/ lunes 9 de septiembre de 2019

LA POLÍTICA ES ASÍ

1988-2019.- Tiempos políticos

Viejos tiempos políticos, nuevos tiempos políticos en los cuales se involucraron y están en activo políticos que vivieron ambos tiempos.

El 9 de septiembre de 1988, o sea, hace treinta y un años, la Cámara de Diputados constituida en Colegio Electoral, calificó de válidas y legítimas las elecciones presidenciales y declaró que Carlos Salinas de Gortari era el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos.

El año de 1988 bien pudiera considerarse como un año axial para el sistema político mexicano dominado por un ultra presidencialismo.

En ese año concurrieron dos políticos cuyas vidas también políticas aún perviven en los tiempos que corren y ambos forman parte de la 4T de Andrés Manuel López Obrador.

Uno de los políticos aludidos es diputado plurinominal por Morena y hasta el pasado 5 de septiembre, fungió como presidente de la Cámara de Diputados, mientras que el otro es el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

La concurrencia en la vida política mexicana consistió, en que uno de ellos (el director actual de la CFE), presidió, en su calidad de secretario de Gobernación, la Comisión Federal Electoral a cuyo cargo estuvo la organización de las elecciones federales de 1988, y bajo su presidencia fue que se “cayó” (para unos) o bien (para otros) se “calló” el sistema, lo cual generó la creencia generalizada y que persiste a través del tiempo, en el sentido de que se había dado un fraude electoral en perjuicio del candidato del Frente Democrático Nacional cuya postulación y la conformación del Frente, en buena medida, había estado a cargo del diputado que fungió como presidente de la Cámara de Diputados hasta la fecha arriba señalada.

Sea como haya sido, validada la elección presidencial, el secretario de Gobernación, que había fungido como tal durante el sexenio de 1982 a 1988, a partir del uno de septiembre de este año, se desempeñó como secretario de Educación y más tarde (en 1992) fue electo gobernador de Puebla durante los seis años siguientes; mientras que el primeramente citado, formó parte de la Cámara de Senadores al haber ganado de manera muy holgada (junto con su compañera de fórmula), las elecciones para tales cargos en representación del Distrito Federal, y además fue un actor clave para formar el Partido de la Revolución Democrática que presidió durante un buen tiempo y contribuyó a la consolidación de ese partido, al que, al parecer, abandonó cuando vio que el candidato presidencial del Frente Democrático Nacional pretendía (y efectivamente lo fue) ser candidato presidencial por tercera ocasión.

Los hechos narrados se refieren al año de 1988 identificado como axial y a los subsiguientes, sin ir más allá del año 2000. Ello quedaría pendiente.

Sin embargo, se requiere recordar que ambos políticos, a partir de la década de los sesenta del siglo pasado, pertenecieron al sistema político mexicano durante los siguientes sexenios con cargos importantes, especialmente el ahora diputado quien se desempeñó como subsecretario de la Presidencia, luego como secretario del Trabajo y Previsión Social, y después recibió la encomienda presidencial de ser el presidente del poderoso partido oficial con la responsabilidad de hacer triunfar al candidato presidencial del mismo en las elecciones de 1976, para lo cual no tuvo problema alguno dado que solamente hubo en candidato legalmente inscrito para competir; buenos resultados que lo condujeron a ser designado como secretario de Educación Pública en el cual permaneció escasamente un año, puesto que, cuando se percibió que tenía aspiraciones presidenciales, fue removido del cargo y fue incorporado al servicio exterior mexicano. O sea, en lenguaje coloquial, fue sacado de la jugada en la disputa por la candidatura presidencial del partido identificado como el oficial.

Mientras que lo anterior sucedía, el otro personaje de referencia, después de haber sido el secretario general del PRI, fue nombrado para que se desempeñara como secretario de Gobernación durante la gestión de Miguel de la Madrid, ello en atención a ser un avezado en cuestiones políticas y partidarias, y, además, identificado como el hombre fuerte para tutelar a la Presidencia de aquél, la cual, a partir del mismo y del resto de sus colaboradores, se le concebía como un gobernante débil, tal y como efectivamente se comprobó.

Ahora, tal y como ya se señaló, después de largas carreras políticas y con más de cincuenta años de experiencia, forman parte de la 4T en cargos realmente trascendentes. Sin embargo, uno de ellos no se pudo reelegir como presidente de la Cámara de Diputados, no obstante sus méritos y tener el consenso de la mayoría de los integrantes de su bancada, lo cual no será obstáculo para que desmerezca su actuación como un diputado. Por el contrario, tiene las luces, la experiencia y el sentido de la oportunidad para que sus ideas, su voz y sus acciones sean factores influyentes hacia el interior de la Cámara en los tiempos venideros, tal y como él mismo lo expresó.

Quedó claro, a través de evidencias contundentes, que fue necesaria la intervención presidencial para que se frustraran las tendencias reeleccionistas que amenazaban con crear una crisis constitucional que trascendería a la figura y al actuar presidencial.

Por otra parte, el otro personaje, como titular de la CFE, por decisión propia y con el aval o no del presidente de la República, colocó no solamente a la empresa productiva del país sino también al país mismo, al borde de una crisis económica sin regreso, derivada del desconocimiento, por leoninos, de contratos celebrados por el gobierno anterior para la construcción de gasoductos que servirían para importar y distribuir gas natural de Texas, el cual era imprescindible para la generación de energía eléctrica. Para tal efecto, llegó al extremo de pretender que el arbitraje internacional salvara el diferendo y se estableciera a cuáles de las partes en conflicto les asistía tanto la razón como el derecho.

La sangre no llegó al río. Previas negociaciones se llegaron a acuerdos entre las partes en conflicto y que, se informó, ambas obtuvieron ventajas.

El cómo y en qué consistieron las negociaciones y las ventajas no importa. Lo que importa es que el vocero de las empresas constructoras, en una de las conferencias mañaneras del presidente, informó de los acuerdos y de sus efectos.

Lo que importa es que el vocero aludido se benefició significativamente del gobierno federal (1988-1994) cuando adquirió las acciones del gobierno y se convirtió en accionista mayoritario de Telmex, lo cual, se comenta, fue clave para que con el tiempo se convirtiera en el hombre más rico de México, y quien, en la mañanera dijo que el gobierno federal tenía 1600 proyectos productivos que servirían para que el siguiente año sí se diera el crecimiento económico del país, lo cual ya no había ocurrido en el presente, y que ello no importaba, que lo importante era el que vendría.

1988-2019.- Tiempos políticos

Viejos tiempos políticos, nuevos tiempos políticos en los cuales se involucraron y están en activo políticos que vivieron ambos tiempos.

El 9 de septiembre de 1988, o sea, hace treinta y un años, la Cámara de Diputados constituida en Colegio Electoral, calificó de válidas y legítimas las elecciones presidenciales y declaró que Carlos Salinas de Gortari era el presidente electo de los Estados Unidos Mexicanos.

El año de 1988 bien pudiera considerarse como un año axial para el sistema político mexicano dominado por un ultra presidencialismo.

En ese año concurrieron dos políticos cuyas vidas también políticas aún perviven en los tiempos que corren y ambos forman parte de la 4T de Andrés Manuel López Obrador.

Uno de los políticos aludidos es diputado plurinominal por Morena y hasta el pasado 5 de septiembre, fungió como presidente de la Cámara de Diputados, mientras que el otro es el director de la Comisión Federal de Electricidad (CFE).

La concurrencia en la vida política mexicana consistió, en que uno de ellos (el director actual de la CFE), presidió, en su calidad de secretario de Gobernación, la Comisión Federal Electoral a cuyo cargo estuvo la organización de las elecciones federales de 1988, y bajo su presidencia fue que se “cayó” (para unos) o bien (para otros) se “calló” el sistema, lo cual generó la creencia generalizada y que persiste a través del tiempo, en el sentido de que se había dado un fraude electoral en perjuicio del candidato del Frente Democrático Nacional cuya postulación y la conformación del Frente, en buena medida, había estado a cargo del diputado que fungió como presidente de la Cámara de Diputados hasta la fecha arriba señalada.

Sea como haya sido, validada la elección presidencial, el secretario de Gobernación, que había fungido como tal durante el sexenio de 1982 a 1988, a partir del uno de septiembre de este año, se desempeñó como secretario de Educación y más tarde (en 1992) fue electo gobernador de Puebla durante los seis años siguientes; mientras que el primeramente citado, formó parte de la Cámara de Senadores al haber ganado de manera muy holgada (junto con su compañera de fórmula), las elecciones para tales cargos en representación del Distrito Federal, y además fue un actor clave para formar el Partido de la Revolución Democrática que presidió durante un buen tiempo y contribuyó a la consolidación de ese partido, al que, al parecer, abandonó cuando vio que el candidato presidencial del Frente Democrático Nacional pretendía (y efectivamente lo fue) ser candidato presidencial por tercera ocasión.

Los hechos narrados se refieren al año de 1988 identificado como axial y a los subsiguientes, sin ir más allá del año 2000. Ello quedaría pendiente.

Sin embargo, se requiere recordar que ambos políticos, a partir de la década de los sesenta del siglo pasado, pertenecieron al sistema político mexicano durante los siguientes sexenios con cargos importantes, especialmente el ahora diputado quien se desempeñó como subsecretario de la Presidencia, luego como secretario del Trabajo y Previsión Social, y después recibió la encomienda presidencial de ser el presidente del poderoso partido oficial con la responsabilidad de hacer triunfar al candidato presidencial del mismo en las elecciones de 1976, para lo cual no tuvo problema alguno dado que solamente hubo en candidato legalmente inscrito para competir; buenos resultados que lo condujeron a ser designado como secretario de Educación Pública en el cual permaneció escasamente un año, puesto que, cuando se percibió que tenía aspiraciones presidenciales, fue removido del cargo y fue incorporado al servicio exterior mexicano. O sea, en lenguaje coloquial, fue sacado de la jugada en la disputa por la candidatura presidencial del partido identificado como el oficial.

Mientras que lo anterior sucedía, el otro personaje de referencia, después de haber sido el secretario general del PRI, fue nombrado para que se desempeñara como secretario de Gobernación durante la gestión de Miguel de la Madrid, ello en atención a ser un avezado en cuestiones políticas y partidarias, y, además, identificado como el hombre fuerte para tutelar a la Presidencia de aquél, la cual, a partir del mismo y del resto de sus colaboradores, se le concebía como un gobernante débil, tal y como efectivamente se comprobó.

Ahora, tal y como ya se señaló, después de largas carreras políticas y con más de cincuenta años de experiencia, forman parte de la 4T en cargos realmente trascendentes. Sin embargo, uno de ellos no se pudo reelegir como presidente de la Cámara de Diputados, no obstante sus méritos y tener el consenso de la mayoría de los integrantes de su bancada, lo cual no será obstáculo para que desmerezca su actuación como un diputado. Por el contrario, tiene las luces, la experiencia y el sentido de la oportunidad para que sus ideas, su voz y sus acciones sean factores influyentes hacia el interior de la Cámara en los tiempos venideros, tal y como él mismo lo expresó.

Quedó claro, a través de evidencias contundentes, que fue necesaria la intervención presidencial para que se frustraran las tendencias reeleccionistas que amenazaban con crear una crisis constitucional que trascendería a la figura y al actuar presidencial.

Por otra parte, el otro personaje, como titular de la CFE, por decisión propia y con el aval o no del presidente de la República, colocó no solamente a la empresa productiva del país sino también al país mismo, al borde de una crisis económica sin regreso, derivada del desconocimiento, por leoninos, de contratos celebrados por el gobierno anterior para la construcción de gasoductos que servirían para importar y distribuir gas natural de Texas, el cual era imprescindible para la generación de energía eléctrica. Para tal efecto, llegó al extremo de pretender que el arbitraje internacional salvara el diferendo y se estableciera a cuáles de las partes en conflicto les asistía tanto la razón como el derecho.

La sangre no llegó al río. Previas negociaciones se llegaron a acuerdos entre las partes en conflicto y que, se informó, ambas obtuvieron ventajas.

El cómo y en qué consistieron las negociaciones y las ventajas no importa. Lo que importa es que el vocero de las empresas constructoras, en una de las conferencias mañaneras del presidente, informó de los acuerdos y de sus efectos.

Lo que importa es que el vocero aludido se benefició significativamente del gobierno federal (1988-1994) cuando adquirió las acciones del gobierno y se convirtió en accionista mayoritario de Telmex, lo cual, se comenta, fue clave para que con el tiempo se convirtiera en el hombre más rico de México, y quien, en la mañanera dijo que el gobierno federal tenía 1600 proyectos productivos que servirían para que el siguiente año sí se diera el crecimiento económico del país, lo cual ya no había ocurrido en el presente, y que ello no importaba, que lo importante era el que vendría.

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