiento del Partido Acción Nacional (PAN) como una opción política para conquistar el poder y después de casi 50 años de su nacimiento, nació a resultas de la elección presidencial de 1988 y que dio margen para que, con el respaldo del dirigente nacional de dicho Partido de don Luis H. Álvarez primero, y después con la solidez doctrinaria de quien también fuera su dirigente nacional Carlos Castillo Peraza, en ambos casos de la mano de su principal operador político quien fue conocido en los medios respectivos como el “Jefe Diego”, el PAN creciera en materia de competitividad político-electoral.

Tal surgimiento se dio con base en los acuerdos consensuados para que, por una parte, el PAN y sus dirigentes aceptaran y validaran la elección para que el candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI) fuera el presidente de la República (1988-1994), y por la otra, para que se incorporaran al marco constitucional y al ejercicio del poder, los principios doctrinarios del PAN y los cuales habían sido las banderas de sus campañas políticas anteriores.

Infiltrado así el sistema “revolucionario”, el PAN se situó también en la ruta hacia el poder político, lo cual se inició en 1989 con la conquista de la primera gubernatura como lo fue la de Baja California, la cual conserva hasta la fecha, para posteriormente hacerse del poder en Guanajuato, en San Luis Potosí en 1991 y en Jalisco en 1995 hasta llegar a 12 el año próximo pasado. Además, obtuvo la presidencia de la República en 2000 y en 2006.

No obstante el crecimiento cualitativo (en posiciones) y cuantitativo (en votos), la fortaleza del PAN como Partido inició su debilitamiento precisamente en los dos sexenios del poder presidencial, principalmente en el segundo de ellos debido a dos circunstancias: La primera y más importante lo fue en que la dirigencia nacional del Partido se originó en la voluntad presidencial, y la segunda, en el bajo perfil de los presidentes nacionales impuestos.

Sin embargo, el presidente en turno, al no poder imponer su decisión para que se eligiera en 2012 al dirigente partidista más proclive a sus intereses al término de su sexenio, o bien tal vez con el cual existía mayor identificación, originó seis años después la debilidad partidaria que se tradujo, a su vez, en la debilidad del candidato para competir por la presidencia en el año 2018.

Aun cuando se pudiera decir que con 12 gubernaturas y ser la segunda fuerza en las dos cámaras que integran el Congreso de la Unión, el PAN tiene una fuerza competitiva, se considera que está en la línea descendiente, y más porque al interior de sus filas no tiene una individualidad carismática y con fuerza doctrinaria que influya para que el PAN detenga su caída y reinicie su ascenso hacia el poder presidencial. Al margen de la desaparición física del exgobernador de Puebla y de su cónyuge gobernadora en funciones en ese estado, aquél no era la figura requerida para que el partido se fortaleciera para crecer y enfrentar el poder presidencial de AMLO que se delinea en el presente y en el futuro político como omnisciente, omnipresente y omnipotente.

Luego pues, ante tal perspectiva que se considera como sinónimo de orfandad política del PAN tal y como lo hizo notar ayer un analista político en el diario en el que suele escribir cinco veces a la semana; característica de orfandad que en la colaboración de la semana pasada se escribió que adolecía el PRI.

Ante tal debilidad, ¿qué hacen los dirigentes del PAN no sólo para detener su caída sino para revertir la misma?

Tratar de regresar a sus orígenes que se remontan a los lejanos años de 1988 (año del consenso) y 1989 (año del triunfo en Baja California). Para ello, todos los recursos humanos y materiales, comandados aquéllos por el dirigente nacional del PAN, y buena parte de los segundos que tendrá vía prerrogativas en el año que se inicia, se han volcado con la finalidad de conservar la gubernatura del estado en gravísimo riesgo de perderla ante el embate y la fuerza del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y su jefe nato el presidente de la República.

La meta para vencer en las elecciones estatales se considera difícil de alcanzar, y más si toma en consideración que la gestión del actual gobernador ha dejado mucho que desear y que en 2013 se ubicó en el dintel de la derrota, la cual al final del día no se dio, en atención a una supuesta o real negociación con el Partido vencedor el año anterior en la elección presidencial, con el compromiso de que el PAN y sus legisladores apoyaran y suscribieran el Pacto por México que fue la carta de presentación del PRI, para con ella demostrar que sí sabía gobernar y no los presidentes (2000-2006 y 2006-2012) de corte panista.

Por otra parte, si bien es cierto que el origen de la fuerza creciente del PAN hacia el poder se inició en 1988-1989, también lo es que el bienio también fue el artífice de la constitución del Partido de la Revolución Democrática (PRD) cuyo origen se sitúa en el Frente Democrático Nacional y su candidato a la presidencia de la República cuya derrota atribuida, en correlato a la victoria del PRI y de su candidato, caen dentro de la percepción del fraude electoral de 1988 encubierto con la “caída o la callada del sistema”, ya que para los más y con mayor grado de credibilidad, en el año electoral de referencia, el sistema no se “cayó” sino que se “calló”.

Después de 30 años de la construcción y existencia del PRD, este partido también vive inmerso en la orfandad política, en buena medida derivada de su alianza con su tradicional enemigo doctrinario y a la carencia de un dirigente fuerte y carismático como en su momento lo fueron Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador.

Con la salida de AMLO del PRD iniciada en 2012-2013 y acompañado por un creciente número de militantes del partido citado, le permitió a aquél constituir a Morena bajo su dirigencia y que ambos, en binomio perfecto, llevaron a aquél al triunfo en 2018 y el cual fue apoyado por no pocos miembros del PRI y de la sociedad civil que consideraron que era tiempo ya de un viraje hacia la izquierda.

¿Cómo le irá al país en ese viraje bajo la tutela de AMLO y de Morena? El tiempo lo dirá.

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